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Por su lucha diaria contra la basura, los barrenderos de La Habana cobran unos diez dólares al mes

Comunales

“Regla es uno de los municipios más limpios”, se ufana un empleado de Comunales, con escoba y recogedor en mano

Los salarios no compiten con ninguna alternativa informal, el desgaste físico es enorme y la falta de medios es humillante. / 14ymedio
Darío Hernández

12 de diciembre 2025 - 06:45

La Habana/Por las calles de La Habana, la suciedad ya no sorprende a nadie. Lo que sí estremece es mirar de cerca a quienes, a pesar de todo, siguen barriendo. Este diario se acercó a dos barrenderos que, con escoba y recogedor en mano, sostienen –como pueden– un servicio público en ruinas. Ambos son hombres vulnerables, físicamente desgastados, para quienes la basura se ha convertido en destino, no elección.

Uno de ellos, un trabajador de Regla, explica que lleva “un año y pico” en el oficio, trabajando seis días a la semana. Su labor consiste en “mantener su zona limpia”, como él mismo describe. En la práctica, se trata de una lucha diaria y desigual contra la acumulación de desechos, la escasez de camiones y la apatía institucional. A pesar de todo, mantiene cierto orgullo en su localidad: “Regla es uno de los municipios más limpios”, afirma. Pero su frase se desploma acto seguido: “La gente no quiere trabajar en la basura”.

Según las autoridades, los peores municipios de La Habana son Marianao, Centro Habana y Plaza de la Revolución. El primer ministro, Manuel Marrero Cruz, se quejaba recientemente de que los camiones no realizaban suficientes viajes a los vertederos y amenazó con revisar “camión por camión”. El jefe de Gobierno también “se interesó”, según el diario oficialista Granma, por el salario de los “trabajadores de primera línea”, unos 900 barrenderos, pero no se determinó ningún aumento en la reunión, aunque sí mayor exigencia. 

El básico es de 2.500 pesos, pero puede subir “si haces otros tramos”. / 14ymedio

El barrendero de Regla detalla su salario a 14ymedio sin rodeos. El básico es de 2.500 pesos, pero puede subir “si haces otros tramos”. Sin embargo, está operado de la cadera y apenas puede caminar apoyado en la escoba. “Yo cobro 4.000 al mes (unos nueve dólares al cambio informal)”, dice, y se encoge de hombros: “Tú sabes cómo es el cubano, que se adapta con poco. No es que eso alcance, eso no alcanza para nada”.

Según relata, en el último pago hubo quien cobró entre 7.000 y 10.000 pesos, cifras que –en la inflación galopante del país– no cubren las necesidades básicas. Los trabajadores de los camiones ganan algo más, pero los vehículos recolectores escasean aún más que el personal. 

Un segundo barrendero, esta vez de Guanabacoa, es sordomudo y usa señas y gestos para comunicarse. Lleva doce años barriendo porque “no le queda de otra”. Cuando se le pregunta por el salario, hace un gesto de disgusto y desciende su pulgar, señal inequívoca de que el pago es miserable. Su rostro, curtido por el sol y el cansancio, dice más que mil palabras.

Ambos casos son personas con dificultades físicas o sociales, atrapadas en un empleo que nadie quiere. “¿Y quiénes son los que trabajan en la basura? Las personas como yo, que tenemos ya una edad”, reconoce el barrendero de Regla. Su testimonio es un retrato del deterioro del país, con trabajadores envejecidos, enfermos, sin alternativas laborales y contratado por un servicio esencial que se cae a pedazos.

En Regla, explica el propio trabajador, los vecinos tienen que traer sus desechos “en una caja o un saco” ante la falta de contenedores y camiones. En otras zonas del este habanero, los microvertederos crecen a un ritmo acelerado.

La burocracia reunida en pulcras oficinas dice que La Habana “no renuncia a soluciones integrales para mejorar sus servicios y limpieza”. / 14ymedio

Contrastando con esta realidad, la burocracia reunida en pulcras oficinas dice que La Habana “no renuncia a soluciones integrales para mejorar sus servicios y limpieza”. La frase, repetida cada cierto tiempo, llega con promesas de reparaciones, reorganización, implementaciones “graduales” y estrategias “intersectoriales”. 

Los datos muestran resultados demasiado pobres. De una necesidad identificada de 126 contenedores de basura (ampliroll), la industria planificó 32 con “los recursos disponibles”, y solo se han terminado 31. En cuanto a los carritos de barrenderos (piker), existe un plan para fabricar 1.000 unidades, pero hasta la fecha se han producido 40. 

La distancia entre el discurso y la calle se amplía aún más ante el riesgo epidemiológico generado por la acumulación de basura. En esos informes se reconoce, entre líneas, que el problema no es coyuntural sino crónico. El deterioro del servicio de Comunales en La Habana no se debe solo a la falta de equipos o financiamiento. Hay un factor humano decisivo, ya que no hay quien quiera hacer el trabajo. Los salarios no compiten con ninguna alternativa informal, el desgaste físico es enorme y la falta de medios es humillante. “Falta personal”, repite el barrendero de Regla, mientras camina despacio, con dificultad, apoyándose en su herramienta de trabajo.

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