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El Pabellón Cuba regresa al culebrón

Telenovela

Una multitud compacta acudió al lugar para ver el capítulo final de la telenovela 'Regreso al corazón'

El precio de la entrada –se hablaba de 600 pesos– añadía otro matiz a la frustración, porque pagar no garantizaba entrar. / 14ymedio
Darío Hernández y Alejandro de Cañas

17 de diciembre 2025 - 11:16

La Habana/El lunes por la noche, el Pabellón Cuba volvió a parecerse menos a un centro cultural y más a un episodio extendido de la propia telenovela que pretendía homenajear. Allí se proyectaba el capítulo final de Regreso al corazón, la serie que durante meses logró generar conversación callejera, fidelidad de audiencia y una devoción que rozó lo desbordado, algo entendible en un país con una oscura realidad, literalmente. Lo que pasó fuera –y no dentro– del local de El Vedado terminó siendo, paradójicamente, la escena más interesante del fenómeno.

Este diario se acercó hasta el lugar para dejar testimonio de una experiencia que sirve para dibujar otra arista del momento actual que vive la sociedad cubana. La convocatoria prometía un cierre especial, con la presencia del popular intérprete Waldo Mendoza –cuyos temas acompañan la banda sonora de la telenovela– y varios actores del elenco. El resultado fue una de las colas más grandes que se recuerdan en ese espacio. Una multitud compacta, impaciente, atravesando la esquina de 23, extendiéndose como una serpiente humana bajo la llovizna, mezclando generaciones, géneros y expectativas. “Las colas del Festival de Cine se quedaron chiquitas”, afirmaba un espectador a 14ymedio.

En Cuba ha aparecido un nuevo oficio que cobra cada vez mayor relevancia social: el "colólogo". / 14ymedio

A las siete de la noche, cuando el evento debía haber comenzado una hora antes, la mayoría seguía sin poder entrar. Incluso quienes tenían boletos comprados con antelación permanecían atrapados en la fila, sin información clara ni señales de avance real.

La desorganización pronto se convirtió en rumor, y el murmullo en banda sonora. Un hombre que ya había logrado entrar salió a advertir –con tono de sentencia– que no valía la pena insistir, porque las pocas sillas disponibles estaban destinadas a Waldo Mendoza, los actores y sus familiares. En Cuba ha aparecido un nuevo oficio que cobra cada vez mayor relevancia social: el de experto en organización profesional de multitudes que esperan. La frase del “colólogo” corrió de boca en boca como un spoiler cruel. 

Poco después, uno de los actores apareció desorientado cerca de la fila de 23, acompañado de su pareja, buscando por dónde colarse. El público, que hasta ese momento era una masa anónima, reaccionó como fanático del género, con gritos al reconocerlo de inmediato. De pronto, un despistado que no había visto un solo capítulo preguntó en voz alta: “¿Ese es el que da las entradas?”.

La fila se extendía como una serpiente humana bajo la llovizna, mezclando generaciones, géneros y expectativas. / 14ymedio

El malestar fue creciendo. Algunos se marchaban protestando por la mala organización, convencidos de que habría sido mejor quedarse en casa y ver el final con calma, aunque sin garantía de electricidad. Otros, sencillamente, no estaban dispuestos a participar en la “molotera”. A las siete y media, bajo la lluvia y con la cola cada vez más descompuesta, muchos desistieron. El precio de la entrada –se hablaba de 600 pesos– añadía otro matiz a la frustración, porque pagar no garantizaba entrar. Policías, accesos improvisados, intentos por 21 y por 23, y un sistema de entrada “a buchitos” terminaron de configurar el cuadro.

En los comentarios de Facebook a la publicación de la Asociación Hermanos Saíz, alguien propone, con entusiasmo exportador, que el país venda más telenovelas al mundo. La idea ignora que las producciones de la Isla no logran colocarse en el mercado global porque el “realismo” cubano resulta inverosímil fuera de Cuba. El patetismo cotidiano que aquí funciona como melodrama, en otros países se leería como exageración, o peor, como un guion mal escrito y peor filmado. Lo que para el público nacional es identificación emocional, para un espectador extranjero podría parecer una distopía de bajo presupuesto. 

El mercado internacional busca conflicto, sí, pero también coherencia interna; y la Cuba que aparece en pantalla –donde lo absurdo es norma y la precariedad no tiene clímax ni resolución– rompe cualquier pacto de verosimilitud. No es que falten historias exportables, es que la realidad cubana, tal como es, no cabe en los géneros comerciales sin parecer una parodia involuntaria del desastre.

Una multitud se reúne en el Pabellón Cuba para ver el capítulo final de Regreso al corazón
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