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La peluda cola del gato

Yoani Sánchez

17 de octubre 2008 - 09:44

 

Aunque la persecución se ha anunciado contra los que desvíen recursos, especulen con los precios o hurten alimentos, el mercado oficial también ha colapsado por estos días. En un breve recorrido por las cafeterías estatales de mi barrio, pude comprobar la reducción de las ofertas. Un restaurante en pesos  convertibles y especializado en pescado no vende ya pizzas de camarones ni arroz a la marinera. ¿Por qué? Porque en esta Isla nada puede escapar a la presencia del trapicheo informal, a los brazos que en la sombra de la ilegalidad sostienen hasta lo que parecía ciento por ciento estatal.

Para mantener las ventas en las cafeterías y restaurantes, evidentemente se necesitaban los suministros del mercado negro. Una buena parte de lo que se vendía bajo la máscara de ser asignado de forma oficial, en realidad había sido comprada por los propios empleados a vendedores informales. Con los recursos que las empresas distribuidoras de alimentos colocan en los centros públicos no se podría mantener una oferta constante.  Los camareros y administradores de esos sitios trabajaban allí fundamentalmente por la ganancia extra-salarial  que dejaba la venta de estos productos ilegales. Al no poder obtener estos dividendos, han perdido el interés de tener la tablilla de anuncios llena y los clientes lo notan.

Por la obsesión de cazar al ratón, el gato ha visto atrapada su propia cola en la trampa. Esa peluda prolongación de ilegalidad y corrupción que al cortársela lo desangra en poco tiempo.

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