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Suprimir las remesas para castigar a los ladrones en el poder

Las remesas son el principal sostén de la población dentro de la Isla pero también del Gobierno. (14yemdio)
Guamacaro

03 de junio 2019 - 13:18

Canadá/Somos un pueblo que vale la pena rescatar. Nuestra misericordia rebasa los límites inimaginables. Por eso, aún después de ser bañados con huevos por nuestros semejantes, de ser llamados malnacidos, apátridas, traidores, gusanos, de ser maltratados en cada viaje a la Isla y en cada trámite relacionado con una ciudadanía que solamente nos permiten disfrutar a medias, o más bien sufrir en demasía por el acoso constante de los expertos en chantaje que nos la regulan. De ser humillados en la televisión y la radio públicamente cuando defendemos los derechos de nuestros conciudadanos. De ser apresados después de protestas pacíficas, de ser encarcelados en números que llegan a los 100.000 por año, de ser excarcelados sin derecho a reinserción social en el mismo número y cada tres años en promedio, de correr el riesgo de sumar una población excarcelaria cercana a los 3 millones para el año 2028 que no precisamente formará parte de la población de ancianos abandonados que sumarán una cifra cercana por la misma fecha, llegando en ese momento entre la población en riesgo, la vulnerable y los casos sociales, a casi 11 millones de ciudadanos.

Después de ser robados día a día, de efectuar compras online para que nuestros conciudadanos puedan alimentarse a precios excesivamente altos fijados por los ladrones que gozan del poder como si fuese su botín, los mismos ladrones que tienen a la isla desabastecida. A pesar de soportar que nuestros conciudadanos no reciban la atención médica ni escolar que necesitan por falta de intelectuales, que se forman en masa en las universidades jurando fidelidad a un sistema que repite mil veces palabras bonitas para engañar al mundo entero y cuyo uso real es el producto esclavo dentro y fuera de la Isla para la conveniencia de las personas que administran el Estado como si fuese su empresa privada, y no utilizando sus servicios a la conveniencia del pueblo.

Nosotros, los que salimos y los que saldremos en un futuro cercano, somos los que mantenemos económicamente a todo un pueblo al que amamos demasiado, aún después de tanta decepción

Después de soportar que la mayoría votase en acuerdo afirmativo por una Constitución indigna que los encarcela y que algunos de los más respetados intelectuales se presten para apoyar un sistema que tiene como rehén a toda una población de cubanos dentro y fuera de la Isla, nosotros, los que salimos y los que saldremos en un futuro cercano, somos los que mantenemos económicamente a todo un pueblo al que amamos demasiado, aún después de tanta decepción.

Este es un pueblo al que perdonamos, aunque eleven un fusil contra nosotros y aunque nos difamen, porque sabemos que es un pueblo cautivo. Porque sus ojos no han visto lo que han visto los nuestros. Porque la sabiduría colectiva nos muestra que, aun si la mayoría están equivocados, se debe a su desconocimiento y a su estado de cautiverio, que les hace creer justo el hecho de defender algo que va contra ellos mismos.

Muchísimos de nosotros seríamos capaces hasta de morir gritando cuánto los amamos mientras nos apedrean injustamente en plena plaza, porque ya muchos han demostrado esta disposición. Decenas y decenas de veces ha pasado ante nuestros ojos, cuando muchos gritan consignas en favor de los derechos humanos a toda voz, dando el máximo de sí mismo por los otros, arriesgando sus vidas para luchar por las vidas de los otros, mientras la policía los maltrata y golpea fuertemente, los apresa injustamente ante decenas de ciudadanos que miran la escena sin ni siquiera reaccionar al abuso. Al menos exteriormente, porque es imposible creer que no reaccionan de alguna manera. Porque nosotros somos ese pueblo. La isla de los 11 millones de esclavos modernos con unos salarios entre los más bajos del mundo aún cuando el PIB per cápita supera, a pesar del tan mencionado embargo comercial, casi todos los de los países africanos y latinoamericanos más pobres.

Enviamos dinero día a día a los que viven dentro para que puedan comprar comida en los únicos negocios en que pueden hacerlo, los comercios de los ladrones sentados cómodamente en el asiento del poder. Y aun si éstos y sus actos viles nos producen constantemente náuseas, estamos contribuyendo con cada dólar que enviamos a los nuestros. Es nuestra realidad, aunque nos duela.

El sobreprecio que pagamos por cada artículo comprado online lo usan para abastecer la tienda otra vez con nuevos alimentos que volveremos a comprar para alimentar a nuestro pueblo. Un círculo vicioso que no parará hasta que sea parado por fuerza.

Me pregunto si con ese mismo amor con el que los ayudamos día a día seríamos capaces, todos los que estamos manteniendo contra nuestra voluntad ese estado de constante zozobra, de vestirnos todos de batas blancas, como doctores que proyectan muy pronto pasar a la mesa de operación, administrando un ayuno simbólico y minuciosamente planificado, y encargarnos de realizar el mayor abastecimiento posible a los ciudadanos de la Isla sin que beneficie a la tiranía. Con productos alimenticios y medicinas comprados por nosotros, los ciudadanos que vivimos en el exterior, en los países que sí se merecen una contribución económica y un incentivo comercial de nuestra parte por habernos abierto las puertas al huir de la dictadura.

Me pregunto si algún día no muy lejano podríamos decidir ayudar a los de la Isla más dignamente y poner así una buena anestesia que cause inmovilidad absoluta

Demostrándole así a nuestros conciudadanos, con cada acto de negación de envío monetario y con nuestro despertar a nuestra dura realidad que lo hacemos con inmenso amor y no por venganza contra nuestro pueblo.

Me pregunto si algún día no muy lejano podríamos decidir ayudar a los de la Isla más dignamente y poner así una buena anestesia que cause inmovilidad absoluta. Eliminando todo tipo de remesa o de recarga telefónica que engrosa las arcas de los comercios estatales y de Etecsa durante al menos un buen tiempo, con el fin de extirpar, de una vez y por todas, el horrible cáncer que padece nuestro pueblo. El cáncer de su bloqueo interno y la represión que sufren de la mano inclemente de los que secuestran el poder. Dejando vacíos los bolsillos de los ladrones gobernantes, al menos lo suficiente para que después de un ayuno muy intenso, y siempre supervisado rigurosamente por nuestras simbólicas batas blancas para que no mueran de hambre los nuestros, se curen para siempre.

Después de todo, somos los representantes y los autores intelectuales de todas las remesas, tan esperadas cada año por los ladrones del poder. Las remesas que constituyen uno de los tres principales componentes económicos del PIB que va a saco roto hace 60 años y no a los salarios.

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