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Los problemas que nos queremos buscar en Cuba

Un cambio en la Isla abrirá multitud de debates omitidos durante décadas en el Parlamento

De los candidatos cubanos no se sabe qué piensan en ninguno de los posibles debates que surjan en el país. (14ymedio)
Reinaldo Escobar

20 de octubre 2021 - 11:20

La Habana/Uno de los mayores defectos de la vigente Ley Electoral es que a los electores no se les permite conocer cómo piensan los candidatos al Parlamento. Esta situación trae como consecuencia que cuando un ciudadano vota por uno de los que aparecen en la boleta desconoce si se muestra a favor o en contra del aborto, si está de acuerdo o no con que se legalice el matrimonio entre personas del mismo sexo o si prefiere restringir o ampliar las medianas y pequeñas empresas privadas, para solo poner tres ejemplos.

Ese candidato a diputado, del que los electores solo conocen su foto y una síntesis biográfica, es el que votará por los ciudadanos en el Parlamento, pero nadie sabe cómo lo hará. Le está prohibido confesarlo, porque expresar sus opiniones al respecto se considera una forma de hacer campaña electoral. Y eso sí que no está permitido en Cuba.

Lo único que se presume, dada la experiencia de muchos años, es que los "elegidos" aprobarán por unanimidad o por aplastante mayoría las leyes que les presenten

Lo único que se presume, dada la experiencia de muchos años, es que los "elegidos" aprobarán por unanimidad o por aplastante mayoría las leyes que les presenten. No han contraído compromiso alguno con sus votantes sino con aquellos que incluyeron sus nombres en la candidatura.

El problema que nos queremos buscar los cubanos es asumir en las urnas la responsabilidad de lo que decida el Gobierno. Para lograr eso, que parece tan elemental, habrá que cambiar no solo la Constitución de la República sino también la Ley Electoral.

Solo entonces se perfilarán las tendencias políticas con capacidad de poner a competir sus disímiles plataformas. Parece fácil poner el As de Oros sobre la mesa. Bastaría con proponer algunas conquistas largo tiempo anheladas:

Que se permita la mayor parte de lo que hoy se prohíbe. Que se abran las fronteras para que todos los que nacieron en esta Isla puedan salir de ella por el tiempo que les parezca y poder regresar sin que haya listas negras, que se elimine el Servicio Militar Obligatorio, que sea posible organizar un partido, un sindicato, fundar un templo religioso o un club terraplanista, que sea un derecho poseer una embarcación de paseo o para pescar, acceder a internet sin censura y a un precio razonable, leer periódicos con diferentes enfoques, libros de cualquier autor y poder opinar a favor o en contra del Gobierno sin tener que bajar la voz o temer una represalia.

Con esos párrafos en el programa se gana el juego, pero no basta. Habrá que tomar partido también en discusiones más críticas.

Para parecer neutral las formulo a manera de preguntas.

Se pueden formular otras veinte preguntas y para cada una de ellas habrá una respuesta posicionada con apasionados defensores e iracundos detractores.

El hecho de que la mayoría de estos puntos hayan sido omitidos durante décadas del debate en el Parlamento cubano demuestra, entre otras cosas, la ausencia del reconocimiento a la diversidad política en la vida nacional.

Las izquierdas, los centros, las derechas y las transversalidades tendrán ante sí el reto de conquistar en las urnas el favor de un electorado sin experiencia, pero deseoso de tenerla. Los populistas y los demagogos (¿no son sinónimos?) ya deben estar afilando sus armas. Los políticos serios y honestos, esa rara especie, conformarán alianzas buscando un equilibrio.

¡Qué clase de problemas nos vamos a buscar!

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