Los uniformes escolares cuestan 75 pesos en las tiendas de Matanzas y se revenden en 600 en Facebook
Corrupción
Los padres ven cómo algunos clientes se llevan varias piezas sin mostrar la tarjeta de menor, que es obligatoria para esas compras
Matanzas/Aunque lleva más de cinco años viviendo en Pueblo Nuevo (Matanzas), Tamara todavía tuvo que dar varias vueltas antes de encontrar la tienda El Llavín. No es para menos: el local, enclavado en la calle San Rafael, es uno de los puntos escogidos por el Gobierno para vender uniformes escolares este curso, pero de puertas afuera nadie lo adivinaría. Sin rótulo que lo identifique, y con estantes que exhiben frazadas de piso, desincrustantes y cubos plásticos, cuesta creer que ahí se repartan las camisas y blusas que vestirán a los estudiantes en septiembre.
La estrategia oficial ha sido organizar la venta según la ubicación de cada escuela, aunque el resultado, en la práctica, no parece acercarse a la intención de "facilitar" la compra y la reventa informal sigue expandiéndose. "Aquí yo había venido una vez a comprar lejía, jamás pensé que también venderían uniformes", confiesa Tamara, madre de un niño que cursará quinto grado en la escuela Eliseo Noel Caamaño, una de las instituciones asignadas a El Llavín.
"Supuestamente venden un uniforme por estudiante, pero ya no queda casi nada"
Dentro, la escena es preocupante. "Solo quedan tallas de preescolar", advierte una dependienta a un cliente. Tamara, aturdida, mira las frazadas sobre los estantes y se queda sin palabras. "Supuestamente venden un uniforme por estudiante, pero ya no queda casi nada. En Facebook los revenden a 500 o 600 pesos, cuando aquí cuestan 75. No hay control posible en este país", protesta, mientras observa cómo otra mujer se lleva dos juegos sin mostrar la tarjeta de menor que debería ser obligatoria.
El negocio paralelo florece al mismo tiempo que las perchas oficiales se vacían. La diferencia entre el precio estatal y el del mercado negro multiplica el descontento de los padres, que denuncian que la mayoría de las piezas nunca llega realmente a los mostradores.
"En este país lo más simple se convierte en un problema insoluble"
En El Llavín, entre quienes buscan esponjas o jabón aparece Rosa, madre soltera con dos hijos en primaria y secundaria. "Vivo en La Playa y me tocaba Bellamar, pero ahí tampoco resolví. Para séptimo solo hay tallas enormes y para tercero nada más venden para preescolar y quinto. En este país lo más simple se convierte en un problema insoluble", se lamenta.
El Ministerio de Comercio Interior anunció que este año solo se entregarán uniformes a los grados iniciales: preescolar, quinto, séptimo, décimo y primer año de técnico profesional o pedagógico. Para el resto, habrá que esperar la llegada del tejido importado. Con atrasos en la producción, las ventas se controlan por listados y certificados, y en la práctica se traducen en colas, confusión y quejas.
Rosa se resigna a pedir ayuda a su hermana en Miami
La escasez obliga a los padres a echar mano de lo que haya. Muchos guardan uniformes viejos para heredarlos a los más pequeños. Rosa, sin esa opción, se resigna a pedir ayuda a su hermana en Miami: "Ya me mandará mochilas y libretas, pero ahora le pediré que incluya dos mudas de uniforme. Es increíble tener que buscarlos fuera, cuando aquí deberían estar garantizados".
Con el inicio de clases a la vuelta de la esquina, los dependientes repiten que no hay aviso de nueva mercancía. "El que no ha venido, que se apure", dice una empleada. En El Llavín, Rosa aguarda a que una pareja termine de comprar vasos plásticos. "Veré si me venden aunque sea un uniforme de preescolar para el hijo de una amiga. No traigo su tarjeta ni me toca esta tienda, pero aquí lo que no se intenta, no se consigue", asegura. Y lo dice con la certeza de que, más que el listado oficial, es el dinero el que abre las puertas.