"Lo que están haciendo las agencias con los turistas en Cuba es una estafa"

Cuba

Veinte años después de un primer viaje idílico a la Isla, la española Marina descubre un país destruido y un servicio deplorable en los hoteles de cinco estrellas

Cafetería externa del hotel Iberostar Selection La Habana, en la llamada Torre K, vacía.
Cafetería externa del hotel Iberostar Selection La Habana, en la llamada Torre K, vacía. / 14ymedio
Yaiza Santos

01 de octubre 2025 - 16:45

Madrid/Montañas de basura en las esquinas, apagones, hoteles caros sin comida suficiente, toallas agujereadas, invasión de mosquitos, mendigos, calles tristes y gente por doquier con un solo plan bajo el brazo: salir de Cuba. La Isla que visitó Marina este verano con su familia se parece muy poco a la que conoció en 2004.

Con aquel recuerdo idílico en la mente, reservó el pasado mes de agosto un viaje que incluía La Habana y Cayo Santa María (Villa Clara), en una agencia de su ciudad andaluza natal cuyo nombre prefiere guardar. La experiencia, sin embargo, fue tan desastrosa, que el grupo presentó a su regreso una reclamación al turoperador.

Para empezar fueron recibidos, en el mismo Aeropuerto Internacional José Martí, por un apagón, algo que ella no esperaba tener en la misma terminal y que era impensable hace veinte años. Ya en la capital, los sorprendieron los desperdicios sin recoger por doquier. “El hedor que eso transmite es insoportable”, cuenta a 14ymedio. “Y es un foco de enfermedades, vaya”.

El hambre palpable le causó también desconcierto, en concreto, la cola de ancianos, mujeres y niños a las puertas de El Asturianito

El hambre palpable le causó también desconcierto, en concreto, la cola de ancianos, mujeres y niños a las puertas de El Asturianito, esperando a que los empleados del popular restaurante, situado enfrente del Capitolio, repartieran las sobras de los clientes. “Eso no lo vimos la otra vez, no lo vimos”.

Marina no imaginó que en dos décadas, el centro histórico no solamente no mejoró, sino que empeoró hasta el límite. Ni que la ciudad ya no fuera aquel lugar donde la vieja música cubana brotaba en cualquier rincón: “La Habana era todo el día músicos tocando en directo por todas partes, y ahora solamente pudimos disfrutar de eso en el Floridita y La Bodeguita del Medio, y ya está”. Ni que apenas se toparan con visitantes extranjeros.

“Nosotros preguntábamos qué pasaba, por qué estaba todo tan abandonado y nos comentaron que es que el turismo lo llevaban las Fuerzas Armadas directamente, y desde que las Fuerzas Armadas lo gestionan, se está deteriorando mucho”, dice Marina, sin saber fehacientemente que, en efecto, los militares arrebataron en 2016 las empresas más exitosas a Habaguanex, dependiente de la Oficina del Historiador entonces dirigida por Eusebio Leal, y las pusieron bajo el paraguas del Grupo de Administración Empresarial (Gaesa). 

La ausencia de turistas le parecía a Marina aún más llamativa en el Hotel Nacional, donde pernoctaron, al igual que la primera vez que visitó Cuba, en un tiempo en que los naturales de la Isla tenían vetados estos establecimientos. La falta de huéspedes internacionales contrastaba con la cantidad de habitantes de La Habana “que venían a tomar su copa, a escuchar música, y también bastantes que iban a la piscina”. Lo que les comentaban los guías es que esos clientes puntuales del hotel “son más bien afines al Gobierno”.

No cualquiera puede pagar los 6.000 pesos por persona (casi 14 dólares al cambio informal) de la entrada a la piscina del Nacional –4.000 de ellos para el consumo obligado–, cuando el salario mensual medio no llega a 7.000.

