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La rutina de unas elecciones sin emoción

Colegios electorales en Cuba. (14ymedio)
Rosa López

19 de abril 2015 - 06:15

La Habana/“Vengo a votar temprano, porque sino mi madre no me deja tranquila”, afirma con picardía una joven cuando la primera luz del amanecer entra en el consultorio médico de su barrio convertido hoy en colegio electoral. A pesar del énfasis puesto por la propaganda oficial en estas elecciones municipales del Poder Popular, una buena parte de los cubanos percibe que nada o muy poco cambiará con las boletas colocadas en las urnas.

Los padres de Leonor, que han nacido y crecido en el “proceso”, le aclararon desde hace semanas que si pretende tener una carrera universitaria no debe incluirse en la lista de quienes se abstienen de participar. “Sólo es venir y hacer una marca en un papel”, dice ella, al restarle importancia al asunto, minutos después de que han cantado el himno nacional y precintado la urna a la vista de los tres miembros de la mesa electoral de su zona.

Los días previos a las votaciones de este domingo han sido un frenesí propagandístico, con grandes despliegues en los medios nacionales. La fecha ha coincidido además con los sucesos de Playa Girón, por lo que el gobierno tramita los comicios como un gran campo de batalla, donde todos saben quién saldrá vencedor. Sin embargo, poco puede hacer el oficialismo para agregarle pasión a un mecanismo que los votantes perciben con más visos simbólicos que prácticos.

“Lo que se sabe no se pregunta”, dice en voz queda la joven cuando se indaga qué candidato saldrá elegido en su circunscripción

Para muchos se trata de una rutina sin sorpresas; para otros una novedad que ven como un juego en lugar de un ejercicio democrático. Es el caso de Leonor, quien con 16 años ya participó en tres procesos anteriores como una pionerita de uniforme y pañoleta que custodiaba la urna. Hoy, ejercerá por primera vez junto a otros 63.440 jóvenes cubanos, su derecho al voto y quiere terminar cuanto antes. Una vez que pase por el colegio electoral, le espera una intensa jornada con su padre que llega de la Florida después de dos años. Al igual que él, la muchacha aspira a votar pronto con los pies, marchándose del país.

“Lo que se sabe no se pregunta”, dice en voz queda la joven cuando se indaga qué candidato saldrá elegido en su circunscripción. El actual delegado lleva en el cargo todos los años que tiene Leonor en su memoria, y ella nunca ha conocido otro parlamento que esa Asamblea Nacional que aplaude y vota por unanimidad. Con tan corta edad, ya tiene la apática postura de un anciano que ha visto la vida pasar como un ciclo que se repite sin cambios.

Hay otros, no obstante, que aún guardan algo de entusiasmo. A pocos metros de la casa de la nueva votante, un señor que mastica tabaco y se viste con la ropa del extinto mercado racionado industrial, ha pasado todo el sábado repartiendo unos papelitos que explicaba no eran “citaciones”, sino una “información” para avisar la dirección del colegio electoral y el horario en que estaría abierto. El jubilado y miembro del Partido Comunista ha perdido la cuenta de en cuántas elecciones ha participado. “Yo era de los que sacaba a la gente de las casas para que votaran”, recuerda con orgullo. Aunque también confiesa que “este año, nos han orientado que no podemos presionar a nadie, que venga el que quiera”.

“Este año, nos han orientado que no podemos presionar a nadie, que venga el que quiera”, dice un miembro del Partido Comunista

El voto no es obligatorio según la Ley Electoral, aunque en el registro de votantes queda claro quiénes asistieron y quiénes prefirieron quedarse en casa. Este año los pioneros ya no irán de puerta en puerta para convocar a los morosos y es probable que la cifra de abstenciones crezca con relación a las elecciones anteriores, aunque los medios oficiales minimizarán ese detalle con una avalancha de números triunfalistas.

Todo funcionará sin incidentes ni alteraciones, con la tranquilidad que trae el desgano. Al mediodía, los responsables de cada colegio electoral elevarán un parte que irá escalando todos los niveles desde el municipio hasta la Comisión Nacional, donde una red de computadoras va acumulando y actualizando la información. Los medios de difusión tendrán programas especiales todo el día y los televidentes serán atiborrados de datos sobre el género, grupos de edad, raza, perfil ocupacional de candidatos y de electores cuidadosamente desglosados en cada territorio.

Ni una palabra, sin embargo, se dirá sobre las preferencias políticas o las tendencias ideológicas de cada postulado. No es necesario. La norma no escrita es que a este proceso electoral sólo lleguen los más confiables. Este año se han colado al menos dos candidatos opositores en la lista de posibles delegados, pero de eso no dirán ni una palabra los locutores que hablan sin parar en la pantalla chica.

Se han colado al menos dos candidatos opositores, pero de eso no dirán ni una palabra los locutores que hablan sin parar en la pantalla chica

¿Qué sentido tiene votar por una persona que no sabemos como va a representar a sus electores en una u otra decisión?, se preguntan los más críticos. “El tipo es buena gente”, dicen otros mientras miran la foto de un candidato. Esos mismos asegurarán que es una persona decente, incapaz de “meter la mano” ni de andar con favoritismo a la hora de repartir materiales para reparar las casas, pero nadie conoce su programa, si es que lo tiene. En caso de que tenga alguna propuesta propia, tampoco ha podido contarla, porque según la ley es un delito hacer campaña electoral.

Así que hoy, Leonor se sentirá casi adulta cuando el pionerito diga en voz alta “¡Votó!”, como gritaba ella llena de convicción hace unos pocos años. Pero la decisión que ha dejado escrita en su boleta no será tema de conversación esta noche con sus amigos y tampoco la compartirá con su padre, mientras abren las maletas y reparten los regalos que trajo desde el norte.

Los periódicos oficiales titularán el lunes el elevado porcentaje de participación, que será tenido como una victoria del socialismo. Habrá disciplina y puntualidad, como en cualquier ritual, pero no habrá encuestadores a pie de urna, apenas si un mínimo de natural curiosidad después de las seis de la tarde. Nadie verá piquetes de partidarios aclamando a los ganadores, ni declaraciones de los vencidos aceptando la derrota. En esta edición, como en las que han venido ocurriendo en los casi cuarenta años de este sistema electoral, la gran ausente será la pasión, herida de muerte por la rutina.

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