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El huracán Melissa y la extrema fragilidad de los cubanos

Generación Y

Para muchos damnificados, el huracán Melissa será la patada definitiva para hundirlos en la miseria. / EFE
Yoani Sánchez

29 de octubre 2025 - 13:07

El huracán Melissa no podía haber llegado en peor momento para Cuba. La isla, que atraviesa una larga crisis económica, experimenta también en los últimos años el colapso de su sistema energético y, más recientemente, el deterioro de su situación epidemiológica. La madrugada de este miércoles, cuando los vientos y las lluvias del meteoro impactaron la zona oriental, fue difícil abstraerse de una pregunta inquietante: ¿Será este el puntillazo a un panorama ya de por sí sombrío?

Por décadas, el régimen cubano ha mostrado músculo en cuanto a gestión de desastres naturales. En una sociedad militarizada y controlada en cada aspecto de la vida cotidiana, movilizar fuerzas de emergencia, evacuar personas y preparar albergues temporales ha sido uno de los pocos renglones en que el régimen ha mostrado su eficiencia. Las dictaduras son ágiles en las urgencias y torpes en la normalidad. El propio Fidel Castro protagonizaba antaño los partes meteorológicos cuando algún poderoso ciclón se acercaba y, enfundado en sus botas, con uniforme y capa para la lluvia, supervisaba las labores de la Defensa Civil.

Pero de aquellos años, en que el subsidio soviético y posteriormente la partida petrolera venezolana permitieron volcarse con celeridad a ayudar a los damnificados de huracanes, apenas queda el recuerdo. Este mes de octubre, los preparativos ante la llegada de Melissa han puesto en evidencia el estrecho margen de maniobra de un sistema quebrado en lo material y con pocas capacidades para auxiliar a la población. De las más de 700.000 personas que han sido evacuadas en el oriente cubano, la gran mayoría lo ha hecho por su cuenta en casa de amigos, vecinos y familiares.

Los días previos a la entrada de Melissa, la gente trató de abastecerse de alimentos en un país duramente golpeado por la inflación

Los días previos a la entrada de Melissa, la gente trató de abastecerse de alimentos en un país duramente golpeado por la inflación. Aquellos que tienen acceso a la moneda estadounidense alcanzaron a comprar productos enlatados, leche en polvo, velas y baterías, pero buena parte de los cubanos de la región oriental han comenzado la semana apenas con unas pocas provisiones. En buena parte de las bodegas del sistema de racionamiento apenas habían llegado unas escasas mercancías y los largos apagones de los días previos comprometieron la preparación a nivel doméstico.

A eso se suma el mal estado de las viviendas. Deterioradas por la falta de mantenimiento y de recursos, muchas de las casas que el huracán ha encontrado a su paso son de cubierta ligera, tienen algún daño en su estructura o están en zona con peligro de inundaciones y deslizamientos de tierra. La región cubana más pobre ha sido el escenario de este golpe de la naturaleza que viene a sumarse a las afectaciones que ya han dejado las malas decisiones económicas y la obstinación oficial de prolongar un modelo fallido.

Ya han comenzado a verse los daños, a contabilizarse las afectaciones y a escucharse los testimonios tras una madrugada infernal. Es muy probable que la ayuda internacional también apoye a los que han perdido parte o todo de sus casas y de sus pertenencias. Pero el problema principal es que Melissa ha arribado a un contexto que ya estaba, casi en la totalidad de sus sectores, en indicadores negativos. 

Para muchos damnificados, el huracán será la patada definitiva para hundirlos en la miseria.

Los vientos pasarán, los ríos retomarán su cauce y, de seguro, las autoridades intentarán rentabilizar políticamente el momento, mostrándose como las únicas capaces de gestionar un desastre de tal naturaleza. Pero la realidad tiende a ser obstinada. Todavía en el oriente cubano hay personas que perdieron su vivienda con el paso de Sandy en 2012 y no han podido siquiera reconstruir una parte. Melissa podría agregar otra capa de vulnerabilidad y fragilidad a un país en terapia intensiva.

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Nota de la Redacción: Este texto se publicó inicialmente en el portal de la Deutsche Welle para América Latina.

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