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Quiero ser chofer de Foton, la nueva guagüita china con aire acondicionado

Crónica

Han sustituido a las 'gacelas' rusas y cobran 20 pesos por viaje

"Era apenas el segundo día de funcionamiento y ya algunas empezaban a fallar". / 14ymedio
Juan Diego Rodríguez

09 de julio 2025 - 13:47

La Habana/Hoy, como casi siempre, mi travesía desde La Virgen del Camino hasta El Vedado amenazaba con volverse eterna y asfixiante. Pero tuve suerte. Enganché una de esas guagüitas amarillas que antes llamábamos gacelas –por la marca rusa que las fabrica– y que ahora algunos hemos empezado a llamar fotones. La verdad, me da lo mismo si son rusas o chinas; lo importante es que me saquen de la parada y me lleven a mi destino cuanto antes.

Mi reloj marcaba las doce en punto del mediodía. Ya había hecho el cálculo de cuántas personas tenía delante y la cosa no pintaba bien. Cuando llegó la Foton, en su segundo día de estreno, pensé que se armaría el corretaje y la matazón de siempre. Pero, extrañamente, algunos decidieron no montarse y correr su número en la cola.

"Me dio la impresión de que no podían darse el lujo de pagar los 20 pesos que cuesta el pasaje"

Las que desestimaron subir eran dos señoras mayores. Dijeron que preferían esperar a que los inspectores pararan algún carro estatal. En realidad, me dio la impresión de que no podían darse el lujo de pagar los 20 pesos que cuesta el pasaje. Aunque el precio de las fotones parezca económico, para muchos sigue siendo impensable desembolsar esa cantidad todos los días solo para llegar al trabajo.

Fue una bendición sentir el golpe de frescor chocando contra el sudor que me empapaba el rostro y la espalda. El aire acondicionado estaba regulado a más de la mitad, lo cual, en La Habana de julio, ya es un milagro.

Una mujer insistía en subir cuando el microbús estaba lleno. Dijo que podía sentarse en el suelo, sin problema. Pero el chofer le respondió sin pensarlo:

“¡Tú estás loca! Hoy es el segundo día que esto funciona. Yo no sé quién viene montado aquí arriba y no quiero salir en el periódico”.

Así que arrancamos.

Las nuevas guaguas son cómodas, están acabadas de sacar del nailon, y tienen capacidad para catorce personas. Por suerte no me tocó el asiento junto a la puerta. La persona que se siente ahí se convierte en copiloto involuntario. Quiera o no, debe encargarse de abrir y cerrar la puerta cada vez que alguien sube o baja. Y además tiene que hacer contorsiones para permitir el paso.

El conductor tenía a su lado a alguien que parecía estar en adiestramiento para convertirse en chofer de fotones. Hablaban en voz baja, pero los escuché susurrar las ganancias diarias que les dejaba aquello: entre 2.000 y 3.000 pesos. Sentí, en ese momento, el impulso traicionero de dejar mi profesión y aprender a manejar. Ese chofer ganaba en un solo día más de lo que mi madre recibe al mes de chequera tras su jubilación.

A pesar de que el viaje fue rápido y cómodo –40 minutos desde La Virgen del Camino hasta El Vedado–, tengo el presentimiento de que el servicio no va a durar mucho. Era apenas el segundo día de funcionamiento y ya algunas empezaban a fallar.

"Los escuché susurrar las ganancias diarias que les dejaba aquello: entre 2.000 y 3.000 pesos"

Pasando por el monumento a José Miguel Gómez, en la Avenida de los Presidentes, vimos una Foton apagada, en plena rotonda, todo un peligro.

“¿Qué te pasó?”, preguntó el chofer del microbús donde yo iba. “Se apagó sola”, respondió el otro. El nuestro le aconsejó: “No hagas nada. No toques nada. Llama por teléfono”.

Me desmonté en la última parada, después de quedarme dormido con la cabeza pegada al cristal. El calor brutal de las calles habaneras volvió a recordarme quién soy y dónde vivo. No sé si mañana tendré la misma suerte con el transporte. En la Cuba de hoy, hacer planes para el mañana es un completo despropósito.

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