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Viejito comunista

Un anciano posa junto a una serie de retratos de líderes cubanos. (EFE)
Reinaldo Escobar

25 de febrero 2017 - 14:36

La Habana/Muchos de los que vivieron los primeros momentos de la Revolución teniendo una edad de entre 14 y veintipico de años se hicieron alfabetizadores, jóvenes rebeldes, milicianos, cederistas y federadas. Las metas se multiplicaban y subir cinco picos o caminar los 62 kilómetros terminaba siendo credenciales de alto valor social.

Era común verlos con una pistola al cinto alardeando de sus proezas en Girón o en la limpia del Escambray. Era la época de las Escuelas de Instrucción Revolucionaria, del manual de Marxismo en el sobaco y el ateísmo simplificado. En aquellos prodigiosos años 60 se vivió una auténtica fiebre de juventud y en consecuencia apareció un prejuicio ideológico contra la tercera edad.

Un poeta entonces (y aún) desconocido escribiría unos encendidos versos bajo el provocador título de Si la vieja de enfrente tomara el poder donde se describía en el más puro estilo coloquial las retrógradas medidas que dictaría la hipotética señora, seguramente burguesa y resentida, en una palabra: gusana.

De hecho el calificativo de “viejo gusano” ya parecía una redundancia en boca de aquellos guardias rojos tropicales… Pero pasó el tiempo y volaron muchas auras sobre la raspadura de la Plaza de la revolución.

Una nueva generación con metas muy diferentes lanza hoy sus prejuiciosos dardos contra todo el que sobrepase los 70 años

Una nueva generación con metas muy diferentes lanza hoy sus prejuiciosos dardos contra todo el que sobrepase los 70 años, pero ya no usa el improperio de viejo gusano sino otro diametralmente opuesto: “viejito comunista”.

El diminutivo, como sabe todo buen lingüista, puede estar cargado de ternura o de desprecio. No es lo mismo decir “la abuelita” que “el maestrito”. Y este viejito envuelto en una falsa conmiseración cae con su peso de menoscabo sobre la fila de jubilados que se apresta a comprar el diario Granma desde temprano en la mañana o sobre cualquier cabeza envuelta en canas siempre dispuesta a proferir alguna admonición a los adolescentes que salen de la secundaria con la camisa por fuera.El destino tiene esos retorcimientos intrínsecos. Para un muchacho que se pasa la mayor parte del día pensando en cómo irse del país, todo el que dejó pasar las históricas oportunidades de abandonar la Isla naufragada debe ser un cómplice, cuando no un culpable de todos sus malestares.

Si hay un espacio para la sonrisa después de la macabra mueca de la muerte, aquellos “viejos gusanos” deben estarse divirtiendo de lo lindo ante el penoso espectáculo que ofrecen sus otrora denostadores, ya sin sueños de futuro, rumiando una derrota que no quieren reconocer.

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