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Victorias del alma y el espíritu

El presidente de EE UU, Barack Obama, y su homólogo cubano, Raúl Castro, en una rueda de prensa conjunta este lunes en La Habana. (Casa Blanca)
José Azel

27 de agosto 2016 - 19:14

Miami/Cuando a Elie Wiesel le fue conferido el Premio Nobel de la Paz, en 1986, el comité de los premios lo llamó "mensajero de la humanidad". El judío americano nacido en Rumania, escritor, profesor, activista político y sobreviviente del Holocausto, es autor de 57 libros, el más famoso Night, sobre sus experiencias como prisionero a los 15 años en los campos de concentración de Auschwitz y Buchenwald.

En Auschwitz fueron asesinadas su madre y una de sus hermanas. Su padre murió en Buchenwald. En Night, Wiesel –tatuado como prisionero número A7713– comparte la vergüenza que sintió al escuchar los gritos de su padre cuando lo golpeaban y él no podía ayudarlo. Pero más tarde escribió: "Hay victorias del alma y el espíritu. A veces, aun perdiendo, se gana".

El profesor Wiesel dedicó su vida a hablar en defensa de las víctimas de la opresión. Su reciente fallecimiento debe recordarnos su enseñanza: "Puede haber momentos en que no tengamos poder para prevenir injusticias, pero nunca debe haber momentos en que no seamos capaces de protestar".

"Puede haber momentos en que no tengamos poder para prevenir injusticias, pero nunca debe haber momentos en que no seamos capaces de protestar"

Igualmente, Oscar Elías Biscet es un prisionero de conciencia cubano que cumplió más de 12 años en fétidas prisiones de Castro y simboliza la lucha por la libertad. Biscet es un cristiano devoto, un médico y hombre de paz, que mientras estaba injustamente encarcelado soñaba despierto con visitar Tierra Santa. En 2007 fue condecorado por el presidente George W. Bush con la Medalla de la Libertad, y en 2011, propuesto para el Premio Nobel de la Paz. Su coraje ejemplifica la victoria del alma y el espíritu proclamada por Wiesel.

Recientemente tuve el privilegio de acompañarle en un viaje en ese Israel tan querido por Wiesel, donde pudimos llamar la atención sobre la naturaleza totalitaria del régimen cubano, que sistemáticamente viola los derechos civiles y suprime la oposición política brutalmente. Nuestro mensaje al pueblo judío reflejó la advertencia de Wiesel de que el silencio otorga el consentimiento. Es una lección que la nación judía conoce bien: "Debemos tomar posiciones. La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio estimula al torturador, nunca al torturado".

Es una lección que parece haberse perdido en la manera en que la nueva política de EE UU hacia Cuba acoge al opresivo régimen de Raúl Castro, solamente con comentarios superficiales sobre violaciones de derechos humanos en Cuba. No es indigno defender un nuevo enfoque, como buscan el presidente Barack Obama y quienes le apoyan. Sin embargo, es inaceptable y profundamente ofensivo a nuestros valores que el nuevo enfoque excluya deliberadamente la condena de los opresores. Esa nueva política implica que los cubanos deben resignarse a aceptar una vida sin libertad.

En la nueva relación EE UU-Cuba, la palabra libertad y cualquier crítica sustantiva del régimen de La Habana se han convertido en políticamente incorrecto en círculos oficiales

En la nueva relación EE UU-Cuba, la palabra libertad y cualquier crítica sustantiva del régimen de La Habana se han convertido en políticamente incorrecto en círculos oficiales. El presidente Obama, en sus comentarios en Naciones Unidas con relación a Cuba, evitó utilizar la palabra libertad y lánguidamente declaró lo obvio: "Continuamos teniendo diferencias con el Gobierno cubano. Continuamos firmes por los derechos humanos. Pero abordamos estos asuntos a través de relaciones diplomáticas, incremento del comercio y vínculos pueblo-a-pueblo".

Esa declaración no es una fuerte defensa del oprimido pueblo cubano, y bordea la indiferencia. Reconoce que la lucha por la libertad del pueblo cubano ha sido relegada a una posición subordinada. El incremento del comercio y del turismo son ahora la luz rectora.

La consecuencia natural de esta estrategia es la legitimación, y quizás la perpetuación, de la tiranía cubana.

Quienes apoyan eso, entre ellos paisanos cubanoamericanos que parecen haber perdido la brújula moral hacia la libertad, sostienen que esa nueva política busca mejorar el bienestar del pueblo cubano. Pero bienestar y libertad no son conceptos mutuamente excluyentes. Defender uno no obliga a dejar de defender el otro.

Erradicar el término libertad de las discusiones políticas sugiere que hemos abandonado el principio americano fundamental de ser la voz de los pueblos oprimidos. "La indiferencia es la personificación del mal", nos recordaría Elie Wiesel.

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Nota de la Redacción: José Azel es investigador senior en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami y autor del libro Mañana in Cuba.

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