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María Corina Machado, el Nobel de la perseverancia

Generación Y

No se llega a la posición que está ahora Machado sin haber sufrido en el camino pérdidas personales y duras pruebas emocionales. / EFE
Yoani Sánchez

10 de octubre 2025 - 12:23

El viernes no podía comenzar mejor. La Academia noruega concedió a la opositora María Corina Machado el premio Nobel de la Paz 2025 "por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano”. El reconocimiento pone en el centro de atención a América Latina, donde tres vetustos autoritarismos, en Caracas, La Habana y Managua, habían llegado a creer que la impunidad y el silencio internacional les permitiría controlar sus naciones hasta el fin de los tiempos.

En varios palacios de Gobierno, el café de hoy debe estar teniendo un gusto mucho más amargo. La tardanza en las reacciones de Nicolás Maduro y del castrismo, que no se han pronunciado hasta el momento de escribir este texto, delatan la sorpresa que les ha embargado ante el anuncio. Perplejos y molestos, los voceros de ambos regímenes autoritarios también parecen haberse quedado congelados, a la espera de que sus jefes dicten el guion que deben seguir en sus declaraciones. No es para menos. El Nobel a Machado es como sal en las heridas para todos ellos. 

Con apenas 58 años, la opositora venezolana tiene un largo camino por delante para hacer mucho por su país y por todo el continente

Con apenas 58 años, la opositora venezolana tiene un largo camino por delante para, con el renovado prestigio que le otorga este galardón, hacer mucho por su país y por todo el continente. Por delante no solo le queda la apertura democrática en Venezuela, que inevitablemente llegará amén de la intenciones de Maduro, también podrá ayudar a impulsar el cambio político en otros países de la región. Hace mucho tiempo que la causa de los pueblos sojuzgados por totalitarismos, supuestamente de izquierda y envueltos en un discurso “de los humildes y para los humildes”, se merecía un espaldarazo. Lo ocurrido este viernes es esa consagración. La situación de más de 40 millones de individuos, bajo el puño de estas tres satrapías, volverá a tener la atención que se merece.

Pero esta es, especialmente, una gratificación personal. No se llega a la posición que está ahora Machado sin haber sufrido en el camino pérdidas personales, duras pruebas emocionales, sucesivas presiones para partir al destierro y un intenso boicot a su desempeño político. Contra ella se ha desplegado una intensa campaña de fusilamiento de la reputación, tratando de pintarla como una terrorista que hacía llamados al enfrentamiento social. Su actuación antes, durante y tras los comicios de hace más de un año echó por tierra toda esa imagen que la propaganda oficial venezolana intentó colar en la mente de los votantes y de los medios internacionales. Serena, firme y con constantes llamados a mantener la calma y el accionar pacífico, la venezolana se consolidó como una líder de la no violencia.

La constancia ha sido su mayor virtud. Mientras muchos se cansaron en el camino, la opositora siguió con su activismo. Cuando el destierro tocó a la puerta de tantos, ella se quedó en su país. Si el mundo miraba hacia otro lado y en Miraflores se bañaban en petrodólares, la ingeniera industrial nunca perdió las esperanzas de que el chavismo no sería eterno. Su Nobel no es solo una medalla de reluciente metal, es una condecoración forjada en la tenacidad. La perseverancia de María Corina Machado es un soplo de esperanza para todos los que vivimos bajo la larga noche de una dictadura.

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Nota de la Redacción: Este artículo se publicó originalmente en DW .

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