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Pasar calor o estar fresco, el dólar marca la diferencia en Carlos III

La Habana

“Los aires están rotos y los que han puesto son ‘para donde toca’”, dice una empleada de Plaza del calzado, que pronto pasará a vender en dólares

En El Taller, una ferretería del centro comercial, los empleados solo cuentan con dos ventiladores en mal estado. / 14ymedio
Juan Diego Rodríguez

09 de julio 2025 - 14:02

La Habana/En la ferretería El Taller, enclavada en el centro comercial Carlos III, una vendedora se abanica con fuerza este miércoles intentando, más que echarse aire, espantar el vapor que inunda el local en plena mañana. Cerca tiene dos ventiladores, uno en mejores condiciones que otro, pero el poco aire que impulsan es insuficiente si se separa un poco del mostrador. 

Un piso más abajo, en Sport, los empleados y clientes disfrutan del aire acondicionado. La diferencia entre un lugar y otro es la misma que divide a los cubanos en otros tantos aspectos de la vida cotidiana: no importa si es comida, ropa o locales climatizados, en Cuba solo los que pagan en fulas tienen acceso a esos privilegios.

“Esto es una olla para cocinar gente al vapor”, se queja una clienta de Casa Nueva, otro de los locales que no han experimentado la dolarización en el centro comercial y, por tanto, tampoco la climatización. Pintada de un color verde limón que parece aumentar la sensación térmica, la tienda está surtida por Italsav –la misma empresa italiana que abastece Casalinda, en Galiano y San Rafael–. Sin embargo, el hermanamiento de las tiendas no ha evitado que una disfrute de unos estables 26 grados mientras la otra sigue siendo “un horno revolucionario”.

Para sobrevivir a las jornadas de verano, la empleada que despacha en Casa Nueva cuenta apenas con un precario ventilador que “parece tener más años que ella”, ironiza la clienta. Con el plástico tostado y sin rejillas, el aparato cruje cada vez que sus aspas giran y parece que dará su “último aldabonazo”.

Pintada de un verde limón intenso, Casa Nueva tampoco cuenta con sistema de clima. / 14ymedio

Los empleados no son ajenos al favoritismo del Estado con las tiendas en dólares. En Plaza del calzado o “la peletería económica” –como la conocen los clientes por su diferencia de precios con otras tiendas dolarizadas como Sport–, los vendedores esperan pronto salir de la “sauna” en la que se convierte la tienda cuando empieza a picar el sol.

“Los aires están rotos y los que han puesto son ‘para donde toca’. Ya nos tocará a nosotros”, dice en voz baja la vendedora a 14ymedio con la esperanza de quien sabe que, dentro de poco, su caja registradora comenzará a operar solo en verdes y los climatizadores se repararán como por arte de magia. La tienda incluso ha comenzado a liquidar parte de su mercancía. “Venden lo que se ha puesto viejo y feo, y unas sandalias están saliendo hasta en 4 MLC (moneda libremente convertible), pero además de horribles son plásticas y se ven incómodas”, criticaba una señora.

El malestar y los chorros de sudor que llegan con el verano en Cuba son parte natural de comprar en cualquier tienda en MLC y en los casi extintos comercios en pesos, y se repiten no solo en Carlos III, sino en cualquier tienda no dolarizada de la capital. “Después de salir de aquí necesito darme una buena ducha”, avisaba un cliente en Isla de Cuba, en la calle Monte; “Con este calor no dan deseos de comprar telas, sino más bien de andar en cueros”, se burlaba otra en Belinda Modas, en el bulevar de San Rafael.

En lugar de comprar telas, el calor de Belinda Modas hace querer andar "en cueros". / 14ymedio

En las tiendas en dólares, en cambio, los clientes parecen gozar de un mejor humor que solo se arruina –brevemente– cuando llega la hora de pagar. “Yo no tengo fulas para comprar nada, pero me gusta pararme a un costado de la puerta de estas tiendas y sentir el airecito frío que sale. Tampoco soy el único. La gente se arrima y uno los ve hasta suspirar. Sabrá Dios hace cuánto no sentían un aire acondicionado”, confiesa Yasel, un joven habanero que va repitiendo el truco cada vez que se encuentra un local climatizado.

En comparación con el derroche de frescor dolarizado, las peticiones de ahorro energético que realiza el Gobierno parecen un chiste. “No basta con pedirle a la gente que aguante los apagones, sino que se olviden de que los trabajadores de bancos, hospitales y otros servicios básicos no pueden conectar los equipos de clima para ahorrar ni aunque estén en una oficina sin ventanas”, defiende Yasel.

También se pasan por alto las consecuencias medioambientales de usar los aires acondicionados a toda hora y seleccionando temperaturas bajas, lo que repercute no solo en el consumo eléctrico, sino en la emisión de gases dañinos para el ambiente. El patrón se repite en hoteles e instalaciones turísticas, lo que recalca que captar divisas es una prioridad por encima de cualquier otra para el Gobierno.

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