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Panamá da por finalizada la crisis de los migrantes cubanos

Del grupo de 128 inmigrantes, 55 regresaron a la Isla y el resto han continuado la ruta para pedir asilo en EE UU

Mario J. Pentón

06 de noviembre 2017 - 16:26

Miami/"Llegar a Cuba fue muy emocionante. Las lágrimas no dejaban hablar a mi mujer ni a mi niño", relata Liuber Pérez Expósito, un campesino de Velasco, Holguín, que durante tres meses esperó "contra toda esperanza" en Panamá la resolución de su situación migratoria.

Los 128 migrantes cubanos que quedaron varados en Panamá tras el fin de la política pies secos/pies mojados ya están en casa. La mayor parte de ellos escogieron la ruta más difícil, continuar el camino por la selva para llegar a la frontera sur de Estados Unidos donde podían pedir asilo político, y los 55 restantes aceptaron el retorno voluntario que les ofreció el Gobierno panameño, con la promesa de un visado y 1.650 dólares para rehacer sus vidas.

Las tímidas reformas de Raúl Castro habían alentado a Liuber Pérez a convertirse en cuentapropista, pero las trabas lo empujaron a salir del país y gastó más de 5.000 dólares en un viaje desde Guyana que tenía como propósito llegar a Estados Unidos.

"Veía que la gente del pueblo prosperaba y podía ayudar a su familia cuando regresaban desde Estados Unidos. Eso quería, pero no pudo ser"

"Veía que la gente del pueblo prosperaba y podía ayudar a su familia cuando regresaban desde Estados Unidos. Eso quería, pero no pudo ser", cuenta sobre su motivación para emigrar. Tras recibir el apoyo económico del Gobierno panameño, Pérez Expósito tiene planificado viajar a La Habana para obtener el visado turístico que le permita regresar a Panamá.

"Pienso montar un negocio revendiendo lo que compre en la zona libre del canal. Hay mucha gente que vive de eso en Cuba", comenta ilusionado.

El viceministro de Seguridad de Panamá, Jonathan del Rosario, encargado de la repatriación de los cubanos dijo a 14ymedio que el proceso se había realizado de manera "exitosa".

Del Rosario destacó que desde que se llegó al acuerdo con el Arzobispado de Panamá de acoger a los cubanos se les brindó en todo momento alojamiento y atención médica de manera gratuita, "garantizándoles un trato digno y humanitario durante su estancia en el país".

En el momento del acuerdo del Gobierno con el Arzobispado había más de 300 cubanos en Cáritas Panamá, pero de ellos solo 128 optaron por trasladarse al albergue de Gualaca, en la zona occidental del país. Al saber que no había posibilidad de viajar a un tercer país como refugiados, 73 cubanos decidieron arriesgarse y seguir el peligroso camino de más de 3.200 kilómetros hasta la frontera de EE UU.

"Cuando cruzamos la frontera de Costa Rica la policía nos detuvo y nos amenazó con la deportación. Tuvimos que darles [a los agentes] 200 dólares y un teléfono celular de la marca Samsung para que nos liberaran y aún así se quedaron con nuestros pasaportes", cuenta Yudenny Sao Labrada, una migrante que no aceptó el trato del Gobierno panameño. De la mano de coyotes y con la ayuda de otros cubanos pudieron hacer todo el recorrido hasta México .

"Cuando cruzamos la frontera de Costa Rica la policía nos detuvo y nos amenazó con la deportación. Tuvimos que darles [a los agentes] 200 dólares y un teléfono celular de la marca Samsung"

Sao Labrada huía de la justicia cubana por su implicación en una trama de corrupción destapada en su pueblo natal, Puerto Padre (Las Tunas). Junto a su esposo, Yoendry Batista, construyó una balsa para escapar del país, pero el motor falló y la guardia costera los detuvo. La pareja salió de Cuba a través de Guyana y, tras un periplo que incluyó Brasil, Colombia, Centroamérica y México llegó a la frontera de Estados Unidos para pedir asilo político.

Las horas antes de cruzar el puente internacional de Laredo (Texas) que une a México y Estados Unidos fueron críticas para Sao Labrada. Si los oficiales de inmigración no aceptaban su caso de asilo político podría ser devuelta a Cuba y los miles de dólares y kilómetros que costó la travesía habrían sido en vano.

"Estaba muy nerviosa porque en Cuba vivimos en una dictadura pero no estamos acostumbrados a hablar de eso. Muchas veces las cosas que vivimos nos parecen normales", dice.

Al llegar al puesto migratorio pidió asilo político junto a su esposo y al día siguiente fueron separados y conducidos a diferentes centros de detención antes de pasar a fundamentar situación. En menos de nueve días Sao Labrada pasó su entrevista y fue reconocido su "temor creíble de regresar a Cuba".

"En 20 días no podía hablar con mi esposo. Eso fue muy duro porque siempre hemos estado juntos. Una vez reconocen situación te entregan el parole y te liberan, al menos en el caso de las mujeres", explica Sao Labrada.

El abogado de inmigración, Wilfredo Allen, confirma a 14ymedio la información de Sao Labrada. "Desde agosto se ha incrementado el número de personas a las que le otorgan parole en la frontera. Generalmente a las mujeres las liberan con parole una vez que han demostrado que huyen de un temor creíble de persecución en la Isla, mientras que a los hombres les imponen una fianza", explica.

Wilfredo Allen: "Desde agosto se ha incrementado el número de personas a las que le otorgan 'parole' en la frontera"

Debido a la cantidad de casos de migración en las cortes de Estados Unidos el proceso para defender ante un juez el asilo político puede tomar más de un año. En ese caso, los cubanos con parole pueden solicitar acogerse a la Ley de Ajuste Cubano. Cuando el inmigrante no puede defender en la corte su supuesta persecución política puede ser deportado a la Isla.

"Para optar a acogerse a la Ley de Ajuste Cubano es necesario tener un parole, una entrada legal al país que permita en un plazo máximo de un año y un día presentar una solicitud para regularizar el estatus migratorio", añade Allen.

Para Sao Labrada el mayor peligro ya pasó. Ha obtenido el parole y ahora espera el permiso para comenzar a trabajar en Estados Unidos y la oportunidad de defender ante un juez de inmigración su petición de asilo político.

"El estrés del viaje me provocó una diabetes y estoy luchando con ella, pero nada se compara con vivir en libertad", dice mientras espera a su esposo, Yoendry Batista -que permanece en el centro de detención-, para "estudiar inglés y comenzar una nueva vida".

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