Los autos estatales no hacen caso a los inspectores en la ciudad de Matanzas
Cuba
El ejercicio de inspección que comenzó la semana pasada no parece estar dando los resultados que las autoridades esperaban
Matanzas/La sombra se estrecha y la multitud debe apretarse más para evitar el sol. En la parada de guagua, próxima a la terminal de ómnibus de Matanzas, no cabía este jueves una persona ni un gramo más de malestar. El ejercicio de inspección sobre el transporte terrestre comenzado en la ciudad el pasado viernes no parece estar dando los resultados que las autoridades esperaban.
El objetivo de la campaña ha sido "identificar a conductores de vehículos estatales que, en contradicción con la actual situación económica del país, no detienen la marcha para recoger personas necesitadas de su apoyo para trasladarse". Los inspectores, con chalecos y tablilla en mano, no logran que muchos de los carros oficiales que circulan por la zona se detengan.
Un confortable Lada, con todas las ventanillas cerradas como señal de que tiene aire acondicionado, pasa veloz por la parada mientras el chofer hace un giro con la mano que significa que debe dar la vuelta pocos metros más adelante. Con matrícula estatal, el conductor del auto es uno de los tantos que tiene una excusa para evadir el nuevo ejercicio.
"Qué casualidad que todos llegan hasta la esquina, doblan aquí mismo o van ya para la piquera a guardar"
"Qué casualidad que todos llegan hasta la esquina, doblan aquí mismo o van ya para la piquera a guardar", lamentaba Estela, de 52 años, una de las tantas pasajeras que aguardaba por un milagro para moverse hacia el barrio de Pastorita. La mujer recuerda que la actual ofensiva tiene largas raíces en el tiempo. "Antes se le decía amarillos, ahora los llaman azules pero poco importa el color porque el desastre del transporte sigue igual", se quejaba de la poca capacidad de los inspectores para aliviar la situación.
Los vehículos de entidades y empresas han sido por décadas uno de las prebendas o beneficios más buscados por quienes trabajan en el sector estatal. Lograr un empleo con derecho a conducir uno de estos autos eleva, de inmediato, al trabajador a una categoría superior. Los choferes de ministros, los administradores que tienen bajo su cargo un Geely y los oficiales de la Seguridad del Estado que cuentan con un carro a su disposición pertenecen a un selecto grupo social.
Proteger su medio de transporte se convierte en la principal obsesión para muchos de esos trabajadores estatales, que ven en el traslado de pasajeros un peligro para el mantenimiento del auto. "Me dañan el forro de los asientos, cuando cargo pasajeros gasto más combustible porque el carro pesa más y hasta se me han presentado situaciones desagradables como alguien que vomita, una pareja que se faja o un niño que bota un refresco", cuenta a 14ymedio Rubén, uno de los conductores que evita, por estos días, pasar por los puntos matanceros donde los inspectores intentan atrapar a choferes como él.
"Lo que nos están dando de combustible es muy poco, el arreglo de los carros casi siempre corre de nuestro bolsillo y contar con que nos asignen piezas de repuesto es un sueño"
"Siempre se nos presenta como gente sin sensibilidad, que no quiere ayudar a los que están en las paradas, pero cuando este carro no funciona yo no puedo trabajar y casi que no puedo ganar dinero, y en ese momento ningún inspector o pasajero viene a ayudarme con los pagos al mecánico", asegura. Opina que la prensa oficial los ha estigmatizado, pero la culpa de la inmovilidad apunta hacia otra parte.
"Lo que nos están dando de combustible es muy poco, el arreglo de los carros casi siempre corre de nuestro bolsillo y contar con que nos asignen piezas de repuesto es un sueño, eso casi nunca se logra", enumera Rubén. Esta semana, además, ha sido especialmente difícil para gente que maneja un auto estatal, tras las declaraciones de la ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, sobre los mendigos en Cuba, a la que finalmente obligaron a dimitir.
"Como ella habló como si se moviera siempre en carro, ahora hay gente que cuando paso me grita desde las paradas que no sea como ‘la Feitó’, como si yo pudiera decidir sobre lo que hago con la poca gasolina que me entregan", explica. "El transporte no se mejora llevando dos o tres personas una vez a la semana, en vez de machucarnos a nosotros lo que deberían es invertir en guaguas, eso sí que mueve mucha gente de una sola vez".
Estela no es tan comprensiva con los problemas que enfrentan los choferes de autos estatales, mientras espera a que alguno la traslade hacia la casa de su madre. Tampoco ve eficiente el trabajo de los azules. "Ese hombre parece más preocupado por mantener a la gente tranquila en la cola que por parar los carros estatales", comenta la matancera sobre el inspector. "En los 40 minutos que llevo aquí sólo ha parado uno".
Los implicados en el ejercicio de control se mantienen alertas para señalar de forma directa a los conductores de autos estatales que no se detengan a recoger pasajeros, según comentó a la prensa local Dayron Adolfo Enamorado Beatón, especialista en Licencia Operativa de la Dirección Municipal de Transporte. El funcionario no especificó cuáles serían las medidas contra los infractores, pero algunos choferes han tomado precauciones para evadir los controles.
"Hay que ir por las calles que son menos céntricas pero están en peor estado, o te atrapa el inspector o te fastidian el carro los baches", sentencia Rubén. Así ha logrado salir airoso de trasladar pasajeros en los últimos días, algo que ve como una hazaña.
En la parada de la Calzada de San Luis, sin embargo, un estudiante de preuniversitario que aprovecha sus vacaciones escolares para trabajar medio turno en una cafetería de Peñas Altas, señala los agujeros del ejercicio de control. "El inspector sí se va siempre antes de las dos de la tarde", asegura a este diario. "A eso de la 1:30 el hombre recoge su mochila, le hace señas a lo primero que pasa y se monta, sin importarle si quienes nos quedamos tenemos que pagar 50 pesos a un carro estatal que,cuando les muestras los billetes, entonces, sí paran".
Mientras el joven habla, el inspector consulta la hora en su reloj. Un Moskvitch con matrícula estatal pasa a toda velocidad. El azul apoya la punta del bolígrafo en la tablilla, pero finalmente no hace ninguna anotación. Otro chofer acaba de librarse de subir pasajeros a ese auto que, aunque no sea de su propiedad, siente como propio.