Carta de un refugiado político a Raúl Castro
Represión
Haga un gesto de bondad antes de irse de este mundo y no deje el mismo triste legado que dejó su hermano tras su partida: libere a los presos políticos
Houston / Texas/Señor Raúl Castro Ruz:
Los tiempos están cambiando a una velocidad impensable para muchos, ¿verdad?
Me llamo Juannier Rodríguez Matos, soy cubano y refugiado político en Estados Unidos. Me gustaría que el tono de mis palabras no sea malinterpretado y que solo deje ver lo genuino de mis sentimientos.
Yo hubiese querido entregarle esta carta a usted directamente, pero es imposible, ya que no puedo entrar a Cuba. Y si pudiera entrar, la nomenclatura comunista ha levantado muros impenetrables que los aíslan por completo del cubano de a pie, que padece día a día todo tipo de vicisitudes.
También hubiese querido publicar mi escrito en algún periódico o revista local de mi municipio, Baracoa, en Guantánamo, y por qué no, en el periódico oficial del PCC, Granma. Pero soy un cubano disidente, y el sistema que dicta leyes en mi país me quita todos mis derechos como ciudadano. El único recurso que tengo es acudir a un medio independiente –y perseguido por la censura– para hacer eco de mis palabras con libertad.
Estos medios independientes son demonizados noche y día por la propaganda oficial y por el brazo duro de los aparatos represivos del Ministerio del Interior. La prensa oficialista de la Isla mantiene una hermeticidad oprobiosa frente a la opinión de los ciudadanos que disienten de la política del sexagenario partido único importado de la URSS que malgobierna Cuba.
Yo no soy el primero en escribirle unas líneas a usted. Recuerdo que algunos buenos sacerdotes católicos y laicos lo han hecho, tal vez algún obispo cubano, probablemente algún hermano cristiano protestante y, por qué no, algún buen funcionario público que se haya interesado antes.
"Usted es un hombre viejo ya; muy probablemente esté haciendo paulatinamente las paces con Dios"
Yo soy cristiano católico, señor Castro. En el plano religioso, siguiendo la lógica humana de sus actos y confrontándolos con lo que es bueno y lo que es malo –sin jugar a ser Dios– pienso que su alma irá al “infierno” si usted no se arrepiente en vida de sus pecados tan terribles. Pero, ¿quién sabe? Usted es un hombre viejo ya; muy probablemente esté haciendo paulatinamente las paces con Dios. Solo usted y Él lo sabrán.
En el plano político, estoy convencido de que usted es un tirano, como lo fue su hermano. Pero en su conciencia –porque los tiranos también tienen conciencia– el deseo de bien, consustancial con Dios, debe en algún momento entrar en conflicto con la maldad.
A modo de resumen, para no dilatar el asunto: usted y yo somos adversarios políticos. Yo seguiré estando en el bando contrario a sus ideas, incluso si usted accediera a mi petición. Pero existe un mínimo de respeto entre los adversarios; existe un minuto en nuestras campañas de diferencias donde la bondad y el bien impiden que nos deshumanicemos y nos volvamos bestias implacables.
Estoy apelando a ese minuto de su tiempo, señor Castro, apelando a la única cosa que nos une, que es ser cubanos. Apartando a un lado todos los epítetos, le pido –le imploro– que sea magnánimo y conceda, no a mí, sino a todos los hijos, esposas, madres, padres y hermanos –a la familia cubana toda– la liberación de los presos políticos. Si no de todos, al menos de los más jóvenes y los más aquejados de salud, que padecen con mayor rigor el peso de leyes injustas y severas dictadas por su régimen.
"Ellos han usado como única arma contra su Gobierno el poder de la palabra y el ejercicio de sus escasas libertades individuales"
Usted es consciente de su avanzada edad y de las enfermedades que le aquejan. Más temprano que tarde morirá, porque todos morimos en algún momento. Le pido, por la bondad que alguna vez ha habitado en su corazón, que libere a Sayli Navarro, Sissi Abascal, Luis Manuel Otero Alcántara, Maikel Castillo y a otros presos políticos más, que son muchos.
Usted vivió su juventud, realizó un proyecto de vida, formó una familia y hoy ostenta el poder absoluto sobre millones de personas. No apague los sueños de esos jóvenes. Ellos han usado como única arma contra su Gobierno el poder de la palabra y el ejercicio de sus escasas libertades individuales. Libere a esas personas. Hoy usted es un hombre vivo probablemente gracias a una amnistía que le otorgó la liberación tras los ataques armados del año 1953 en Santiago de Cuba.
Usted ha tenido amigos presos y sabe lo que es estar en una prisión. Yo tengo muchos amigos presos en Cuba y sé lo que están sufriendo allí dentro. Déles una oportunidad de continuar con sus vidas en libertad.
Haga un último gesto de bondad antes de irse de este mundo y no deje el mismo triste legado de sombras que dejó su hermano tras su partida.
Usted tiene hijos y nietos que seguramente no quisiera ver presos si fuesen activistas de cualquier causa en otros países. Estos presos de conciencia en sus cárceles también son hijos y nietos, y quieren regresar con sus familias.
Dé la oportunidad a nuestra Cuba de que sea una patria “con todos y para el bien de todos”.