De la basura a la pantalla, Los Archivistas Salvajes rescatan el cine 'amateur' cubano
Cine
El Festival de Bilbao rinde homenaje al creador irreverente Manuel Marzel
México/Una tarde de 2020, los cineastas Lucía Malandro y Daniel Saucedo caminaban por las calles de Centro Habana cuando, por casualidad, se tropezaron con un contenedor de basura que contenía cinco rollos de 16mm. Era un hallazgo inesperado, pero no aislado: en los últimos años, numerosos fragmentos de la memoria audiovisual cubana habían terminado botados, dispersos o abandonados, sin que existiera un sistema que garantizara su preservación.
Numerosos fragmentos de la memoria audiovisual cubana habían terminado botados
Aquel encuentro fortuito marcó el nacimiento de uno de los archivos de cine cubano no institucional más importantes del país: Los Subterráneos. Este archivo hoy resguarda una parte esencial del cine independiente y amateur realizado en la Isla. Allí se preservan muchas de las películas realizadas en el mítico cineclub Sigma de La Habana, y entre ellas se encuentran varias de Manuel Marzel, fallecido el pasado mes de julio a los 57 años y una de las voces más originales del cine experimental cubano.
Películas como A Norman McLaren (1990), Evidentemente comieron chocolate suizo (último rollo) (1991) y La ballena es buena (1991) forman parte de las piezas que preserva, expone y difunde el archivo junto con el colectivo que lo gestiona, Archivistas Salvajes. Es gracias a estos que, precisamente este jueves, el Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao (Zinebi) ha rendido homenaje al cineasta cubano.
Marzel construyó en su cine un universo lúdico, irreverente y libre, guiado por la intuición y un impulso creativo que desafiaba cualquier canon. Mientras buena parte del cine cubano de la época seguía caminos más establecidos, él trabajaba con el humor, el absurdo y juegos formales que lo convirtieron en una figura de culto para generaciones posteriores.
El caso del archivo de Malandro y Saucedo no es aislado. En los últimos tiempos, en Cuba han surgido diversas iniciativas dedicadas a preservar una memoria extraoficial que, de otro modo, se perdería sin remedio. Archivos del Monte, por ejemplo, es una iniciativa creada por los investigadores y artistas Hanzer González Garriga y Jorge Luis Roig García, dedicada a rescatar y conservar fotografías domésticas, álbumes familiares, negativos, diapositivas y otros materiales visuales privados que han quedado sin dueño o en riesgo de perderse.
En la página web del archivo hay una invitación clara para quienes emigran: depositar temporalmente sus fotos y videos caseros para garantizar su preservación, con la promesa de que pueden ser retirados en cualquier momento cuando la familia lo decida. Frente a una realidad en la que en Cuba se venden casas “con todo adentro” para poder emigrar y donde la memoria se desecha en la basura sin que exista un sistema estatal que la resguarde, iniciativas así se vuelven esenciales. Evitan que desaparezca un patrimonio íntimo que, una vez perdido, es irrecuperable.
Colectivos como Archivistas Salvajes o Archivos del Monte trabajan desde la intuición, desde la urgencia y desde la fragilidad del archivo doméstico, pero el impacto de su labor es enorme. Son proyectos que en silencio están recomponiendo fragmentos de la historia visual de Cuba desde los márgenes y lo cotidiano, asegurando que esas vidas, esos gestos y esas imágenes que nunca fueron consideradas “importantes” no se pierdan para siempre.