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Sorolla, secuestrado en La Habana

El régimen no quiere arriesgarse a otro litigio internacional y bloqueó el préstamo de varios cuadros del pintor a España

'Verano' (1904), 149 x 252 cm, conservado en la Sala de Arte Español del Edificio de Arte Universal. (Museo Nacional de Bellas Artes)
Xavier Carbonell

13 de abril 2023 - 16:48

Salamanca/Tras una ardua negociación de siete años con el gobierno valenciano, La Habana ha dado su respuesta: los cuadros de Joaquín Sorolla que custodia el Museo Nacional de Bellas Artes, cuyo viaje a España por el centenario de la muerte del pintor estaba previsto, se quedarán en Cuba. El desplante era de esperar. Se trata de un país crispado por numerosas deudas y negocios turbios, que robó a sus legítimos dueños casi todo el arte que albergan sus pinacotecas, y cuyo régimen no quiere arriesgarse a otro litigio en el campo de la ley internacional.

Valencia, por su parte, ha tenido que resignarse. Carmen Amoraga, directora general de Cultura y Patrimonio de la Generalitat, expuso públicamente que el Gobierno cubano había decidido suspender el préstamo alegando que la "situación internacional" no era propicia. No dio muchos detalles. Habló de negociaciones frustradas, de frenos diplomáticos y dejó abierta, al menos en teoría, la posibilidad de un cambio de opinión.

Al contactar directamente la oficina de Amoraga, la respuesta –"por indicación de la directora general"– fue aún más lacónica: "No disponemos de información sobre el tema". Hubo silencio también desde la otra orilla, donde se solicitó en vano una explicación a curadores y expertos habaneros.

Finalmente, un coleccionista de origen cubano, al tanto del affaire Sorolla, diagnosticó el problema: "Nadie se atreverá a hablar en el museo, pues los especialistas no tienen control sobre los préstamos internacionales. Esa decisión se tomó en las 'altas esferas', entre el Ministerio de Cultura y la Cancillería. La razón del mutismo de ambas partes es simple: evitar el escándalo, la mala prensa, el enredo".

"La decisión se tomó en las 'altas esferas', entre el Ministerio de Cultura y la Cancillería. La razón del mutismo de ambas partes es simple: evitar el escándalo, la mala prensa, el enredo"

En 2016, una delegación de empresarios valencianos, encabezada por el presidente de la Comunidad autónoma, Ximo Puig, viajó a La Habana. El ambiente político era tenso, pero muy prometedor. Fidel Castro, en estado terminal, moriría un mes después de esa visita. Su hermano Raúl parecía dispuesto a una apertura económica y había comenzado el deshielo diplomático con Estados Unidos. Y Eusebio Leal, el frenético Historiador de la Ciudad –además de avispado gerente– había llevado la relación con España a su mejor momento.

Puig volvió a la Península en estado de gracia. Además de cumplir su agenda comercial, sus socios habaneros habían valorado cederle –entre humaredas de puros y reuniones en guayabera– una treintena de sorollas, además de otras obras de artistas valencianos como Mariano Benlliure y Julio Vila Prades. En caso de que se concretara el préstamo, España debía limpiar y restaurar los cuadros, además de costear su traslado desde la isla.

El plan consistía en superar una exposición de 1985 que Fidel Castro, más firme que nunca en el poder, había consentido: Los Sorolla de La Habana, abierta durante un mes en Madrid y otro en Valencia.

En 2019, fue Carmen Amoraga quien viajó a la capital cubana. La ciudad celebraba los 500 años de su fundación. Eusebio Leal, muy enfermo, vivía sus últimos meses y Miguel Díaz-Canel, un presidente designado desde arriba, era el figurón visible de un poder oculto, dependiente del clan familiar de los Castro. En tan solo tres años, las reglas del juego habían cambiado. Después de una revisión del estado de los sorollas, Amoraga no cerró trato alguno con el Gobierno cubano, pero todo parecía indicar que los cuadros viajarían a España en 2023, a tiempo para la celebración.

Sin embargo, ya no serían treinta sino apenas diez. Algunas pinturas, explicó la funcionaria, estaban sometidas a litigio y no podían salir de Cuba. También quedaban fuera de la discusión las obras de los demás maestros valencianos.