“Nosotros allí sentíamos el peso del Estado, está todo el mundo en silencio, intentábamos hablar con la gente y la gente era hermética”

La dolarización es algo que también le chocó a Marina, que asegura que los cambistas se les acercaban dentro del mismo hotel. “Nos venían personas y nos decían: si quieres cambiar, yo te lo doy al tanto”, explica. Y ese “tanto” coincidía con la información que ofrece diariamente El Toque. ¿Cómo es posible que en un establecimiento estatal se ofrezca comprar divisas por la izquierda? Marina explica que vio el panorama “delicado”: “Nosotros allí sentíamos el peso del Estado, está todo el mundo en silencio, intentábamos hablar con la gente y la gente era hermética”. Eso sí, dice, era como hace 20 años.

Muy distinto a como los cubanos de la calle, que, a diferencia de 2004, sí se atreven a hablar de todo. “Se sabían al dedillo lo que estaba pasando en España, porque todos se quieren venir, y despotricaban de que ahí ya no se puede estar, que está fatal”.

“Cada dos por tres encontrabas a alguien que te decía: ‘me voy a España ya para tal fecha’, o ‘ya tengo vuelo, me voy para Huelva, mi mujer me está esperando, ya lleva dos meses allí y mi niña ya está en el colegio’, o ‘me ha salido un trabajo de cristalero gracias a unos amigos que tengo ahí’”, sigue Marina, evidenciando el éxodo que se está dando por la Ley de Memoria Democrática, que otorga la nacionalidad española a descendientes de emigrados y cuyo plazo de solicitud vence este mismo mes. “Estaban muy agobiados porque tenían que agilizar toda la documentación, porque esto termina en octubre”.

Los relatos de la gente con la que se topó daban sentido a algo que observó en el avión de ida y vuelta a Madrid: “Los cubanos eran muchísimos más que los turistas”.

"Estuvimos comiendo yogures que estaban calientes y helados derretidos completamente"

Apagones en La Habana no sufrieron, indica, algo que ya le habían asegurado los del hotel: “Nos dijeron que sus cortes de luz eran mínimos porque tenían sus propios generadores, cosa que otros no tenían. De hecho, al segundo día vimos el NH [el Capri] a oscuras totalmente, serían las nueve de la noche. Me imagino que las personas que estaban ahí se verían afectadas por esa situación”.

En cuanto a las condiciones del hotel, refiere que entre los amigos del grupo se decían: “hay que ver, lo que hemos pagado, y esto es como si fuera un tres o cuatro estrellas, porque claro, el mantenimiento está bien, pero no como debería ser”. No podían pensar que lo peor estaba por venir, en Cayo Santa María, donde se quedaron no en un hotel cualquiera, sino en uno que se vende como de cinco estrellas: Iberostar Selection Ensenachos. “¡El Nacional es un ultra lujo comparado!”, asevera.

“Estábamos muy sorprendidos por el abandono total del mantenimiento”, dice Marina. Como un rosario, enumera: “Los jardines con charcos verdes con millones de mosquitos pululando y picando a lo bestia, los cangrejos azules de los manglares invadiéndolo todo, tomando el complejo, unos pajaritos pequeñitos negros que parecen como pequeños cuervos [totíes] en las mesas llevándose comida…”

Siendo un hotel español, denuncia la mujer, “los estándares europeos no se están dando allí”. El contraste con la primera vez que se hospedó en ese mismo establecimiento era flagrante. “Entonces sí lo vi todo bastante limpio, muy, muy correcto. Ahora no: ahora te tapan un plato con un trozo de film de plástico. No tiene la refrigeración reglamentaria. Estuvimos comiendo yogures que estaban calientes y helados derretidos completamente”. Que la presentación de los platos se desmoronara y no hubiera nadie para recomponerla era el menor de los problemas.

