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La maldición de Maldito

El sello de denegación de entrada en el pasaporte del artista.
Yoani Sánchez

01 de abril 2015 - 06:10

La Habana/Imagine que después de un vuelo de más de nueve horas, usted llegue a su destino pero no lo dejen salir del avión. Las piernas adormecidas por el viaje, los parientes esperándolo allá afuera, las maletas cargadas de regalos para los amigos... pero un funcionario de inmigración le informa de que no lo dejarán entrar al país donde nació. Debe quedarse entonces en su asiento, cansado y frustrado, mientras hacen la limpieza de la nave para los próximos pasajeros. En el tiempo que aguarda por que lo regresen al aeropuerto de donde salió, no parará de preguntarse: "¿Cómo algo así puede sucederme en mi propia patria?".

Esa pesadilla, acaba de vivirla el artista Aldo (Maldito) Menéndez al intentar visitar Cuba para participar en el Festival Internacional Vive Alterno Cervantino (FIVAC) en Camagüey. El consulado cubano en España ya le había advertido de que no era bienvenido en la Isla y hasta le habían estampado en su pasaporte un autoritario cuño de anulado sobre la llamada "habilitación" que necesitan los emigrados para entrar. Pero... el muy Maldito no se conformó y quiso experimentar en carne propia si de veras no lo dejarían traspasar la frontera migratoria.

Como todo artista, Maldito es atrevido e irreverente. Sus obras son provocadoras y hasta el título de su blog Castor Jabao es un anagrama que al poner en orden sus letras, leeremos un mensaje claro y directo. Sin embargo, más allá de su arte, este joven que estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro en La Habana, es un cubanazo que hace gala del talento, la picardía y el humor que tanto nos caracteriza. Entonces, ¿cómo es posible que por motivos políticos se le impida estar en el lugar de donde es, en el sitio de donde brota una buena parte de su arte y de su mundo referencial?

La de Maldito no es una historia nueva, pero no por eso debemos acostumbrarnos a tal atropello, ni dejar de denunciarlo. La implementación hace más de dos años de una reforma migratoria no ha eliminado el chantaje al que son sometidos los emigrados cubanos para entrar a la Isla. El castigo a quienes critican el Gobierno cubano desde su residencia en el extranjero sigue siendo la negación de su derecho a regresar.

Unos pocos, amparados en su poder, deciden quiénes pueden volver a pisar estas calles, abrazar a los amigos, estar en la casa donde pasaron su niñez. Lo hacen, además, desde la arrogancia de creer que ellos, con su ideología y sus uniformes militares, representan la esencia de Cuba, cuando en realidad solo logran deformarla, restringirla... matarla.

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