APOYO
Para ayudar a 14ymedio

El PCC de Sancti Spíritus sugiere a los vecinos resolver sus problemas de agua con el sector privado

Hace ya más de dos semanas, la bomba que sirve a varios bloques y que extrae el agua de la cisterna y la impulsa hacia los tanques dejó de funcionar

Decenas de vecinos, en su mayoría mujeres, ancianos y niños, se agrupan frente al depósito roto con tanques y cubos. No es una escena extraordinaria, se repite a diario. / 14ymedio
Mercedes García

17 de junio 2025 - 04:58

Sancti Spíritus/En Los Olivos 3, en Sancti Spíritus, los días comienzan y terminan con el mismo sonido: el golpe seco de cubos, el murmullo de quejas y el chirrido de carretillas. En los edificios numerados del 14 al 24, la vida cotidiana se ha transformado en una carrera de resistencia desde que, hace ya más de dos semanas, la bomba que extrae el agua de la cisterna y la impulsa hacia los tanques dejó de funcionar.

Las imágenes que llegan desde el lugar muestran lo que el lenguaje burocrático prefiere llamar “desperfecto técnico” pero que para los residentes se traduce en sudor, espera, malestar y frustración. Decenas de vecinos, en su mayoría mujeres, ancianos y niños, se agrupan frente al depósito roto con tanques y cubos. No es una escena extraordinaria, se repite a diario.

La historia es tan vieja como el desinterés estatal. “Fuimos a Acueducto, a Planificación Física y después al Gobierno”, cuenta un vecino que pide no ser identificado, temeroso de las represalias. “En cada lugar nos dieron la misma respuesta: evasivas, excusas, que no tienen piezas, que no hay turbina”.

“En cada lugar nos dieron la misma respuesta: evasivas, excusas, que no tienen piezas, que no hay turbina”

La desidia de las instituciones se hace carne en la propuesta que recibieron finalmente desde el Partido: que se reúnan los vecinos y paguen a un particular para reparar la bomba. “Ellos por el momento no tienen cómo darle solución al problema”, dijeron. Y así, con una frase seca, descargaron el peso de una responsabilidad pública sobre los hombros cansados de una comunidad que apenas puede con lo suyo.

Los edificios multifamiliares como los de Los Olivos fueron una apuesta de urbanismo socialista: bloques de concreto idénticos que prometían dignidad y comunidad. Pero con el tiempo, como tantos otros pilares del modelo cubano, esos edificios se han ido desmoronando no solo físicamente, sino también en cuanto al respaldo institucional. Las tuberías colapsan, los techos se filtran y las bombas de agua se rompen sin que nadie se dé por aludido.

El Estado cada vez se desentiende más de sus asuntos y responsabilidades. Por un lado mantienen el control para prohibir desde la colocación de rejas sin permiso en los pasillos hasta ubicar un negocio privado en las áreas comunes, pero ya no cumplen con sus obligaciones con la infraestructura colectiva: fachadas, bombas de agua, registros eléctricos, ascensores (los pocos que existen) y demás.

El caso de Los Olivos no es único. Se repite en distintos puntos del país, donde los vecinos deben reunir dinero, buscar soluciones informales y contratar a mecánicos improvisados para mantener lo que debería ser parte del funcionamiento básico de un modelo que se dice “socialista”, solo para lo que le conviene. La privatización de facto de los servicios públicos en manos de los propios afectados se ha vuelto regla más que excepción.

En Cuba, las soluciones por la izquierda se han institucionalizado a la sombra de un aparato que se proclama dueño del sistema pero se niega a responsabilizarse por sus fallas. Los vecinos se organizan, hacen colectas, gestionan reparaciones, mientras los funcionarios gestionan discursos y excusas.

“¿Qué ocurre con las viviendas donde hay personas postradas, con movilidad reducida o que dependen de que algún vecino les suba un cubo?”

La crisis del agua también afecta la higiene, la alimentación y la salud. “¿Qué ocurre con las viviendas donde hay personas postradas, con movilidad reducida o que dependen de que algún vecino les suba un cubo?”, se pregunta otra residente. Y eso, día tras día, se suma al resto de los problemas: colas, apagones, poco transporte, altos precios, carencia de medicinas, así como el aumento de la violencia y el consumo de drogas.

Otros aún debaten cómo organizar las colectas, pues no todos pueden aportar. Si hay gente que no tiene ni para el pan, ¿cómo les vas a pedir dinero para una bomba que debería arreglar el Estado? Las fotos muestran lo que no aparece en los partes oficiales. Muestran a una comunidad desesperada: hombres y mujeres arrastrando cubos, roces que generan chispas entre vecinos, niños jugando sobre charcos estancados como si no comprendieran aún que lo que viven no es normal, aunque ya se haya vuelto rutina. 

Esta es también la historia de la resignación disfrazada de “resistencia creativa”, de cómo la población ha sido educada en el “resolver”, en el “buscarse la vida”, en asumir como natural lo que en cualquier otro lugar motivaría dimisiones.

Mientras tanto, los vecinos de Los Olivos 3 siguen reuniéndose, cubo en mano, con la esperanza de que esta vez sí haya presión, aunque solo sea en las tuberías. Porque la otra presión, la social, hace tiempo que se disipa entre los pasillos rotos de los edificios olvidados.

5 Comentarios
Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último