Cartelera cultural
APOYO
Para ayudar a 14ymedio

La cartelera del Festival está garantizada en los cines de La Habana y los apagones también

Cultura

La programación es amplia, pero ya no llegan las primicias que marcaron la historia del certamen

Atrás quedan los tiempos en que, pese a los cortes de luz, el Festival tenía luz garantizada. / EFE
14ymedio

04 de diciembre 2025 - 06:21

Madrid/La Habana vuelve a desplegar, desde este jueves y hasta el domingo 14, su alfombra roja para inaugurar la edición 46 del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, una cita que alguna vez fue sinónimo de estrenos prestigiosos y que hoy sobrevive entre la nostalgia, la precariedad energética y un prestigio cada vez más erosionado. Pese al entusiasmo oficial, el festival llega en un contexto áspero. El apagón masivo de este miércoles dejó a la mitad occidental del país a oscuras, y nadie puede asegurar que no volverá a ocurrir.

La programación de este año es amplia –más de doscientas obras de 42 países–, pero ese volumen no debe confundirse con vitalidad. El festival perdió hace mucho tiempo su condición de plataforma de estreno para grandes autores del continente. Ya no llegan a La Habana las primicias de cineastas que marcaron la historia del certamen, ni de aquellos nombres que, en su momento, acompañaron el auge del cine latinoamericano. 

En décadas anteriores, el público se sentaba en las salas con la expectativa de descubrir propuestas de Fernando Birri, Glauber Rocha o Arturo Ripstein, y asistir al nacimiento de obras llamadas a recorrer el mundo. Hoy, en cambio, muchas de las películas que llegan a La Habana ya han pasado por Berlín, Cannes, San Sebastián o Mar del Plata antes de aterrizar en una capital donde casi todas las infraestructuras culturales están al borde del colapso.

Muchas de las películas que llegan a La Habana ya han pasado por Berlín, Cannes, San Sebastián o Mar del Plata antes de aterrizar en una capital donde casi todas las infraestructuras culturales están al borde del colapso

Aunque la selección incluye títulos de relieve internacional, es difícil identificar una línea curatorial fuerte. El festival exhibe obras de cineastas latinoamericanos que han ganado renombre en la última década, junto a coproducciones europeas y latinoamericanas que buscan elevar el nivel artístico del certamen. La apertura internacional no es un error –muchos cineastas llevan años pidiéndola–, pero evidencia la distancia entre el festival actual y su misión fundacional, una misión que ya no estaba cumpliendo.

En el ámbito cubano, la cosecha es modesta pero no inexistente. Entre los largometrajes de ficción se espera con curiosidad Neurótica anónima, dirigida por Jorge Perugorría y Mirta Ibarra, que regresa a temas urbanos y emocionales desde una perspectiva contemporánea. El documental Tiempo detenido, de Ariagna Fajardo, sobresale dentro de la producción nacional al explorar, con recursos mínimos, la vida en suspensión de un país acostumbrado al estancamiento. 

En cortometrajes de ficción destacan Pupa, de Leandro de la Rosa; Norheimsund, de Ana Alpízar; y Primera enseñanza, realizado por Aria Sánchez y la brasileña Marina Meira, quienes ganaron el premio a mejor dirección en el apartado de cortometrajes, del Doha Film Festival. Estas obras compiten junto a títulos de Chile, Argentina, México, Colombia y Brasil en una categoría históricamente vital para medir el pulso del cine emergente latinoamericano.

Pero ninguna selección, por sólida que sea, puede ocultar la decadencia que envuelve al festival. La pérdida de relevancia no se debe solo a la calidad irregular de las películas, sino a la incapacidad de la infraestructura cultural del país para sostener un evento de esta magnitud. El año pasado hubo funciones suspendidas por apagones repentinos; la muy esperada Matar a un hombre, del cubano Orlando Mora Cabrera, quedó sin dos proyecciones por falta de electricidad, aunque el realizador lo denunció como una forma disimulada de censura. Este miércoles, otro apagón gigantesco recordó que la energía eléctrica –condición mínima para proyectar una película– no está garantizada ni siquiera para uno de los eventos culturales más emblemáticos del país. 

El fantasma de la censura es otro invitado que nunca falta a la cita. La exclusión del documental Para vivir. El implacable tiempo de Pablo Milanés, dirigido por Fabien Pisani, fue una de las decisiones más comentadas en la antesala del festival. La cinta, que repasa la vida artística y emocional del trovador –desde su formación en la Nueva Trova hasta su relación cada vez más crítica con el poder–, había despertado una fuerte expectativa dentro y fuera de Cuba. Sin embargo, nunca apareció en la programación oficial. Su ausencia no sorprende a quienes conocen los límites culturales del país: Milanés, una de las voces más queridas de la música cubana, también se convirtió en una figura políticamente incómoda. El veto al documental confirma que la censura sigue operando como un muro invisible que ni el entusiasmo cinéfilo ni la tradición del festival logran derribar.

En sus mejores años, el evento llenaba salas desde temprano en la mañana hasta la madrugada. Hoy los espectadores asisten, sí, pero sin la ansiedad cinéfila que antes los caracterizó

La relación del público con el festival también ha cambiado. En sus mejores años, el evento llenaba salas desde temprano en la mañana hasta la madrugada. Hoy los espectadores asisten, sí, pero sin la ansiedad cinéfila que antes los caracterizó. La ausencia de grandes estrenos, el deterioro de los cines, la censura intermitente, las epidemias, la precariedad del transporte, la inflación y el desgaste de la vida cotidiana han reducido el entusiasmo. Lo que antes era una fiesta, hoy es un esfuerzo.

Aun así, el festival persiste, sostenido por la convicción de los cineastas que siguen creyendo en él y por un público que, aunque golpeado, espera olvidarse por unas horas de su realidad puertas afuera. Los habaneros pueden intentar “olvidarse del chikungunya”, como proponía Rafael Grillo en El Caimán Barbudo, lo que de verdad resulta imposible ignorar son los apagones. Porque sin luz no hay cine, y sin cine no hay festival.

No hay comentarios
Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último