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Es la incoherencia, estúpido

El presidente de Estados Unidos Barack Obama. (EFE)
Carlos Alberto Montaner

12 de marzo 2016 - 19:50

Miami/Obama viajará a Cuba. Su visita es más importante que la de los papas. Obama es la persona más popular en Cuba. En la Isla, después de cincuenta y ocho años de comunismo, no quedan muchos católicos, y apenas hay marxistas, pero existen millones de personas delirantemente pronorteamericanas.

¿Servirá la visita de Barack Obama para acortar la vida de la dictadura? Los cubanos no lo creen y continúan huyendo del país por cualquier vía. Obama, a estas alturas, tampoco lo cree. Ha advertido que nadie debe hacerse ilusiones con el régimen castrista. Es una dinastía militar tercamente estalinista. A lo mejor, dentro de muchos años, el comercio ablanda al régimen y, poco a poco, surgen vestigios de democracia, pero no hay la menor garantía de que eso suceda. Casi todos los ejemplos demuestran lo contrario.

La Constitución especifica que el comunismo es irreversible y que el país está condenado a la dirección eterna del Partido Comunista. Se lo acaba de reiterar Granma al presidente Obama en un editorial terminante. Seguramente, el próximo congreso del Partido, anunciado para mediados de abril, ratificará ese rumbo siniestro.

El sistema no tiene cura. Es como el que nace bobo, enano o cabezón. No existen los exbobos o los exenanos, y no se conoce la existencia de excabezones. Así será hasta que muera. Han abierto un mínimo espacio económico, pero muy vigilado y sin otro objeto que apoyar al Capitalismo Militar de Estado diseñado por Fidel y Raúl Castro.

¿Está consciente Barack Obama del genio maligno que ha sacado de la lámpara?

¿Está consciente Barack Obama del genio maligno que ha sacado de la lámpara? Me lo decía, con gran amargura, un expresidente centroamericano, constitucional y democrático, negado, por razones obvias, a dar su nombre: “para ser bien considerados por Washington lo mejor es tratar a los americanos a patadas, como hace Cuba”.

Y luego siguió con su larga lista de reconcomios. La transcribo, más o menos como me la detalló, pero ordenándole su caótico monólogo:

“Aquí vino el vicepresidente Joe Biden, hace poco, y nos amenazó con privarnos de ayuda económica si no nos aveníamos a aceptar los requerimientos de la SeguridadNacional americana”.

“Si Guatemala no ratificaba ante la ONU la presencia de la CICIG (Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala) le quitaban la ayuda. Luego, por medio de la OEA, le impusieron a Honduras la MACCIH (Misión de Apoyo contra la corrupción y la impunidad en Honduras). En Cuba han renunciado al cambio de régimen, pero aquí no. Se proponen crear mecanismos internacionales de justicia en todos los países de la zona, incluido México”.

“Lo entiendo. Son cinco temas sagrados para los gringos: el narcotráfico, la migración clandestina hacia Estados Unidos, la ayuda a los terroristas, la utilización de los bancos regionales para blanquear dinero y la corrupción de los políticos”.

“Todo eso es comprensible, pero no lo es la incoherencia. Obama es un tipo totalmente incoherente que nos mide con dos varas diferentes”.

Y a esto hay que agregarle -me dijo- la permanente militancia antiyanqui de los Castro. El Foro de Sao Paulo y el circuito de países del Socialismo del Siglo XXI poseen su vértice y coordinación en Cuba. Venezuela, Bolivia, Ecuador, naciones que tienen permanentemente conflictos con Washington, son Estados aconsejados y manejados por los servicios de inteligencia cubanos”.

Terminó con una dolorosa pregunta:

“¿Por qué Obama nos trata tan mal a nosotros y tan bien al único país de América Latina dedicado desde hace décadas a perjudicar deliberadamente los intereses americanos? Yo no lo entiendo”.

Estuve tentado a decirle, a la manera de James Carville: “es la incoherencia, estúpido”, pero me contuve.

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