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¿La mesa está servida?

Yoani Sánchez

27 de julio 2012 - 22:02

Aunque el periodismo ha logrado subyugarme, mucho más que la filología, por su dinamismo, su conexión directa con la realidad y su actualidad, hay tragos amargos que preferiría ahorrarme. Uno de ellos es tener que ver cada noticiario oficial, estar pendiente de toda declaración gubernamental y escuchar cuanto discurso sea pronunciado desde el poder. A veces, recuerdo con nostalgia mi vida anterior en la que apagaba la TV, bajaba el volumen y ni siquiera me percataba de las efemérides. Pero ese tiempo ya se terminó para mí. Aunque sigo topándome con gente que no sabe si es lunes o viernes y ni siquiera está al tanto de si la Asamblea Nacional ya se reunió este año o todavía está por reunirse. Personas que flotan en la abulia, en el desinterés sobre lo que ocurre; y su apatía se convierte en el mejor caldo de cultivo para el control político.

Así que ayer jueves, bien temprano, hice un esfuerzo por escuchar la alocución del primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Desde semanas antes, la calle hervía con los rumores de que en este 26 de julio se anunciaría la tan anhelada reforma migratoria. Pero nada más comprobar que el orador de la jornada sería José Ramón Machado Ventura, supe que no habría novedades, mucho menos noticias de cambios sustanciales. En lugar de eso, el ortodoxo político aseguró que “los enemigos de la Revolución, tanto los de adentro como los de afuera –bajo la sombrilla de la crítica a una supuesta lentitud o poca audacia de las medidas adoptadas- ocultan sus verdaderas intenciones de restaurar el régimen de oprobio existente en Cuba hasta 1959”. En fin, que al parecer de este señor, quienes critican la falta de profundidad y de velocidad de los cambios raulistas, en realidad son batistianos solapados. Parece que hay muchos, porque no escucho a nadie conforme con el ritmo de las transformaciones que se están llevando a cabo. Calculo que “los enemigos” internos -según esta extremista definición- podrían estar rondando los 11 millones de personas.

Pero cuando estuve a punto de emprenderla contra la pantalla fue al escuchar a Raúl Castro decir que “la mesa está servida” para dialogar con Estados Unidos. Frase de un entreguismo, de una complacencia hacia el extranjero… que es insultante para quienes buscamos una Cuba verdaderamente soberana. ¿Cómo es posible que un gobierno esté dispuesto a hablar con una administración foránea y, sin embargo, se tape los oídos frente a las críticas que brotan de su propio patio? ¿Cómo un sistema que se las da de “antiimperialista” acérrimo, ha terminado por preferir sentarse a la mesa con el vecino del Norte antes que escuchar y debatir con su propio pueblo? Los extremos siempre terminan por tocarse y en esta contienda de cincuenta años contra las administraciones norteamericanas, el castrismo ha estado más pendiente –y dependiente- de la Casa Blanca que de las voces nacionales.

Nada, que a veces quisiera volver a vivir aquellos años en que no encendía la TV, ni escuchaba los discursos, ni pesquisaba las declaraciones oficiales. Tiempos en que no sabía si era 26 de julio o 15 de agosto, ni oía a los políticos locales hablar de la patria como un mantel, un plato, una cuchara.

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