La intensa actividad de las funerarias desmiente el discurso oficial sobre el control del virus

Arbovirosis

La situación es particularmente grave en Guantánamo, donde hubo 27 velatorios en un solo día

Las conversaciones a media voz repiten las mismas palabras y frases: “gelatina”, “sopa”, “fiebres”, “se deshidrató”, “los dolores no lo dejaron”.
Las conversaciones a media voz repiten las mismas palabras y frases: “gelatina”, “sopa”, “fiebres”, “se deshidrató”, “los dolores no lo dejaron”. / 14ymedio
Darío Hernández

09 de noviembre 2025 - 14:16

La Habana/En las últimas semanas, mientras los noticieros repiten cifras tranquilizadoras de los casos de arbovirosis y los hospitales evitan ofrecer estadísticas completas, las funerarias cuentan otra historia. Este diario hizo un recorrido por algunas salas de velatorio en La Habana y observó un patrón que no encaja con el discurso oficial del “control epidemiológico”. 

En Guanabacoa, la funeraria de Bertematti, entre Máximo Gómez y Maceo, tenía este sábado todas sus capillas ocupadas, algo bastante inusual en el local. Afuera, algunas familias esperaban turno para obtener un espacio donde poder despedirse de sus seres queridos. 

Nadie afirma con certeza que los fallecidos fueran víctimas de un virus específico. Pero tampoco se habla de otra cosa. Las conversaciones a media voz en las afueras del lugar repiten las mismas palabras y frases: “gelatina”, “sopa”, “fiebres”, “se deshidrató”, “los dolores no lo dejaron”. Son síntomas sin diagnóstico escrito, pero la población ya ha aprendido a reconocerlos enseguida. 

“La mayoría no va al hospital. Entonces, ¿cómo uno sabe cuántos enfermos hay?”
“La mayoría no va al hospital. Entonces, ¿cómo uno sabe cuántos enfermos hay?” / 14ymedio

Lo mismo pasa en la funeraria de San Miguel del Padrón. De las tres salas, dos estaban utilizadas en el momento de la visita de 14ymedio.

En la funeraria de Regla, más pequeña, dos salas trabajaban también este sábado al mismo tiempo. Y en una de ellas podía verse a una doctora usando mascarilla. Su presencia allí parecía formar parte de un protocolo sanitario del que no se ha informado en los medios oficiales, pero que apunta a una emergencia mayor de la que admiten.

“La mayoría no va al hospital. Entonces, ¿cómo uno sabe cuántos enfermos hay?”, comentaba el hijo de uno de los fallecidos, recostado en la pared. Alguien cercano argumentaba que, incluso cuando un virus es el que provocó el deterioro letal del paciente, rara vez aparece como causa en el certificado de defunción. “Si la persona tenía diabetes, cardiopatía o asma, eso es lo que ponen, no el virus”, dice.

Una doctora del Cotorro consultada por 14ymedio lo confirma con un matiz más técnico: “El virus puede causar encefalitis y miocarditis, que sí se ponen como causa directa de muerte. El dengue puede causar shock, que también mata. Pero en urgencias no se lleva estadística epidemiológica. Eso se controla —en teoría— en Atención Primaria. En la práctica, el registro es fragmentado”.

Las familias perciben que los síntomas en los menores son más agresivos.
Las familias perciben que los síntomas en los menores son más agresivos. / 14ymedio

En el cementerio de Regla, un custodio resume el clima social con una frase que funciona como diagnóstico colectivo: “Ven un muerto y ya creen que es el virus”. Esa reacción, lejos de ser una muestra de ignorancia epidemiológica, es un temor basado en la experiencia que se vive a diario, con barrios enteros contagiados, y en la pérdida de credibilidad de las autoridades sanitarias. 

En el crematorio del Cementerio Nuevo de Guanabacoa no había sepelios en el momento de la visita, pero los trabajadores admiten que “el movimiento ha aumentado” en los últimos días.

Aun los que salen airosos de los virus que circulan sin frenos por todo el país conservan secuelas por un tiempo prolongado. Yolanda tiene 22 años, enfermó hace un mes y todavía no ha recuperado la normalidad. “Sigo teniendo mareos, dolores persistentes y agotamiento”, confiesa a este diario la joven, quien aún necesita fisioterapia y consultas de reumatología. “Pensé que no amanecía”, cuenta. Es madre de un niño pequeño, y en el círculo infantil, asegura que “hay pánico” porque las familias perciben que los síntomas en los menores son más agresivos. 

“La ciudad entera lo comenta. La gente está asustada”
“La ciudad entera lo comenta. La gente está asustada” / 14ymedio

En el barrio La Jata, un niño fallecido sacudió a la comunidad. Es la única muerte que los vecinos atribuyen sin dudas al virus. No existe ningún comunicado, pero sí la memoria local. 

En las provincias orientales es mucho peor que en La Habana. Un residente de Guantánamo, confirmó que en la funeraria local se registraron 27 fallecimientos en un mismo día. No ofrece fecha exacta, solo el contexto: “Después de la tormenta Melissa todo quedó patas arriba. Basura acumulada, falta de higiene, mal ambiente”. La cifra, dicen fuentes locales, desbordó la percepción ordinaria de mortalidad. “La ciudad entera lo comenta. La gente está asustada”, afirmó. 

El panorama en los hospitales y las funerarias de todo el país es claro: condiciones insalubres, incremento de infecciones, desconfianza en las instituciones de salud y resistencia a acudir a los hospitales por miedo a no salir de ellos. El virus —sea dengue, chikungunya, hepatitis o un cuadro mixto— es un precipitador social del pánico.

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