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Compartimentos estancos

Yoani Sánchez

29 de agosto 2011 - 01:58

Hay días para la separación y otros para la confluencia. Momentos en que parece que la estrategia de enfrentarnos funciona, pero también minutos en que logramos saltarnos los reducidos límites en que quieren encerrarnos. Anoche fue precisamente uno de esos instantes de tanteo, de identificación y de correspondencia. En Estado de SATS nos encontramos gente de muy variadas tendencias, como los integrantes de Omni Zona Franca, el líder del grupo Puños arriba y los organizadores del Festival Rotilla, recientemente secuestrado por las instituciones oficiales. Allí hablaron en un local repleto, en medio de un calor al peor estilo de agosto y con mucha necesidad de entender por qué la censura se ha cebado sobre ellos. Creo que ayer algún sesudo de la Seguridad del Estado debe haber perdido su trabajo. Porque entre abrazos, preguntas, tragos de té, se echaron atrás meses y meses de sembrar profesionalmente- las intrigas para enfrentar y descalificar a esos actores de la sociedad civil.

El método es sencillo y nada nuevo. Llaman a alguien y le dicen que no le conviene hablar con otro, enviarle un simple sms, responderle un saludo. Para justificar la distancia, le aclaran que aquel músico de hip hop, este blogger o ese productor musical son de la CIA o han sido entrenados por el Pentágono. No hay que creerlo, sólo basta que la intimidación y el miedo calen lo suficiente y pocos se acercarán al estigmatizado. Para sostener tal rivalidad resulta imprescindible mantener alejadas a ambas partes, no vaya a ser que se encuentren y descubran oh, sorpresa!- que ninguno de los dos tiene tentáculos, suásticas pintadas en la ropa o un arma saliéndosele desde el bolsillo. Mantener distantes los “compartimentos estancos”, se ha erigido durante demasiado tiempo como una estrategia vital para el control.

Por eso disfruté tanto el abrazo de Luis Eligio, el beso sonoro de Raudel de Eskuadrón patriota, el saludo afectuoso de los integrantes de Matraka y de Talento Cubano. Los escuché también como quien oye una historia conocida: el largo padecimiento de la satanización que he vivido en carne propia. Cuando dieron la palabra al público, les pregunté si tenían consciencia de que habían sido lanzados al saco de los inconformes y que a partir de ahora cualquiera cosa podía ocurrirles. Alguien me respondió que ya éramos tantos dentro de ese saco, que ahora el problema lo tenían quienes se habían quedado afuera. Me fui a casa feliz, al comprobar cuán poco efectivas resultan ya las maquinaciones de la policía política, cuán difícil les está resultando mantener alejados esos compartimentos estancos.

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