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Las cosas que quedan después de la tragedia

Localización de restos en la zona de los Alpes en que fue estrellado el avión de Germanwings. (Ministère de l'Intérieur)
Yoani Sánchez

30 de marzo 2015 - 08:05

Hay ropa dispersa sobre la cordillera, maletas abiertas, muñecas de niños que nunca volverán a jugar. Las cosas que pertenecieron a gente que hasta hace poco estuvo viva y de las que apenas queda el recuerdo, un reguero de bienes que habrá que clasificar y hacer llegar a las familias de las víctimas. La tragedia del A320 de Germanwings que se estrelló en los Alpes franceses me hace reflexionar, como tantas otras, sobre el breve segundo que nos separa de la muerte. Un líder suicida, un demente al timón, una guerra que desataron otros..., las mil y una formas de morir que nos trae la vida.

Una tarde de 1985 mi familia se quedó con la mesa servida a la espera de la abuela. Ella nunca llegó, porque dos borrachos en plena reyerta la hirieron mortalmente en una cafetería cercana. Sobre la mesa permaneció su plato. Frío, solo, con la cuchara al lado y el vaso de agua haciendo una marca redonda y húmeda en la madera. Después estaban sus zapatos, la cartera donde atesoraba sus monedas y una nuez moscada. La ropa colgada en el armario y unas fotos de su juventud que nunca llegamos a preguntarle dónde habían sido tomadas.

Las cosas que nos dejan los difuntos a veces son más difíciles de tramitar que los propios recuerdos. ¿Qué hacer con esa nota que escribieron antes de salir de casa para decir que había que comprar huevos, sal y un poco de aceite? ¿Sus cajones, la sábana donde durmieron la última noche, las galletas que tanto le gustaban? ¿Cómo acallar la manera de hablar que tiene el peine donde aún quedan sus cabellos, la cuenta de Facebook en la que dieron el último "me gusta" o aquel círculo rojo en el calendario con el que marcaron su fecha de cumpleaños?

Las cosas que nos dejan los difuntos tienen voz propia. Nos recuerdan cada vez que las miramos que en esa tela, empuñando ese lápiz o asomándose a ese espejo, hasta ayer mismo había alguien que respiraba y amábamos.

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