Los refrigeradores se cuelan de nuevo en las relaciones entre Cuba y Bielorrusia
Diplomacia
Minsk aprovecha la visita de Díaz-Canel para vender sus electrodomésticos a la Isla, como en los tiempos de la URSS
La Habana/Yipsi recuerda bien el día en el que, con seis años, vio llegar a su casa en Centro Habana el primer refrigerador que tuvo su familia. El electrodoméstico, que se le asemejaba a “una nave espacial”, era un Minsk-12, fabricado en Bielorrusia, que entonces formaba parte de la Unión Soviética. El aparato duró varias décadas y sufrió varios arreglos antes de ser derrotado con la llegada de los chinos Haier, que se repartieron masivamente en el país. No obstante, esta semana, tras la firma de varios acuerdos entre Cuba y el país europeo, las autoridades anunciaron que los refrigeradores bielorrusos podrían volver a aparecer en la Isla, pero esta vez ensamblados en territorio cubano.
El ministro bielorruso de Industria, Alexander Efimov, dijo recientemente a la prensa de su país que “existe potencial para el desarrollo de proyectos de producción de electrodomésticos. En Cuba, nuestros refrigeradores tienen una gran demanda, pero no es del todo recomendable exportarlos por los gases que llevan en su interior. Económicamente, es más conveniente organizar la producción allí, junto con socios cubanos. Actualmente estamos negociando esta área y, en caso de que la parte cubana muestre interés, este será otro proyecto que podremos implementar allí”.
Dependiendo de cómo se concreten, los acuerdos pueden conllevar facilidades de pago para la Isla, según Minsk, pero La Habana ha probado en más de una ocasión que sus cuentas en números rojos no dan más y el trato podría caer en saco vacío.
Su experiencia con las sucesivas entregas de electrodomésticos que ha hecho el Gobierno cubano siempre le han parecido un fracaso
Desde su punto de vista –la cruda realidad del país–, Yipsi ve con recelo la posibilidad de que las neveras bielorrusas aparezcan en la Isla. Su experiencia con las sucesivas entregas de electrodomésticos que ha hecho el Gobierno cubano siempre le han parecido un fracaso.
Primero fue el Minsk-12, que aunque duró muchos años y era duro como una piedra, tenía muchos defectos. Después de su primera impresión del equipo, dentro del que, como niña curiosa, quiso dormir la primera noche que estuvo en su casa, el aparato fue perdiendo para la habanera su aire de ciencia-ficción y los achaques se hicieron más relevantes con los años. “Era un desastre.La puerta tenía problemas y las juntas no mantenían el frío. Tuvimos que ponerle un cierre de caja de balas en la puerta para poder lograr la hermeticidad”, recuerda.
También evoca el modelo Minsk-16, de mayor tamaño y capacidad. Pero los méritos laborales de su madre entonces solo alcanzaron para la versión más pequeña del equipo. “Fueron muy populares en los años del subsidio soviético y todavía te encuentras alguno vendido de segunda mano”, añade.
Por la acumulación de horas de trabajo voluntario y logros laborales, el régimen entregaba todo tipo de equipos, no solo refrigeradores. “Mi vecino se ganó un Moskvitch cortando caña y mi tía un televisor por poner las losas del piso del mausoleo del Che en Santa Clara”. También formaban parte del entramado de la meritocracia socialista las lavadoras Aurika, los televisores Krim y los autos Lada y polaquitos, rememora.
“Mi vecino se ganó un Moskvitch cortando caña y mi tía un televisor por poner las losas del piso del mausoleo del Che en Santa Clara”
Años después, ya en el siglo XXI, Fidel Castro salió al paso con la Revolución Energética que, entre otras cosas, pretendía optimizar el consumo eléctrico en la Isla. El resultado, sin embargo, dejó mucho que desear. Miles de cubanos se endeudaron con el Estado, que empezó a repartir módulos de electrodomésticos entre los que se contaban hornillas, calentadores y refrigeradores, en su mayoría Haier. A cambio de estos últimos, las familias debían entregar sus viejas neveras.