"No tienen personal. Lo mantienen cuatro personas que están ya amargadas y que no tienen ganas"

Ni siquiera había comida suficiente en el bufé libre. “Cuando llegamos y fuimos al restaurante, nos dijeron: se ha acabado todo, lo que quedan son dos salchichas y dos hamburguesas”. Eran seis personas en el grupo. Cada día, veían que siempre había lo mismo: hamburguesa, salchicha y pollo; todo lo más, algo de pescado. “¿Qué pasaba? Las salsas cambiaban, los colores cambiaban, pero aquello era siempre lo mismo. Era comida basura”, cuenta. “Un día pedí una ensalada y creo que cogieron la ensalada del cubo de basura y me la pusieron en el plato, porque aquello era horrible”. El mayor temor del grupo era enfermarse de gastroenteritis o, peor, de dengue. 

Marina prosigue con las nefastas anécdotas: “En todas partes, muchísima suciedad. Las toallas con agujeros. En el baño, un jaboncillo chiquitito, que no estaba ni siquiera envuelto. ¡En un cinco estrellas!”. En cierto sentido, vio lógico lo que pasaba, “porque no tienen personal. Lo mantienen cuatro personas que están ya amargadas y que no tienen ganas”.

Al segundo día, empezaron a plantearse que debían irse, y al tercero, hablaron con su agencia en España para adelantar un día su salida. La noche que debieron pasar en Ensenachos según el paquete contratado la pagaron de su bolsillo en el Nacional, de vuelta en La Habana. Más de 200 euros.

“Hemos reclamado a nuestra agencia de viaje que al menos nos devuelvan el dinero de la noche que no estuvimos en los Cayos”, lamenta. “Y también les hemos dicho que lo que nos ha pasado, lo que están haciendo con los turistas, es estafar”. Una agencia pequeña, continúa, no se puede permitir enviar a gente a sitios sin información. “¿Por qué los turoperadores siguen vendiendo paquetes de viaje sabiendo que se va la luz, que no llega bastante comida, que los complejos hoteleros están abandonados?”.

Abandonados “como buques fantasma”, precisa, poniendo como ejemplo el Iberostar Selection La Habana, que ocupa el edificio más alto de la ciudad, la polémica Torre K. “Nos contaron que eso se pagó con el dinero del Gobierno, que costó no sé cuántos millones de dólares, y que se lo han dado a Iberostar para que lo gestione. Pero aquello parecía desde fuera que estaba cerrado, no veíamos mucho movimiento”, asevera Marina, que expresa: “Pero yo ahí no entraría jamás en mi vida, porque me da miedo, es un sitio horrible”.

La mujer confiesa que había leído en la prensa que las cosas en Cuba estaban mal, “pero no tan, tan mal”. El testimonio que brinda a 14ymedio, en cualquier caso, ilustra en carne y hueso las cifras oficiales que, mes a mes, dan cuenta del menguante turismo. Entre enero y agosto de este año, Cuba recibió un total de 1.259.972 visitantes internacionales, 21,64% menos que en en el mismo período de 2024, mientras en los años de bonanza, entre 2015 y 2019, llegaban más del doble.

Lo que cuenta también ilustra la difícil situación que enfrentan las hoteleras españolas en la Isla, notoriamente Meliá e Iberostar, sobre los que publicó un duro artículo el mes pasado Cinco Días. Para este diario económico, a estos gigantes turísticos, que, a pesar de todos los pronósticos en contra, “siguen redoblando su apuesta por seguir y crecer en Cuba”, les había estallado en las manos una “tormenta perfecta”. No hay manera de que les cuadren los números en la Isla.

Así las cosas, el grupo Barceló, también español, otorgó este pasado septiembre un viaje a Cuba a un total de 400 de sus agentes de viajes de España y Portugal como recompensa por haber incentivado las ventas a la Isla desde principios de año. Una noticia que puede responder las preguntas de Marina sobre las prácticas de los turoperadores.

Ella, pese a todo, asegura que va a volver. “Porque me encanta, porque la naturaleza es un lujo, porque ese es el futuro de Cuba”, se explica. “Pero claro, volveré cuando no me estafen”.

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