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Estudiantes de primaria. (14ymedio)
Yoani Sánchez

12 de septiembre 2014 - 18:30

El timbre del matutino sonó y los niños entraron al aula seguidos de sus padres. El primer día de clases la alegría se dispara y algunos echan unas lagrimitas porque extrañan sus casas. Así le pasó a Carla, quien acaba de comenzar el preescolar en una escuela del Cerro. La niña ha tenido suerte porque le tocó una maestra que lleva varios años enseñando en la primaria y domina bien el contenido que imparte. "¡Qué suerte!", pensaron los familiares de la pequeña justo antes de que otra madre les advirtiera: "pero cuidado con la profe, que le exige a cada estudiante un trozo de la merienda que trae de casa".

En la tarde de aquel 1 de septiembre tuvo lugar la primera reunión de padres. Después de las presentaciones y las palabras de bienvenida, la maestra enumeró todo lo que hacía falta comprar en el aula. "Hay que recoger dinero para un ventilador", apuntó sin sonrojos. Ya Carla había sufrido del calor en la mañana, así que la madre entregó los 3 CUC que le correspondía para que su hija tuviera un poco de fresco mientras estudiaba. "También necesitamos comprar una escoba y un trapeador para la limpieza, tres tubos de luz fría para las lámparas y un cesto de basura", recalcó la auxiliar pedagógica.

A la lista de los pedidos y necesidades se le sumó un desinfectante para el baño "porque no hay quien entre de la peste", aseguró la propia educadora. La cifra de gastos comenzó a crecer y hubo que agregar un candado porque "si no se roban las cosas, cuando no hay nadie en la escuela". Para pintar la pizarra, un padre ofreció un poco de pintura verde y otro se comprometió a arreglar las bisagras a la puerta, que estaba caída de un lado. "Les recomiendo que le compren la libreta a los niños por la calle, porque las que vinieron este año son una telita de cebolla y se rompen de solo borrar", añadió la maestra.

Al terminar la reunión, la familia de Carla ya contabilizaba unos 250 pesos cubanos en gastos para apuntalar la enseñanza de la niña, la mitad del salario mensual del padre, que es ingeniero químico. Entonces la directora de la escuela entró a la reunión y remachó "si alguien conoce un carpintero y quiere contratarlo para que le arregle la mesa a su hijo, puede hacerlo".

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