Muchos se arrepintieron de deshacerse de equipos viejos pero funcionales, como los estadounidenses Westinghouse, por los pequeños refrigeradores chinos que, aunque consumían poca energía, enfriaban poco y presentaban problemas en las juntas y el motor.
Los que todavía sobreviven en las casas cubanas “es porque han sido remendados hasta el cansancio”, señala Yipsi.
Con el tiempo, otras marcas como las surcoreanas Samsung y LG, o la neerlandesa Philips comenzaron a entrar al mercado cubano, pero su venta fue primero en CUC, luego en moneda libremente convertible (MLC) y –con la reciente dolarización– en divisas extranjeras. En esencia, siempre han sido inaccesibles para muchos y, en la mayoría de los casos, impagables.
Si llegaran a ensamblarse en Cuba los refrigeradores bielorrusos, opina Yipsi, el sistema para adquirirlo no sería muy distinto. “No creo que estos que van a venir ahora de Bielorrusia se distribuyan por el nivel de adhesión al régimen. Serán, muy probablemente, en moneda pura y dura”.
El mandatario afirmó que no olvida su promesa de viajar a Cuba, “un país tan cálido en todos los sentidos”
Ríos de tinta, reales y figurados, en cualquier caso, ha dejado tras de sí la visita de Miguel Díaz-Canel al país eslavo, la última dictadura de Europa, dirigida por Lukashenko. El resto de la visita a Minsk sirvió más bien como intercambio de elogios entre los dos pupilos de Moscú, uno a cada lado del océano. “Tienen que saber que están visitando a sus amigos, y más que amigos; y si algo podemos hacer para el pueblo cubano, para Cuba, sin duda alguna lo vamos a hacer”, fueron las primeras palabras de Lukashenko a su homólogo cubano en el Palacio de la Independencia, la bienvenida oficial y previa a la participación de Díaz-Canel este jueves en el Consejo Supremo de la Unión Económica Euroasiática.
El mandatario afirmó que no olvida su promesa de viajar a Cuba, “un país tan cálido en todos los sentidos”, aunque aún no lo ha hecho, a sus 70 años, 31 de ellos en el cargo de presidente. “Entre los pueblos bielorruso y cubano existen sólidas relaciones de hermandad, que están consolidadas por sus jefes de Estado. En la persona de mi estimado colega Miguel Díaz-Canel, hemos obtenido un verdadero amigo del pueblo bielorruso, y estoy seguro de que el carácter cálido, de unión, de nuestro diálogo, se va a conservar por mucho tiempo, y las nuevas generaciones van a mantenerlo y llenarlo con el contenido actual”, continuó.
El mandatario habló larga y vacuamente hasta llegar a “los factores negativos externos” que “estimulan a la búsqueda de soluciones efectivas”, algo que están haciendo ambos países, aseveró, con los habituales ejes prioritarios para Cuba: la seguridad alimentaria, la modernización de las industrias, la construcción, el transporte, la energía y la extracción de minerales, “así como la ampliación del acceso de la población cubana a medicamentos de calidad producidos en Bielorrusia”.
A buena parte de este concepto dedicó el miércoles Díaz-Canel, quien recorrió la fábrica de la farmacéutica Belmedpreparaty, que tiene registrados en Cuba al menos una cincuentena de los aproximadamente 350 medicamentos que produce. En la visita, el mandatario y el ministro de Sanidad del país, Aleksandr Jodzháyev, hablaron de incrementar la colaboración y cubrir –no se sabe cómo– las carencias de medicamentos de la Isla. “En un mundo lleno de incertidumbres, de egoísmos, nosotros podemos, en el campo de la salud, cumplir la premisa del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz de que un mundo mejor es posible”, dijo el mandatario.