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En La Vigía de Matanzas ya no hay cerveza ni pollo asado, y tampoco están los amigos

Matanzas

Idael vuelve a la cafetería de toda la vida y descubre, indignado, que su única oferta consiste en baños sin agua y por 20 pesos

La plaza de la Vigía, donde se ubica el comercio, sufre constantes cortes de luz y el patrimonio está deteriorado. / Facebook/Fotos de Matanzas
Julio César Contreras

23 de agosto 2025 - 09:16

Matanzas/Hasta que emigró a España hace siete años, Idael solía encontrarse con sus amigos en la cafetería La Vigía, junto a la plaza del mismo nombre en Matanzas. Aquel edificio colonial, con su portal ancho y los puntales altos, era refugio de cervezas compartidas y de "completas" nocturnas para evitar encender el fogón en casa. Hoy, de visita en su ciudad natal, el ingeniero informático busca revivir esas escenas, pero las puertas entreabiertas del local le anticipan que el tiempo no ha sido piadoso.

"Mis padres me enseñaron a caminar sobre el piso de madera del salón y luego yo subía a mi hijo en uno de los caballitos de juguete", recuerda, mientras observa a los empleados en el portal, distraídos, hablando de todo menos de trabajo. Uno de ellos le preguntó, casi con desgano, si deseaba algo, como si se dirigiera a un extraño, a un intruso. Ni pizarras con ofertas ni el bullicio de la clientela: solo mesas ocupadas por gente que aprovecha la sombra sin nada que consumir.

Asomándose al interior, Idael descubre a un hombre sentado en la penumbra del salón. "Le pregunté si podía pasar al baño y me respondió que costaba 20 pesos", relata. Entonces entendió que la oferta de La Vigía se había reducido a un sanitario y un lavamanos seco. Poco después, otro dependiente le explicó que no había cerveza porque el local estaba sin electricidad desde la víspera. La cafetera eléctrica estaba rota y solo quedaban algunas bolsas de jugo natural condenadas a estropearse: la lista interminable de lo que fue y ya no es.

Ni pizarras con ofertas ni el bullicio de la clientela: solo mesas ocupadas por gente que aprovecha la sombra sin nada que consumir. / 14ymedio

La escena indigna al visitante. "El Gobierno debería arrendar estos locales a privados que los hagan producir", se queja. "Aquí tienen a un grupo de obreros que no aportan nada, cobrando un salario miserable por abrir a las nueve y cerrar a las cuatro. ¿Dónde están las utilidades económicas? ¿Esperan a que el techo se derrumbe para clausurarlo de manera definitiva?". Sus preguntas resuenan en las paredes cuarteadas y en las mesas vacías.

La situación de la plaza de la Vigía, donde se ubica el comercio, tampoco ayuda: cortes de luz frecuentes, ausencia de vigilantes nocturnos y un patrimonio deteriorado por el robo de cadenas y adornos. El entorno ahuyenta tanto como la inercia de un lugar condenado al olvido.

Para Idael, lo que queda es apenas una postal descolorida. La Vigía ya no es el punto de encuentro que reunía a vecinos de cualquier oficio o salario. "Los veinte pesos que antes alcanzaban para una Mayabe ahora solo sirven para entrar al baño", dice con amargura. "Ya no hay congris ni pollo asado. Solo silencio, un silencio que duele".

Y, tal vez, lo que más pesa: tampoco están los amigos. Todos, como él, se han ido.

La Vigía ya no es el punto de encuentro que reunía a vecinos de cualquier oficio o salario. / 14ymedio
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