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El martillo y el libro

Tania Bruguera durante su 'performance'. (14ymedio)
Yania Suárez

23 de mayo 2015 - 07:00

La Habana/Todo estaba demasiado tranquilo. Salvo este jueves por la tarde, hora en que “los factores” del CDR en el barrio buscaron espontáneamente a la policía porque escuchaban la lectura de la parte que Los orígenes del totalitarismo dedica a la policía secreta, todo estaba tranquilo.

Los policías de ayer se amontonaron a unos metros de la puerta de la casa de Tania (cuatro o cinco uniformados), pero al cabo de algunas llamadas con sus walkie-talkies, al parecer recibieron la orden de retirarse y la bocina, dirigida hacia la calle, siguió reproduciendo la lectura.

Demasiado tranquilo. El viernes, a eso de las 10 de la mañana, al cumplirse casi las 48 horas de lectura ininterrumpida, llegaron los martillos. Dicen que son de la empresa eléctrica y que abrir la calle, exactamente frente a la casa de Tania Bruguera, estaba planificado hacía mucho tiempo para este día. Lo inverosímil es que hace dos meses, esa calle era un hueco inmenso abierto de lado a lado, casi con un metro de profundidad, correspondiente a alguna obra de la construcción. Dicha obra fue ejecutada de manera creíble, es decir: con la pereza y la negligencia que sabemos, y duró muchas semanas, abarcó muchos metros, hasta que finalmente concluyó. Todo permanecía lleno de polvo, sin el asfalto correspondiente, pero cerrado.

“Esto no es casualidad”, nos dice un vecino del barrio que se declara “amigo y guardián de Tania”..

No parece casualidad. Precisamente el día de la inauguración de la Bienal de La Habana, dos martillos de levantar asfalto vienen a destruir el trabajo ya hecho sin justificación aparente, salvo la de impedir una lectura: Hannah Arendt observa que la ilimitada acumulación de poder sólo puede tener como fin la destrucción. Dicen que van a trabajar hasta el domingo, con eficiencia nunca vista en una empresa de la Isla.

“Es otra performance”, bromeamos no sin razón, la cámara redirigida entonces hacia el exterior captando aquello que podría imitar una trinchera. En el fondo yo siento vergüenza con la imagen: el ruido puro contra las palabras, y el hecho de que esa imagen sea cubana.

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