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El proceso de paz trae menos violencia a Colombia y nuevos retos por resolver

Fabrizio Hochschild habla con la prensa el día de la presentación del informa sobre la paz en Colombia. (Andres Bernal / PNUD)
Carlos Meneses Sánchez

20 de agosto 2015 - 10:07

Bogotá/(EFE).- Las negociaciones de paz que mantienen el Gobierno colombiano y las FARC desde hace 33 meses en Cuba generaron un menor impacto del conflicto armado sobre la población, pero también nuevos retos a los que hacer frente, según un informe de la Oficina de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA).

El estudio divulgado este miércoles indica que desde el 19 de noviembre de 2012, fecha en la que se iniciaron los diálogos, hasta junio de este año en Colombia ha habido menos confrontación armada, menos desplazados y menos víctimas, aunque no por ello la tragedia ha terminado.

Los altos y bajos en La Habana también han tenido repercusión en el territorio nacional, que ha vivido periodos de pacificación con picos de violencia intermitentes.

"Es completamente normal que haya altos y bajos porque el conflicto tiene muchos años y lo que se necesita es no concentrarse en hechos únicos sino ver las tendencias que son positivas", dijo el coordinador residente y humanitario de la ONU en Colombia, Fabrizio Hochschild, en la presentación del informe.

"Es completamente normal que haya altos y bajos porque el conflicto tiene muchos años y lo que se necesita es no concentrarse en hechos únicos sino ver las tendencias que son positivas"

En estos casi tres años de proceso de paz, ha habido un 27 % menos de desplazados masivos de población comparado con los 32 meses anteriores a la negociación, aunque la cifra total aún sigue siendo llamativa con más de 500.000 personas obligadas a abandonar su hogar por el conflicto.

Además, descendieron los ataques contra civiles en un 10 % y casi a la mitad (48 %) el número de víctimas civiles y militares.

Estos resultados positivos se multiplicaron durante los 272 días en que el país gozó de cinco ceses al fuego unilaterales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), añade el estudio.

El pasado 20 de julio las FARC iniciaron la sexta tregua, anuncio que fue respondido por el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos con una suspensión temporal de bombardeos a campamentos de esa guerrilla para reducir la intensidad del conflicto y avanzar hacia un cese el fuego bilateral y definitivo en los próximos meses.

Las treguas de las FARC provocaron un descenso del 52 % en el número de desplazados y del 44 % en las acciones bélicas de todos los grupos armados, tendencias que desaparecían cuando se rompía el alto el fuego.

Descendieron los ataques contra civiles en un 10 % y casi a la mitad (48 %) el número de víctimas civiles y militares

Según el representante de la OCHA en Colombia, Gerard Gómez, durante el cese el fuego que tuvo lugar desde el 20 de diciembre de 2014 hasta el 22 de mayo de este año "se presentaron los niveles más bajos de no violencia de los últimos años".

Sin embargo, la ruptura de esa tregua de cinco meses en mayo pasado trajo niveles de violencia más altos que los anteriores, que se reflejaron en numerosos ataques guerrilleros contra policías, militares y la infraestructura petrolera, eléctrica y de carreteras, recordó Gómez.

"Cualquier medida unilateral siempre es frágil, entonces es importante tener medidas recíprocas y un desescalamiento (reducción de la intensidad del conflicto) de los dos lados, coordinado y conversado", explicó Hochschild.

Por otro lado, las FARC solo representan una arista del drama que vive Colombia, que se concentra en la costa del Pacífico y en las fronteras con Venezuela y Ecuador.

En el informe se recoge que en el 60 % de los ataques contra objetivos no militares "no se pudo determinar cuál era el actor responsable", afirmó Gómez, quien agregó que "solo en un 33 % de los casos se pudo evidenciar que las FARC fueron los autores".

"Solo en un 33 % de los casos se pudo evidenciar que las FARC fueron los autores"

En Colombia, además de las FARC operan la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) así como un reducto del Ejército Popular de Liberación (EPL) que tiene su principal zona de actividad en la región del Catatumbo, fronteriza con Venezuela.

Por otro lado, también hay bandas criminales, como el Clan Úsuga que cuenta con más de 2.600 miembros, que han tomado el lugar de organizaciones desmovilizadas como las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

Todos estos actores armados esperan un acuerdo de paz para apoderarse de los negocios ilícitos que dejarían las FARC relacionados con el narcotráfico, la minería ilegal, el contrabando, la extorsión o el tráfico de personas.

Por esta razón, la eventual firma de un acuerdo de paz, al que también hay que buscarle una fórmula jurídica para implementarlo, será solo el principio de una larga lista de desafíos a los que hacer frente para construir los prometidos escenarios de posconflicto.

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