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La democracia no está de moda para EE UU y el mundo

La reunión bianual de la Comunidad de Democracias se ha confirmado tan tarde que muchas organizaciones no participarán en ella. (Community of Democracies)
Mario Félix Lleonart Barroso

14 de septiembre 2017 - 14:37

Villa Clara/"En un momento en que los autócratas se están volviendo más agresivos y sofisticados en la represión de sus propios ciudadanos y trabajando en conjunto para socavar las sociedades democráticas más allá de sus fronteras [... este es] un momento en que los gobiernos democráticos deben unirse para reafirmar su causa común, apoyarse mutuamente y enfrentarse a las fuerzas que amenazan a un mundo más pacífico, estable, próspero y humano"

Madeleine Albright

En sus Memorias, Madeleine Albright relata que, con el advenimiento del siglo XXI, ejerciendo sus funciones como Secretaria de Estado de EE UU descubrió que si recorría la lista de los retos a los que el mundo se enfrentaba –desde el terrorismo y la guerra hasta la pobreza y la polución- no encontraba camino mejor que la democracia como el más seguro hacia el progreso. Refiriéndose a aquel momento, declara que cuando visitaba la región americana llevaba dos mapas donde los países gobernados por regímenes autoritarios aparecían en rojo y las democracias en verde. El primero de los mapas reflejaba el primer cuarto del siglo XX y estaba casi completamente en rojo, pero el otro mapa, de finales del siglo XX, "aparte de la cicatriz escarlata con el perfil de Cuba" mostraba el resto de los países en verde.

Fue en aquel momento de oro –cuando más de dos tercios de los países del mundo vivían gobernados por líderes democráticos- cuando, por sugerencia del director de planificación política de la administración norteamericana de aquel momento, Mort Halperin, Madeleine tuvo la brillante idea en Washington de proponer una reunión en que estuviesen representadas todas las democracias del mundo. En trabajo conjunto con Halperin y Harold Kob, secretario adjunto para la Democracia, los Derechos Humanos y el Trabajo, Albright llevó adelante su propuesta y fue aprobada.

Esta presencia no gubernamental en la CD continúo fortaleciéndose a lo largo de los años y se incrementó notablemente en posteriores reuniones

El proyecto cuajó y encontró como sede ideal a Polonia, por la emblemática epopeya allí librada por Solidaridad. Bronislaw Geremek, uno de los líderes de ese movimiento y entonces ministro de Asuntos Exteriores del país, se convirtió en el anfitrión de lo que en junio de 2000 fue la primera conferencia de la Comunidad de Democracias (CD), en la que 107 países estuvieron representados. Allí fue firmada la Declaración de Varsovia, que dejaba atrás los oscuros tiempos del viejo Pacto de Varsovia, al que durante medio siglo se había asociado el nombre de tan histórica ciudad.

Aunque la Conferencia estaba concebida para Gobiernos, prestigiosas organizaciones no gubernamentales como Freedom House o Poland´s Stefan Batory Foundation organizaron el Foro Mundial en Democracia que se celebró simultáneamente en la capital polaca y propició que participasen activistas que no podían asistir a la conferencia oficial pero luchaban por la libertad en sus países. Esta presencia no gubernamental en la CD continúo fortaleciéndose a lo largo de los años y se incrementó notablemente en posteriores reuniones.

La Declaración de Varsovia reafirmaba el compromiso de los gobiernos participantes con la democracia y establecía normas de las que cada uno se hacía responsable ante sus ciudadanos. Desde entonces y hasta ahora se han realizado cada dos años reuniones de seguimiento. A la del nacimiento formal en Varsovia siguieron las de Seúl (Corea) en noviembre de 2002, Santiago de Chile (Chile), febrero de 2005; Bamako (Mali), noviembre de 2007; Lisboa (Portugal), julio de 2009; Vilnius (Lituania), junio de 2011; Ulan Bator (Mongolia), abril de 2013 y San Salvador (El Salvador), julio de 2015. Así estuvo sucediendo hasta llegar a Washington DC, donde tendrá lugar, durante apenas un rato del 15 de septiembre de 2015, la más exigua de todas las reuniones como cumplido para no anunciar una suspensión que habría sido bochornosa.

Tras 17 años de existencia, en un momento en que los colores rojos de los mapas pugnan por recuperar sus territorios sustituidos por el verde de las democracias, el casi aborto y la finalmente exigua Novena Reunión Ministerial de la CD que reunirá a los 30 miembros del Consejo de Gobierno y a representantes de los Estados participantes no solo es una muestra del probable declive de la propia CD, que algunos pronostican que se hundirá en el olvido; sino lo que es mucho peor, una evidencia más de que la democracia deja de ser una prioridad para EE UU y para el mundo.

Resulta frustrante que precisamente la ocasión en la que el país considerado paladín de las democracias será el anfitrión tenga lugar el peor de esos encuentros y resulta una señal muy negativa para el mundo

Resulta frustrante que precisamente la ocasión en la que el país considerado paladín de las democracias será el anfitrión de una de las reuniones bianuales tenga lugar el peor de esos encuentros y resulta una señal muy negativa para el mundo. Con desazón, ONG que durante años han acompañado a la CD por el planeta, como The Open Society Foundations, Freedom House e International Center for Not-for-Profit Law se han disculpado con representantes de sociedades civiles en el mundo anunciando que debido al retraso en la aprobación formal del evento, que ocurrió apenas unos días antes del encuentro, la cita se ha reducido significativamente, y apenas será invitado un pequeño número de activistas.

Lo más significativo del breve encuentro en Washington, y a lo que posiblemente se reduzca, será el anuncio del cese de la presidencia de EE UU al concluir los dos años prescritos en estas rotaciones, tal vez los peores de la institución; y la sucesión de Thomas E. Garrett a la embajadora Maria Leissner en la secretaría general de la Comunidad. Es una lástima que el legado de artífices tan loables como Albright, Halperin, Kob o Geremek naufrague de esta forma y que esto ocurra precisamente en Washington, donde nació la idea de que solo la prevalencia de la democracia avivada por el trabajo conjunto de los pueblos libres puede asegurar el triunfo del progreso sobre los totalitarismos. Una idea ahora tan en peligro como la propia existencia de la CD.

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