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Una generación rebelde que ya está derribando gobiernos

Opinión

La caducidad del socialismo cubano también enfrenta la rebeldía de los Z

Uno de los emblemas de la generación Z es la bandera pirata extraída de la serie de dibujos animados 'One Piece'. / EFE
Federico Hernández Aguilar

26 de octubre 2025 - 08:33

San Salvador/Un fantasma recorre el planeta entero amenazando la tranquilidad de los gobiernos de turno. Pero no se trata de aquel viejo fantasma al que Carlos Marx atribuyó la capacidad de liberar a los pueblos e instalar paraísos en la tierra; bien mirado, este nuevo espíritu viene a ser casi el opuesto al planteado por el padre del comunismo.

Este fenómeno social tiene por protagonistas a los jóvenes. Es un movimiento vigoroso de ciudadanos que vinieron al mundo entre 1996 y 2010, es decir, los incluidos en la llamada generación Z, la primera que se desarrolló inmersa en la revolución tecnológica encabezada por la digitalización de las comunicaciones. No es extraño, por tanto, que uno de sus más populares emblemas sea el de una bandera pirata extraída de la serie de dibujos animados One Piece, en la que sus héroes, creados a partir de un manga japonés, se enfrentan valientemente contra el autoritarismo y la corrupción.

Fidel Castro tuvo que recurrir, a principios de los sesentas, a la imposición leninista de la “verdad revolucionaria” a través del sistema de enseñanza pública cubano. Aprovechó el capital político que le daba el triunfo de una lucha acaudillada por jóvenes y contó con el espacio de maniobra que en aquella época le otorgaba la ausencia de una red global de información. En otras palabras, hizo lo que quiso y cuando lo quiso.

Hoy, pese a todo, la caducidad del socialismo cubano también enfrenta la rebeldía de los Z, exactamente como está ocurriendo en otras naciones del planeta. En Perú, por ejemplo, la reciente caída del Gobierno de Dina Boluarte tuvo como precedente un número elevado y sostenido de protestas airadas en las que muchos jóvenes se jugaron la vida. Bastante más lejos, en el océano Índico, alzamientos callejeros de muchachos estimularon el golpe militar que puso fin a la presidencia de Andry Rajoelina en la isla de Madagascar, indignados por su ineptitud. En septiembre pasado, fue a través de la plataforma Discord, famosa entre los usuarios de juegos digitales, que los jóvenes se reunieron virtualmente para sustituir al primer ministro nepalí K. P. Sharma Oli, que amagó con censurar las redes sociales.

Puede que hayan sido muy diversos los motivos puntuales de cada levantamiento social, pero a todos los ha unido el deseo de cambio y la defensa de las libertades

Se afirma que la generación Z consiguió su primer éxito político en Sri Lanka, en julio de 2022, cuando el levantamiento sistemático de miles de ciudadanos no partidistas obligó al presidente Gotabaya Rajapaksa a abandonar el poder. En ese caso, el agotamiento de la sociedad ceilandesa por la crisis económica habría sido el detonante principal. Dos años después, en Bangladesh, la primera ministra Sheij Hasina dimitió de su cargo luego de una serie de revueltas encabezadas principalmente por estudiantes de universidades públicas y privadas, hartos de las arbitrariedades políticas y la represión gubernamental.

En estos dos movimientos del sur de Asia parecen haberse inspirado las rebeliones posteriores, que incluyeron a Indonesia, Filipinas, Kenia, Marruecos y hasta Francia, además de las ya mencionadas protestas en Perú, Madagascar y Nepal. Puede que hayan sido muy diversos los motivos puntuales de cada levantamiento social, pero a todos los ha unido el deseo de cambio y la defensa de las libertades.

En los cinco continentes, además, ha sucedido lo mismo: las movilizaciones han sido espontáneas, las convocatorias han derrochado creatividad, los protagonistas no sobrepasan los 35 años de edad y la mayoría manifiesta sentirse agraviada por sus liderazgos nacionales, con independencia de trayectorias e ideologías.

Todavía es temprano para saber qué tan lejos llegará la generación Z en su intento de globalizar los cambios económicos, sociales y políticos que invocan. Ni siquiera es posible vislumbrar aún la apuesta concreta que pudiera desprenderse de cada caso. Lo que sí importa registrar es la eficacia del fenómeno, las transformaciones que ya está produciendo en muchos sectores y su creciente capacidad de contagio.

El autoritarismo se alimenta de la indiferencia; la libertad, del compromiso

Los regímenes autoritarios en el mundo no parecen estar preparados para enfrentar a una juventud idealista, cuestionadora y claramente decidida a no perder su libertad de expresión. Este tipo de rival, tan formidable, no estaba registrado en los radares del despotismo, entre otras cosas porque tiene rostro joven, discurso fresco, vitalidad inagotable y muy pocas costillas que le cuenten.

Vivimos tiempos de comunicación instantánea, eclecticismo informativo y simbología alternativa. Las nuevas generaciones han hecho suyos estos campos y los han convertido en parte integral de su cotidianidad. La juventud, ciertamente, no es sinónimo de originalidad y optimismo, así como el paso de los años no es garantía de madurez y criterio. Sin embargo, entre las principales tragedias de las naciones contemporáneas debemos identificar siempre el número –grande o pequeño– de sus jóvenes apáticos.

El autoritarismo se alimenta de la indiferencia; la libertad, del compromiso. ¿Quién puede combatir el entusiasmo juvenil sin convertirse en contrincante del futuro? ¿De qué forma se enfrenta con solvencia el ardor de la juventud sin parecer avejentado, caduco, en vías de extinción?

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