La conversación se debilitó con la pandemia de 2020. El régimen de La Habana entró en una profunda crisis, marcada por las protestas masivas del 11 de julio de 2021 y un creciente desprestigio internacional, reafirmado por su alianza con el Kremlin y su consentimiento a la invasión de Putin a Ucrania. Pero la dimensión más asfixiante del problema fueron los millonarios impagos acumulados por Castro después de varias décadas de subterfugios para evadir a los acreedores.

Se estima que Cuba guarda la tercera colección más importante de sorollas en el mundo, después de España y Nueva York

El pasado febrero, el fondo inversor CRF I demandó al Banco Nacional de Cuba ante el Tribunal Superior de Justicia de Londres por una deuda de 72 millones de euros. Ante la posibilidad de un fallo desfavorable, que se confirmó el 4 de abril cuando la corte británica dio parcialmente la razón al acreedor, La Habana decidió no aventurarse a prestar los sorollas, la mayoría confiscados ilegalmente por Castro después de 1959. Esta es la "situación internacional" que, según Amoraga, le aguó la fiesta al gobierno valenciano.

Se estima que Cuba guarda la tercera colección más importante de sorollas en el mundo, después de España y Nueva York. A partir de 1920, coleccionistas, millonarios e instituciones culturales los fueron adquiriendo, en ocasiones de manos del propio artista. En el Edificio de Arte Universal del museo, un formidable palacete ubicado en el paseo del Prado habanero, se pueden admirar Pescadoras valencianas (1908), Haciéndose a la mar (1908) o Verano (1904), quizás el más valioso de los cuadros de Sorolla en la isla y, sin duda, el más integrado a la memoria visual de los cubanos.

Hacia 1950, casi todos los sorollas de Cuba eran propiedad de los magnates del azúcar, las familias Lobo, Cintas y Fanjul Gómez-Mena, cuyos nombres no aparecen en los catálogos habaneros. Tampoco se habla del robo –disimulado como transferencia al Estado socialista– que llevó a cabo el Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados tras el triunfo de la Revolución.

Los Fanjul –emparentados por matrimonio con los Gómez-Mena–, que se exiliaron a Estados Unidos y allí recompusieron su fortuna, habían escondido varias pinturas detrás de un muro construido ex profeso en su mansión de El Vedado. El Gobierno revolucionario convirtió el inmueble en Museo de Artes Decorativas y se adueñó de todas sus obras maestras, incluso las ocultas. Muchas de ellas fueron subastadas en casas de prestigio, como la británica Sotheby's, o acabaron en manos de dirigentes y socios de Castro.

Cuando a finales de los noventa el empresario José Fanjul descubrió que Puerto de Málaga (1910) –uno de los sorollas de su familia– había sido vendido en Londres, reunió a un equipo para identificar al comprador. Sotheby's se lavó las manos y trató de salir airosa de la investigación, pero la alerta llegó a La Habana. Los Fanjul, preocupados por que Castro vendiera las obras incautadas a su familia para salir del atolladero económico en que lo había puesto la caída de la Unión Soviética, impulsaron varias demandas internacionales para frenar el tráfico de arte organizado en la isla. Lo mismo hizo la fundación Cintas en 1995, cuando supo que dos sorollas del magnate cubano Oscar Cintas estaban a la venta en Sotheby's.

Las investigaciones de los antiguos dueños de los cuadros sacaron a relucir una intrincada red de marchantes, buhoneros, curadores, espías y agentes del régimen. En 2009, cuando La Habana prestó discretamente dos sorollas al Museo del Prado –uno de ellos era Verano–, los Fanjul se lanzaron nuevamente al combate judicial. Amparados por la Ley Helms-Burton, que sanciona el tráfico de bienes expropiados por Castro, demandaron al museo. Sin embargo, no pudieron recuperar las piezas.

La intransigencia de los herederos políticos de Fidel, la fractura del poder en previsión de la muerte de Raúl Castro, que cumplirá 92 años en junio, y la debacle de la economía nacional alejan todavía más el final feliz que esperaban las autoridades valencianas desde 2016. Con estos precedentes y la atención mediática sobre el Año Sorolla, es improbable que el pintor pueda evadir su secuestro en La Habana.

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