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Arroz y pollo por "fin de año" reactivan las bodegas en Sancti Spíritus

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Dos libras de cada producto se venden, por persona, a través del mercado racionado

El suministro reactiva un ritual casi olvidado: el de ir a la bodega y salir con algo tangible. / 14ymedio
Mercedes García

30 de diciembre 2025 - 12:29

Sancti Spiritus/La cola empezó a formarse antes de que amaneciera del todo, cuando el sol apenas rozaba los techos bajos, en la carretera a Zaza. Frente a la bodega, el murmullo fue creciendo con la misma rapidez con que corría la noticia: "llegó pollo y arroz por fin de año". Para muchos, la frase sonaba casi irreal. En Sancti Spíritus, donde la libreta de racionamiento se ha ido vaciando, ver a decenas de personas reunidas a las afueras de uno de estos comercios parece una escena de otro tiempo. "Hace tanto que no venía algo, que esta cola me sorprendió", cuenta a 14ymedio Cristina, una vecina de la zona.

La espera transcurre entre comentarios, cálculos y una vigilancia atenta del turno. Nadie quiere perder su lugar. Algunos llegan en bicicleta, otros arrastran un carrito improvisado; hay quienes, de pie desde hace horas, se sientan un rato sobre un muro para aliviar las piernas. La libra de arroz cuesta 155 pesos y la de pollo 20, un precio por debajo de los mercados agropecuarios y de las mipymes. 

Cuando la venta comienza, el bodeguero pesa, anota y cobra. Desde la puerta, alguien mira con atención cada movimiento, como si el ojo colectivo pudiera corregir la balanza. "Aquí hay que estar arriba de todo, porque uno se descuida y sale perdiendo", dice un jubilado que llega con su libreta doblada en el bolsillo de la camisa. El hombre cuenta que un amigo que compró más temprano, al llegar a casa, notó un faltante. "De las dos libras que le tocaban de pollo le habían tumbado media libra".

"Aquí hay que estar arriba de todo, porque uno se descuida y sale perdiendo", dice un jubilado

La cola se repite en otros barrios de la ciudad. El suministro reactiva un ritual casi olvidado: el de ir a la bodega y salir con algo tangible, sin embargo, la venta no alcanza para borrar los largos meses de escasez. El arroz llega en sacos con nombres de un país distante; el pollo, en piezas irregulares, pálidas, con más hueso y grasa que carne en algunos casos. Aun así, nadie rechaza lo que le toca. Es poco, hay que esperar horas para adquirirlo, pero representa un alivio en un momento del año en que se preparan cenas familiares y festejos modestos.

En la cola se habla del 31 de diciembre con una mezcla de resignación y pragmatismo. "Esto no es una cena, pero ayuda", dice una mujer mientras calcula mentalmente cómo estirar el arroz y el pollo. Otros recuerdan que, hace un tiempo, el fin de año venía acompañado de expectativas más ambiciosas. Ahora, la celebración se ajusta al tamaño de la jaba. 

Al caer la tarde, la bodega cierra y la cola se disuelve. En las casas, el arroz se guarda con cuidado y el pollo se reparte en porciones calculadas. Sancti Spíritus cierra el día con esa sensación ambigua tan conocida: la de haber recibido algo y, al mismo tiempo, la de seguir esperando.

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