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Sin el tren de Hershey, la miseria se extiende por los poblados de Mayabeque y Matanzas

Matanzas

Fue inaugurado en 1921 por la compañía estadounidense para transportar el azúcar que necesitaba para sus chocolates

De abandono conocen bien los residentes en las cercanías de las estaciones donde paraba el tren de Hershey. / 14ymedio
Julio César Contreras

28 de junio 2025 - 14:08

Matanzas/Han pasado ocho años desde que el emblemático tren de Hershey hiciera su último recorrido. Desde aquel 1 de mayo de 2017, la estación ferroviaria, ubicada en el barrio de Versalles, Matanzas, ha perdido parte del techo, la hierba crece alrededor de los raíles y la humedad trepa por sus paredes. La enésima promesa de reactivar la línea, que hacía una parada en Mayabeque y llegaba hasta Casablanca, en La Habana, ha sido recibida con escepticismo por los vecinos de la zona.

"Mucho antes de que se cancelaran las salidas del tren ya tenía una frecuencia muy inestable", cuenta a 14ymedio Felipe, un ingeniero que durante la década de los 70 utilizaba este medio de transporte, inaugurado en 1921 por la compañía estadounidense Hershey para llevar la preciada azúcar que, producida en los campos cubanos, terminaba en sus populares chocolates. 

Emblema ferroviario, el último tren eléctrico que circuló en la Isla enlazaba la capital cubana con la ciudad de Matanzas y, en el camino, se detenía también en el poblado de Hershey, una pintoresca comunidad fundada en 1916 y que hace décadas fue rebautizada oficialmente como Camilo Cienfuegos, un nombre que usan solo los burócratas y los dirigentes del Partido Comunista.

"Mucho antes de que se cancelaran las salidas del tren ya tenía una frecuencia muy inestable", cuenta un ingeniero. / 14ymedio

Los vagones que llevaban el azúcar desde el central, también nombrado en honor al fundador de la empresa de golosinas, Milton S. Hershey, otorgaron mucho dinamismo de mercancías y pasajeros a la zona. Pero el destino del peculiar ferrocarril estaba sellado desde que en 2003 el ingenio fuera cerrado en la ola de desmantelamiento de la industria que impulsó por entonces Fidel Castro, bajo el argumento de la caída de los precios del producto en el mercado internacional.

"Después de eso el tren se volvió bastante inestable por diferentes causas. Unas veces se presentaban problemas mecánicos. En otras, el cable de alto voltaje tenía fallos eléctricos en diferentes tramos del trayecto, por lo que había períodos en los que sólo se cubría parte del recorrido", detalla a este diario el ingeniero. "Lo que pasaba es que ya no le prestaban atención y no le daban el mantenimiento que llevaba, en fin, que lo fueron abandonando".

De abandono conocen bien los residentes en Hershey, que todavía mencionan con orgullo el apellido del empresario de Pensilvania quien, antes de morir, vendió en 1946 sus propiedades en la Isla al magnate Julio Lobo. Después de 1959, cuando la industria azucarera cubana fue nacionalizada y los empresarios como Lobo se exiliaron, el poblado comenzó un declive que parece no tener fin y al que le ha caído, como un puntillazo final, la cancelación del trayecto ferroviario.

A lo largo del itinerario que antes hacían la locomotora y sus coches destinados a pasajeros y productos han ido creciendo la miseria y la inmovilidad. En los últimos años en que estuvo funcionando, el tren había aumentado la duración del periplo debido a su desgaste y los constantes problemas técnicos que sufría. En los 92 kilómetros que cubría, el convoy llegaba a emplear hasta tres horas, en el mejor de los casos, y para los viajeros era una incógnita la hora en que llegaría a su destino. "En algunos puntos del recorrido las vías estaban tan malas que apenas se podía ir a 15 kilómetros por hora", recuerda el especialista. "Muchas veces nos quedamos varados en medio del campo y los pasajeros llegaron a tardar hasta ocho horas entre La Habana y la estación de Versalles".

Los más afectados eran los estudiantes universitarios que tomaban el tren para asistir a sus clases en La Habana y regresar luego a sus pueblos matanceros. "Traqueteaba, tenía siempre un olor muy fuerte a hierro pero también era muy bonito cuando pasaba por el Valle del Yumurí y uno podía disfrutar todo aquel paisaje", evoca Felipe. 

En los alrededores de la estación matancera los vecinos recuerdan que en los mejores tiempos, el tren llegó a tener hasta ocho salidas diarias

En los alrededores de la estación matancera los vecinos recuerdan que en los mejores tiempos, el tren llegó a tener hasta ocho salidas diarias con cuatro coches en funcionamiento. Las frecuencias fueron disminuyendo progresivamente hasta partir únicamente a las cuatro de la mañana y regresar de la capital cubana a las 3:50 de la tarde. 

"Además de los turistas y otras personas que viajaban por placer, el tren de Hershey beneficiaba significativamente a los campesinos que vivíamos en pequeñas comunidades situadas a lo largo del trayecto", explica Delfina, quien hasta hace poco residía en el poblado de San Mateo. 

“El tren era un alivio para los que habitan en zonas alejadas de la Vía Blanca o de la Carretera Central. Ahora es bien difícil salir de esos lugares", asegura. Los últimos vagones usados fueron donados por la ciudad de Barcelona, y databan de 1944, así que cuando en 2017 se paralizó el trayecto ferroviario, lo que quedaba de aquellos coches “eran despojos”, reconoce.  

En estos ocho años sin escuchar el pitido de la locomotora, no han faltado las presiones populares y las sucesivas promesas oficiales de un pronto restablecimiento del servicio. Recientemente, el ministro del Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, auguró que entraría en funcionamiento un ferrobús autopropulsado por un motor diésel. Aunque el nuevo medio de transporte no cubrirá el recorrido tradicional del antiguo tren eléctrico ni tendrá su carga simbólica, tratará de aliviar en parte los problemas de movilidad en la región. 

Con una capacidad para 25 pasajeros sentados y cinco de pie, aún se desconoce la frecuencia de viajes del ferrobús que todavía está siendo sometido a trabajos de chapistería y pintura, de acuerdo con declaraciones de Ramón Rodríguez Zamora, director general de la Empresa Provincial de Transporte en Matanzas. La terminal de Versalles se restaurará con un financiamiento del Fondo para el Desarrollo del Transporte Público, explicó también a la prensa local el funcionario. 

En la terminal no hay una sola señal de que se acerque una restauración. / 14ymedio

Sin embargo, en la pintoresca terminal no hay una sola señal de que se acerque una restauración. "Tengo entendido que un sólo empleado está al cuidado del local. Si es cierto que pondrán un nuevo tren, deberán hacer algunos arreglos, porque ahí no hay ni dónde sentarse”, advierte Delfina. “El abandono ha sido muy grande", lamenta la mujer, que tiene su vivienda a escasos metros de la deteriorada estación.

Aunque el tendido eléctrico que permitía al viejo tren funcionar no puede ser reemplazado por el momento, en un salón de la terminal ferroviaria se planea erigir un espacio para recordar su historia. Nadie ha dicho cómo llamarán al poblado que dio nombre al trayecto en los mapas y las fotografías que cuelguen en las paredes. Tampoco se sabe si mencionarán al empresario estadounidense que impulsó su creación y regó de prosperidad azucarera toda la región. Ni siquiera hay certeza de que el nuevo tren saldrá algún día, de que se cumplirán las promesas y de que el silbato de la locomotora volverá a escucharse.

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