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'Vestido de novia', todos los travestismos

El personaje de Rosa Elena, interpretado por Laura de la Uz. (Vestido de Novia la película)
Reinaldo Escobar

10 de febrero 2015 - 06:03

La Habana/Me hubiera gustado ver el filme Vestido de Novia acompañado de Wendy Iriepa. A ella le debo haber entendido la profunda diferencia entre "cambio de sexo" y "adecuación genital". Wendy, como la Rosa Elena de la película, nació en el cuerpo equivocado, encontró el coraje para someterse a cirugía y se casó con un hombre. En agosto de 2011 tuve el enorme privilegio de ser el padrino de aquella boda.

Marilyn Soraya tuvo a su cargo el guión y la dirección de este filme, que ahora circula en las redes alternativas de vídeos, luego de haberse presentado con éxito en el 36 Festival Internacional de Cine de la Habana y que cuenta la historia de Rosa Elena, una auxiliar de enfermería, interpretada por Laura de la Uz, que está recién casada con el ingeniero Ernesto, representado por Luís Alberto García, quien no sospecha que su esposa fue Alejandro en otros tiempos.

Cada espectador encuentra en las películas que ve una escena preferida, un personaje que lo atrapa, un parlamento que le impacta, una actuación que lo conmueve.

Escenas tengo varias: cuando el personaje de Sissi dialoga con el padre de Rosa Elena en un inusual contraste de dominación y servidumbre; la estampida del Maleconazo en la que se antepone el clamor de libertad con las consignas que otros repiten y, a mi juicio, la mejor de todas, cuando llena de espanto Rosa Elena se esconde en un baño de hombres mientras afuera se desata una razia homofóbica que solo puede adivinarse en las sirenas y en la gritería recogidas en la banda sonora y queda impecablemente dramatizada en el estremecedor pánico que expone el rostro de Laura de la Uz.

Aparte de la protagonista, que obviamente concentra la atención junto a Luis Alberto García, hay dos personajes magistralmente elaborados e interpretados: Sissi, o Panchito, de la mano de Isabel Santos, y Roberto, el corrupto jefe de almacén, actuado por Mario Guerra. La forma en que Isabel Santos logra envolver su exultante femineidad en la ambigua masculinidad de su otro yo resulta un objeto de estudio para sexólogos y actrices. Por su parte, Mario Guerra encarna en la pantalla un ejemplar humano lamentablemente abundante en la Cuba que padecemos: el despiadado hijo de puta, simulador sin ética ni principios, capaz de cualquier cosa excepto de sentir compasión.

El filme defiende el travestismo de género al tiempo que condena el travestismo ideológico y ético de quienes con el ropaje de revolucionarios se comportan como vulgares represores

Una de las cualidades más notables de Vestido de Novia es que descansa más en el lenguaje cinematográfico que en el texto hablado. A lo largo de 90 minutos no hay un solo discurso de corte reivindicativo de las preferencias sexuales, pero cada palabra parece haber sido calibrada en esa dirección antes de colocarla en boca de los intérpretes. En el libreto resaltan dos bocadillos antológicos, el de Sissi ante el espejo: "¿Cómo me corto esto, cómo me lo corto?"; y Rosa Elena frente al Oficial de Guardia en la estación de policía: "¿No me vas a pedir el carné; no me vas a preguntar qué soy?"

Vestido de Novia denuncia la incomprensión humana, la intolerancia ante lo diferente, presente en mayor o menor medida en todas las latitudes y bajo casi todas las ideologías, pero que se hace más insoportable en un Estado totalitario conducido con inapelables métodos policiales. Resulta paradójico que el filme defiende el travestismo de género al tiempo que condena la impostura, la doble moral, el travestismo ideológico y ético de quienes con el ropaje de revolucionarios, humanistas de izquierda, piensan y se comportan como vulgares represores, al tiempo que delinquen y traicionan.

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