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Termina un año de equilibrios frágiles y teatralidad excesiva

Opinión

La polarización ha caracterizado este 2025, tanto dentro como fuera de Estados Unidos

El planeta no había tenido que lidiar antes con un dirigente político tan disruptivo en un cargo con semejante preponderancia. / EFE
Federico Hernández Aguilar

27 de diciembre 2025 - 07:24

San Salvador/Para bien y para mal, durante el año que termina la polémica figura de Donald Trump ha campeado en el escenario internacional, con sus excesos verbales, sus acciones discutibles y sus manifiestas incoherencias. El planeta no había tenido que lidiar antes con un dirigente político tan disruptivo en un cargo con semejante preponderancia. El resultado de ello ha sido la tremenda polarización que ha caracterizado este 2025, tanto dentro como fuera de Estados Unidos.

Por paradójico que parezca, las consecuencias reales que cabría esperar de un temperamento tan volátil e impredecible como el de Trump no exhiben aún las modificaciones sustanciales que él afirma haber conseguido en el tablero mundial. Rusia y Ucrania siguen en guerra, Camboya y Tailandia mantienen sus tensiones fronterizas, el conflicto en el Congo está vigente, Armenia y Azerbaiyán todavía no firman un tratado de paz, Irán no ha abandonado su programa nuclear y Europa continúa su deslizamiento a la irrelevancia. Únicamente la actual pausa bélica entre Israel y Hamás ha supuesto un triunfo relativo para la Casa Blanca, si bien se trata de un paréntesis de cristal en un conflicto que está lejos de terminar.

En Estados Unidos, los sondeos de opinión de diciembre ubican al presidente Trump por debajo del 40% de aprobación. Aunque los admiradores del republicano se resistan a admitirlo, sus agresivas políticas arancelarias han sido contraproducentes y terminaron golpeando el bolsillo del ciudadano promedio, que resiente una inflación muy protagónica en las encuestas. Los resultados de lo anterior también se han reflejado en las urnas, incluyendo ahora la sorprendente victoria demócrata para la alcaldía de Miami.

Como se expuso en esta columna en noviembre del año pasado, Trump y su equipo estaban obligados a leer bien los resultados de su victoria electoral de 2024, reconociendo que esta indicaría, antes que un apoyo incondicional a su agenda, un rechazo categórico a la agenda política del adversario. Y en el movedizo terreno de la política, donde las victorias arrolladoras pueden resultar tan difíciles de manejar como las derrotas, evitar la tentación de percibirse más respaldado de lo que ha sido en realidad sería un signo de madurez atípico en Donald Trump.

Milei se consolidó en Argentina, Kast triunfó en Chile y el socialismo se desmoronó en Bolivia, Ecuador y Honduras

Y no. Como ha quedado demostrado, la madurez y el realismo no parecen tener la debida ubicación en el radar analítico del trumpismo, que ahora se encuentra fragmentado y expuesto a nuevos desgarrones conforme se acercan las elecciones de medio término.

Por otro lado, la reconfiguración del mapa político hispanoamericano ha sido impactante en 2025. Javier Milei se consolidó en Argentina, José Antonio Kast triunfó en Chile y el socialismo se desmoronó en Bolivia, Ecuador y Honduras. Cuba cierra el año con una economía destrozada, Venezuela se asfixia bajo el bloqueo marítimo norteamericano y Nicaragua se ha convertido en una tiranía cada vez más esperpéntica.

El llamado “progresismo” solo se mantiene estable en Uruguay, Brasil y México, con Lula da Silva y Claudia Sheinbaum conservando sus respectivas ventajas en las encuestas de popularidad. Gustavo Petro, en Colombia, es una figura tambaleante, fácilmente controvertible por una oposición que podría aglutinar a las fuerzas liberales bajo un solo liderazgo.

La intervención de Trump en los asuntos hemisféricos es una realidad que demostraría su eficacia solo en la medida que aprendiera a regularse. El inquilino de la Casa Blanca tiene notables aliados al sur del continente, pero su forma de imponerse está generando más antipatías de las aconsejables. Entre hacerse temer y hacerse odiar existen diferencias notorias, concentradas en sus secuelas a largo plazo. A Trump, sin embargo, la mirada horizontal le resulta, al parecer, biológicamente impracticable.

María Corina Machado ganó un Nobel de la Paz que ha colocado al régimen venezolano en el centro de las críticas globales

La suerte de Venezuela y su dictadura sigue sin definirse, pero no podrá seguir así durante todo 2026. El impresionante despliegue naviero de Estados Unidos comporta una exageración de recursos si se limita a la captura de lanchas con narcóticos, amén del problema político de las muertes provocadas por estos ataques desproporcionados. Tiene mayor sentido el bloqueo si el trasiego de ciertas materias primas hacia Irán se ha detenido y si se considera la caída del régimen de Maduro —en serio— como un asunto de seguridad nacional.

El socialismo bolivariano, en todo caso, no tiene posibilidades de sobrevivir ante el aumento de la presión, tanto externa como interna. María Corina Machado ganó un Nobel de la Paz que ha colocado al régimen venezolano en el centro de las críticas globales. Al interior del país, mientras tanto, las condiciones psicológicas están siendo llevadas al límite. No se necesita que EE UU invada Venezuela para tumbar a Maduro. El colapso vendrá de la acumulación de las tensiones y de una serie de intervenciones quirúrgicas agregadas al proceso, tácticas de precisión que por alguna razón todavía no se han ejecutado.

2025 ha sido un año convulso, con la geopolítica inclinada a los equilibrios frágiles y las escaramuzas infértiles. La teatralidad ha tenido demasiada presencia por encima de la efectividad. Las instituciones democráticas, en el caso de Estados Unidos, aún no consiguen imponerse a los caprichos de Trump, pero tendrán muchas más posibilidades de éxito en la medida en que sus acciones reciban el debido respaldo ciudadano. Nada hace presagiar, sin embargo, que el extremismo ideológico sea la mejor alternativa ante el trumpismo. Solo más democracia y equilibrio de poderes harán que 2026 sea un año menos agitado y divisivo.

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