‘Sórdida tropical’: escribir sin pedir disculpas
Literatura
Carlos Lechuga presenta su novela más insolente en Madrid
Madrid/Carlos Lechuga ha presentado este sábado Sórdida tropical en Arenales, la librería madrileña que se ha vuelto algo así como una embajada espiritual del exilio creativo cubano. Publicada por la editorial Hypermedia, no es exactamente su última novela, sino la primera –una que escribió hace casi una década y que durmió el sueño de las bestias inocentes hasta que el mundo, o al menos una parte de él, estuvo nuevamente preparado para leerla.
Porque Sórdida tropical, como apuntaba Ulises Padrón Suárez en la presentación, es incorrecta hasta el tuétano. Tropical, sí. Sórdida, por supuesto. Y completamente cancelable si la leyera un comité neopuritano de lectura.
La novela nos arrastra por una Habana que apesta a sudor, a decadencia, a ideología rancia, a Hombre Nuevo
Narrada en primera persona –porque Lechuga no sabe ni quiere hacerlo de otra manera–, la novela nos arrastra por una Habana que apesta a sudor, a decadencia, a ideología rancia, a Hombre Nuevo. Su protagonista, un tipo sin nombre y sin filtro, es misógino, fetichista, racista, sexualmente depredador y culturalmente oportunista. Busca excitarse en los sobacos del trópico mientras la ciudad, y todo un país, se incendian a su alrededor.
Lechuga, nacido en La Habana en 1983, es más conocido por su cine: Melaza (2012), Santa y Andrés (2016, censurada por el régimen) y Vicenta B (2022), su obra más íntima. Pero también ha demostrado tener puntería con la pluma. Si no, que se lo digan a quienes leyeron En brazos de la mujer casada (2000) o su ensayo-novela más reciente, Esta es tu casa, Fidel (2024), donde ya avisaba que lo suyo era hablar claro, sin matices innecesarios.
A diferencia de muchos intelectuales cubanos que salen de Letras con un torrente de lecturas, Lechuga es hijo del cine, aprendió más a mirar que a leer. Estudió en la Facultad de los Medios de Comunicación Audiovisual (Famca) y en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Quizá por eso su prosa es visual, afilada, sin maquillaje ni poses académicas.
“Este libro hay que guardarlo diez años”
La historia detrás de Sórdida tropical da para otra novela. El manuscrito fue rechazado inicialmente por una editora española que, con algo de pánico moral, le soltó: “Este libro hay que guardarlo diez años”. Tal vez temía que, en un mundo donde hasta La Bella Durmiente ha sido blanco de críticas por un beso robado, alguien pudiera confundir al autor con su personaje.
Pero Lechuga no es su protagonista sin nombre. Él no va por las calles ignorando lo que pisa ni ha necesitado “palancas” para crear. Más de una vez se ha tirado al agua de verdad, y ha padecido el correspondiente resfriado del artista que se atreve a mojarse, en un contexto autoritario.
La novela rezuma referencias: Boarding Home de Guillermo Rosales, el fatalismo sucio de Pedro Juan Gutiérrez, el existencialismo tropical de Desnoes. Lechuga, sin embargo, no pretende imitar a nadie. Su fuerza está en el descaro con el que escribe, en la forma en que “encuera” las frases y deja al lector como a los personajes: vulnerable y "al pelo”. Es una especie de OnlyFans literario, pero con más neurosis que simple carne cruda.
Lechuga ha dicho que escribió la novela en plena crisis
En algún momento, Sórdida tropical se llamó Nebulosa, también Quemar La Habana, quemarlo todo. Y no por puro efectismo: esta novela es una quema emocional, cultural y estética. Una descarga sin anestesia que saca a relucir la podredumbre que muchos prefieren ignorar.
Lechuga ha dicho que la escribió en plena crisis: exiliado del cine, durmiendo en el sofá de su madre y con una necesidad feroz de decirlo todo. Por eso el libro arde. Por eso no pide permiso ni da explicaciones.
Alguien podrá decir que no hay nada nuevo bajo el sol, pero el contexto en que esta novela ve la luz eleva la magnitud del riesgo. Este libro protesta –o proteXXXta, como lo llama Lechuga– no ha nacido en tiempos donde se celebra el desparpajo del intruso, sino en uno donde el mercado asume nuevas reglas morales. Y su coraje no está en defender el horror, todo lo contrario, está en no esconderlo bajo la alfombra.
Bienvenida, Sórdida tropical. Un libro para leer de un sorbo, con una ceja arqueada y un ventilador de fondo. No sirve para adornar el librero: hay que manosearlo, discutirlo, y tal vez –si uno no tiene miedo al fuego– volverlo a leer.