Clasificado cubano en tiempos de dictadura

El autor dedica sus octosílabos a la redacción de un el anuncio de la venta al por mayor de lo tangible y lo intangible en la Isla

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"Se vende un turno en la cola para comprar cualquier cosa", escribe el autor. (14ymedio)
Alexis Romay

19 de mayo 2023 - 13:35

Nueva Jersey/Se vende un país en ruinas.

Se vende una isla al garete,

con maraca y taburete.

Se venden unas bocinas,

un frasco de vitaminas,

un par de zapatos rotos.

Se vende un álbum de fotos,

un concierto sin preludio

y hasta un acto de repudio

y otro sinfín de alborotos.

Se vende un turno en la cola

para comprar cualquier cosa.

Se vende una mariposa

y se vende una amapola.

Quien quiera dar pie con bola

que compre: se vende un sueño.

Se vende un bote pequeño

(con dos remos y una vela).

Se venden una novela

y el dolor de un lugareño.

Se vende una enciclopedia

y se vende un diccionario.

Para un pueblo presidiario

se vende —y bien— la tragedia.

Se vende un libro de Heredia,

que le cantó al desterrado.

¿Se vende el terror de Estado

o es gratis la aberración

que aterra a nuestra nación?

Se vende un hierro oxidado.

Se vende una bicicleta

que pedalea al vacío.

Se vende el dolor de un tío.

Se vende el pan de una nieta.

Y se vende la receta

para hacer una utopía:

una mentira por día

—tantas veces repetida

contra la patria y la vida

y el bastón de un policía.

Se vende un carburador

de una moto ya inservible.

Y se vende el combustible

que mendigó el dictador

(el del cuerpo represor)

de viaje por Venezuela.

Se vende un barco, y su estela

de polución está en venta.

Se vende una Cenicienta,

y hasta se vende una abuela.

Se vende un padre engañado

por un régimen macabro.

Y se vende un descalabro.

Se vende un bombillo usado.

Se venden un pan quemado,

la efigie de un dictador

y un reloj despertador

que despierte a una nación,

porque esa "Revolución"

es el reino del terror.

Se vende el dolor profundo

de un país que no ha podido

deshacerse del Partido

sanguinario y tremebundo

que ha convertido su mundo

en un horror infinito.

Se vende también un mito.

(Viene con su pesadilla).

Se vende la otra mejilla

de un pueblo que está marchito.

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