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'Omega 3' o la disidencia alimentaria

Cartel de la película 'Omega 3'.
Víctor Ariel González

26 de agosto 2014 - 16:00

La Habana/La exhibición de Omega 3 en la Cinemateca de Cuba evidencia que no siempre el buen arte encuentra mercado en el gran público. No llegaban a doscientas las personas en la sala Chaplin el pasado viernes durante la tanda nocturna. Muchas menos fueron las que aplaudieron al acabar la función. Sin embargo, la última película del director y guionista Eduardo del Llano posee innegables valores pocas veces vistos en la cinematografía cubana.

Se trata de un estreno en varios sentidos. Primero, la ciencia ficción en el cine nacional es prácticamente desconocida. Un país misérrimo no podría regalarse los efectos especiales de la gran industria de Hollywood, cuyas grandes producciones son tan conocidas como disfrutadas por el público cubano.

Más bien, la ciencia ficción en Omega 3 parece la justificación o el vehículo para un discurso que coloca al espectador en la realidad actual del país, dando una perspectiva más paralela que futurista. De hecho, el fragmento de película que toca a la ciencia ficción es bastante pequeño y no constituye, en absoluto, un alarde de tecnología o un intento de imitar valores foráneos, aunque no pueden faltar ciertos elementos clásicos del género como las pantallas holográficas o los rifles al estilo Star Wars.

La trama se enmarca en un mundo en que las personas son discriminadas por lo que comen hasta el punto de haber iniciado una guerra que no parece terminar. En esta sociedad imaginaria, un disidente será aquel que no coma lo mismo que sus semejantes. Más allá de eso: será un enemigo, dado que no hay espacio alguno para la aceptación de la diferencia. ¿Algún parecido con la Cuba de este lado de la pantalla?

Haberse escogido como elemento central algo tan trascendental, y a la vez mundano, como la comida no es fortuito. Las generaciones de cubanos que observamos el filme hemos convivido toda nuestra vida –o la mayor parte de ella– con una escasez alimenticia en la que no solo la carne es difícil de conseguir, sino que también ser vegetariano es casi imposible.

El banquete de una de las escenas finales provoca comentarios y expresiones entre el público. Con evidente intención de burla, el director coloca una enorme langosta en primer plano sobre una mesa dispuesta de forma envidiable. Prohibido preguntar de dónde salió el marisco.

En el Chaplin, el escaso público presente permanece la mayor parte del tiempo en silencio. Algún espectador comenta a otro en voz baja "mira a Mente'pollo" cuando desde el principio reconocen al protagonista, Carlos Gonzalvo, un popular actor de la televisión nacional y reconocido humorista.

El también guionista y director de la serie de cortos sobre Nicanor O´Donnell, nos trae una propuesta nada fácil de "digerir", sin facilismos ni bocadillos pegadizos, de estética y técnica atrevida. Eduardo del Llano logró un filme que no provoca tumultos a las afueras de los cines, pero que hace reflexionar. Quizá en ese futuro impreciso que nos aguarda, Omega 3 quede como una película de culto o como punto de partida para una exploración que ahora se ha demostrado posible.

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