La maldad del sector privado según 'Granma'

El diario publica una viñeta que contrapone dos trabajadores estatales angelicales con un cuentapropista malvado

Hasta mayo de 2019 laboraban en el país 605.908 trabajadores por cuenta propia en las 128 actividades autorizadas. (Alfonso B.)
Hasta mayo de 2019 laboraban en el país 605.908 trabajadores por cuenta propia en las 128 actividades autorizadas. (Alfonso B.)
Yoani Sánchez

09 de agosto 2019 - 17:27

La Habana/Hace más de 20 años, cuando estudiaba Filología en la Universidad de La Habana, una colega hizo un estudio sobre los titulares de la prensa oficial. La joven comparó los verbos que encabezaban las noticias nacionales con aquellos que se usaban para temas internacionales. El resultado fue que la mayoría de los sucesos cubanos llevaban términos positivos, al estilo de "desarrollar", "construir", "ampliar" o "crecer", mientras que los artículos sobre otros países frecuentemente se titularon con palabras como "matar", "destruir" y "reprimir".

Con el paso de los años poco ha cambiado esta línea editorial que ha alimentado la creencia popular de que "para el diario Granma dentro de la Isla todo está bien y fuera, mal". Pero tales contrastes no solo se expresan en función del lugar donde se genera la noticia, sino también a la hora de abordar el sector estatal en contraposición con el privado. Mientras las empresas públicas se llevan buena parte de las frases triunfalistas, los cuentapropistas son frecuente blanco de críticas, estereotipos y acusaciones.

Con pocos días de diferencia, hemos tenido ante nuestros ojos dos excelentes ejemplos de esta diferencia en el tratamiento

Con pocos días de diferencia, hemos tenido ante nuestros ojos dos excelentes ejemplos de esta diferencia en el tratamiento. El primero de ellos fue la publicación, el pasado 5 de agosto, de un texto de Oni Acosta bajo el título Música y nocturnidad: ¿vampiros al acecho? El autor se quejaba de la parrilla musical de un bar privado habanero del que nunca mencionó el nombre y al que prefirió definir como "el lugar de marras", pero acusó de tener un repertorio "mediocre" y de difundir el reparterismo en las letras de las canciones.

Además de no agregar que mucha de esa música suena también en los altavoces de los bares y centros recreativos estatales, las áreas comunes de los hoteles y hasta las fiestas escolares, Acosta (o su editor) eligió para titular el texto dos palabras peyorativas, como "nocturnidad", que se utiliza fundamentalmente para referirse a la circunstancia agravante de un delito perpetrado de noche, y "vampiros", que sugiere unos chupasangres o gente que se aprovecha del cliente para succionar su dinero a ritmo de reguetón.

La crítica de Acosta levantó una polvareda precisamente por abordar el fenómeno de manera parcial y escorada hacia el oficialismo, pero también porque prolonga y alimenta un prejuicio contra el sector por cuenta propia como promotor del mal gusto y más interesado en recaudar efectivo que en promocionar la buena música. Como un Drácula insaciable, el pequeño empresario cubano se ve más como codicioso explotador dispuesto a todo que como un pilar imprescindible de la economía nacional, según se infiere del texto.

No pasaron ni tres días y la arremetida contra los particulares ha subido de tono. Este jueves, el órgano oficial del Partido Comunista publicó un largo artículo firmado por Luis Toledo Sande sobre el aumento salarial anunciado en junio pasado. Como ilustración, una viñeta muestra a dos sonrientes empleados estatales que comentan los beneficios del nuevo sueldo con frases de esas que nadie en su sano juicio dice en ningún lado, como que "paralelamente habrá que aumentar la productividad, la consagración al trabajo...".

Los dos trabajadores están pintados con un tono azulado, vestidos como funcionarios, y caminan juntos hacia un puesto de venta de productos agrícolas con el cartel de precios topados. Detrás del mostrador, el comerciante está dibujado de una manera bien diferente. De piel amarillo-verdosa, cara de criminal recién escapado de prisión y una vestimenta que intenta ridiculizarlo y hacerlo parecer vulgar, el cuentapropista se ve como el malo de la escena.

El texto refuerza el ataque, pues incluye una diatriba a los economistas y académicos que han alertado de los peligros de 'topar' precios de productos y servicios

El texto refuerza el ataque, pues incluye una diatriba a los economistas y académicos que han alertado de los peligros de topar precios de productos y servicios. Sobre ellos, de los que tampoco menciona nombres, el autor advierte que "no es casual que procuren sembrar dudas e incertidumbres contra los actuales aumentos", y sus consejos de no intentar regular de manera tan drástica el mercado son solo "revolturas liberales", según Sande.

El texto deja un regusto amargo porque da la impresión de que todo aquel que está contra la imposición de precios topados en el transporte particular, las bebidas en cafeterías privadas y los mercados agrícolas es, cuando menos, un enemigo de la patria. Esa tesis, unida a la maniquea viñeta que encabeza el artículo, son un ataque calculado y visceral al emprendimiento.

"No vamos a retroceder ni a detenernos, ni tampoco permitir estigmas y prejuicios hacia el sector no estatal", decía hace dos años Raúl Castro insistiendo en una idea que ya había esbozado con anterioridad. Pero no basta con decirlo de vez en cuando para mostrar un buen talante hacia el sector privado. Los hechos, el tratamiento que se le da al cuentapropista en la prensa y hasta la manera en que es mostrado gráficamente revelan más que las consignas.

Si nos dejamos llevar por lo que publican los periódicos cubanos se podría concluir que el oficialismo sigue mirando con ojeriza a los negocios particulares. Para las autoridades, son un mal, aunque un mal necesario.

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