Una misa en La Habana desafía la censura oficial contra Celia Cruz
Cuba
Artistas, diplomáticos y fieles se reunieron en la parroquia para rendir tributo a la Guarachera de Cuba en su centenario
La Habana/En la parroquia de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, en el corazón de Centro Habana, se escuchó el nombre de Celia Cruz, a pesar de la censura que el régimen cubano ha desatado contra otros homenajes en la Isla por su centenario, que se cumple este mismo martes. La Guarachera de Cuba volvió simbólicamente a la Isla que la expulsó del recuerdo oficial, y lo hizo con música, fe y un gesto de desafío al silencio impuesto por décadas.
Una foto enmarcada de la Guarachera de Cuba, sonriente y vestida de lentejuelas, presidía el altar de la iglesia, situada en la calle Salud, entre Manrique y Campanario, adonde se acercó 14ymedio. A sus pies, flores blancas y velas encendidas. En los bancos, artistas, fieles y diplomáticos compartían el mismo espacio.
El párroco Ariel Suárez, en tono sereno pero firme, recordó que “la fe no conoce censura”. Las palabras fueron recibidas con un murmullo de aprobación entre los asistentes. “Esta misa fue una petición de artistas cubanos que quisieron rendir tributo a una mujer que llevó el nombre de Cuba al mundo”, añadió, mientras la imagen de la Virgen de la Caridad –la misma de la que la intérprete era devota– dominaba el fondo del templo.
Entre los presentes, el encargado de negocios de la Embajada de Estados Unidos en Cuba, Mike Hammer, no pasó inadvertido. “Es un honor conmemorar la vida de Celia Cruz aquí, en su tierra”, dijo a la salida de la misa. “Ella deseaba libertad para el pueblo cubano, y ese deseo sigue vivo en su legado”.
A su lado, artistas como Alain Pérez y Haila María Mompié compartían recuerdos y gratitud. Pérez, que trabajó junto a la cantante en escenarios internacionales, no ocultó su emoción: “Celia era pura luz, una embajadora de nuestra cultura. Su amor por Cuba nunca se apagó, ni siquiera cuando se lo prohibieron”.
El músico también lamentó que, aún hoy, los homenajes a la cantante sigan tropezando con vetos institucionales. “Me hubiera encantado ver a todos los artistas cubanos reunidos aquí, sin miedo, para cantarle. Lo siento por ellos, porque se pierden esa bendición”, dijo el artista al ver que muchos bancos de la parroquia permanecieron vacíos, ante un temor que aún persiste entre los cubanos.
Mompié, vestida de blanco, aseguró que llevaba “el legado de Celia como un tesoro”. La cantante lanzó un tema en su honor, Mi vida es cantar, título que evoca la filosofía vital de la Reina de la Salsa. “Celia era Caridad –su segundo nombre– y este templo, dedicado a la Virgen, es el lugar perfecto para recordarla. Hoy su espíritu está aquí”, añadió.
La misa transcurrió en un ambiente de recogimiento, aunque la tensión política flotaba sobre los rezos. Afuera, varios curiosos se detenían a mirar desde la acera; dentro, el timbre de la voz de la Reina de la Salsa –prohibida durante medio siglo en la radio y la televisión cubanas– parecía llenar el aire.
Días antes, el Centro Nacional de Música Popular había cancelado un espectáculo teatral de la compañía El Público dedicado a la artista, programado en la Fábrica de Arte Cubano. La decisión provocó una oleada de indignación entre músicos y ciudadanos, que denunciaron la censura como un acto de mezquindad cultural.
En respuesta, la FAC realizó un gesto simbólico: una butaca vacía iluminada sobre el escenario y una hora de silencio, seguida por la música de Celia Cruz. “Celia vive”, se leía en letras de luz. Ese mismo mensaje volvió a repetirse en la misa, convertido ahora en oración: Celia vive en el corazón de su pueblo.
El joven músico urbano Yomil mostró su tatuaje con el rostro de Celia en el antebrazo. “Es la única artista que llevo en la piel. Ella representa lo mejor de nosotros: el talento, la alegría y la resistencia”, dijo a los medios presentes. “No hay censura que pueda con eso”.
Celia Cruz, fallecida en 2003 en Nueva Jersey, nunca pudo regresar a Cuba. Su última voluntad –ser enterrada en la Isla– tampoco se cumplió. Sin embargo, su voz siguió llegando por canales informales, en cassettes, discos traídos del exilio y memorias familiares.
La misa concluyó con un aplauso prolongado. No hubo discursos políticos ni consignas, pero el significado era evidente. “Celia, Cuba te abraza”, se escuchó entre los bancos, mientras sonaban discretamente los primeros acordes de La vida es un carnaval. Algunos corearon el estribillo, otros lloraron.