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Hu Yaobang o la desmemoria china de la chispa que prendió Tiananmen

De corte liberal en un PCCh todavía entonces ortodoxo en extremo y que empezaba tímidamente a escapar de la rigidez del maoísmo, Hu representaba el ala más amable del liderazgo,

Hu Yaobang o la desmemoria china de la chispa que prendió Tiananmen. (EFE/ Archivo)
Javier Triana

21 de abril 2019 - 16:43

Pekín/Pese a haber sido "un combatiente comunista a prueba del tiempo, un gran revolucionario proletario y destacado oficial del ejercito", según la esquela que publicó hace 30 años el Partido Comunista de China (PCCh), ni la prensa ni el partido recordaron este lunes a quien fue su secretario general: Hu Yaobang.

De corte liberal en un PCCh todavía entonces ortodoxo en extremo y que empezaba tímidamente a escapar de la rigidez del maoísmo, Hu representaba el ala más amable del liderazgo, con ideas de apertura como las que ansiaban los universitarios que salieron a la calle a reivindicar su legado a la muerte de éste.

Tal vez porque su nombre está unido de manera indisoluble al de la masacre de Tiananmen -las citadas reivindicaciones estudiantiles desembocaron en las protestas que Pekín ahogó a punta de fusil en la madrugada del 4 de junio de 1989-, el trigésimo aniversario de la muerte del exdirigente comunista solo tuvo cabida en la prensa de la democrática Hong Kong.

El trigésimo aniversario de la muerte del exdirigente comunista solo tuvo cabida en la prensa de la democrática Hong Kong

"Si Deng (Xiaoping) fue el arquitecto jefe (de la reforma económica china), Hu fue el ingeniero", escribe el columnista Cary Huang en el diario hongkonés South China Morning Post.

Para Huang, "básicamente, Hu liberó al PCCh de la mordaza ideológica al iniciar el 'movimiento de emancipación del pensamiento', que establecía que 'la práctica es el único criterio para poner a prueba la verdad'".

Llegó a la cúpula del PCCh en 1980, primero como secretario general del Secretariado del Comité Central, luego como presidente del partido y, por último, como secretario general, frente a una nómina de líderes que miraban con recelo sus ideas, las cuales les sonaban entonces poco menos que a caballo de Troya de occidente.

Hu fue más partidario del traje y la corbata que del "uniforme Mao", dispuesto a escuchar nuevas ideas y simpatizante con unos intelectuales que, como él mismo -y por partida doble-, fueron purgados por Mao Zedong durante la entonces recientemente concluida Revolución Cultural.

Fue purgado una vez más, la definitiva, tras las manifestaciones estudiantiles de 1987 por su mano izquierda con éstas, en lo que Pekín consideró tolerancia a "la liberalización burguesa", aunque pocas sospechas podía haber sobre las filiaciones del dirigente: se unió al PCCh de adolescente y participó en la Larga Marcha (1934-1935) junto a Mao.

Apenas dos años después de ser apartado del poder por su tolerancia, Hu falleció a consecuencia de un infarto a los 73 años

Apenas dos años después de ser apartado del poder por su tolerancia (aunque mantuvo el cargo como miembro del Comité Central), Hu falleció a consecuencia de un infarto a los 73 años.

La noticia de su muerte hizo que pequeños grupos de universitarios salieran a la calle a recordar su figura, pero no fue hasta siete días después, cuando se ofició el funeral de Estado, cuando decenas de miles de estudiantes se acercaron a la céntrica Plaza de Tiananmen a depositar coronas de flores junto al Monumento de los Héroes del Pueblo.

Estas movilizaciones fueron el germen de las manifestaciones que el Ejército chino zanjó por la fuerza el 4 de junio, dejando un número de muertos aún desconocido, y de las que este año se cumple el trigésimo aniversario, una fecha delicada e incómoda para el régimen comunista.

Una ceremonia privada en la que fuera su residencia pequinesa el pasado viernes, un par de decenas de inocentes comentarios en las censuradas redes sociales chinas en las últimas semanas y un seminario sobre su figura previsto en su localidad natal, Liuyang (en el centro), y que los propios organizadores dudan que puedan llevar a cabo son todas las menciones a Hu tres décadas después.

"Hoy día -concluye Huang, del 'South China Morning Post'-, el legado de Hu es un recordatorio para muchos chinos de las reformas políticas que se han detenido desde su muerte"

Este mutismo contrasta con el bombo que se dio en la prensa china a la inauguración de una estatua en la localidad natal de Hu, el pasado mes de noviembre, por el 103 aniversario de su nacimiento.

O con la conmemoración, en ese mismo lugar, que el presidente chino, Xi Jinping, hizo en el centenario de su nacimiento, en 2015.

Ni una sola línea en la prensa china estos días.

"Sin embargo, hoy día -concluye Huang, del South China Morning Post-, el legado de Hu es un recordatorio para muchos chinos de las reformas políticas que se han detenido desde su muerte".

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