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“Me obligué a no soñar”

El escritor Ángel Santiesteban, bajo libertad condicional, conversa sobre los días de encierro, su literatura, Cuba y el futuro

El bloguero y escritor Ángel Santiesteban. (Luz Escobar)
Lilianne Ruíz

24 de julio 2015 - 09:43

La Habana/En la unidad de Guardafronteras donde Ángel Santiesteban pasó su último año de prisión se oía el sonido del mar. Dentro de la caseta de menos de tres metros por cuatro, el escritor sentía el golpeteo de las olas cuando había tormenta. Un sonido que lo acompañó también cuando el pasado viernes fue liberado y caminó, sin un centavo en el bolsillo para tomar un ómnibus, por el costero municipio Playa hasta llegar a casa de un amigo.

Tres noches después de que saliera de prisión, el bloguero y activista accedió a conversar con 14ymedio sobre los días de encierro, su literatura, Cuba y el futuro.

Pregunta. ¿Cómo le anunciaron la excarcelación?

Respuesta. Horas antes, un guardia bromeó y me dijo: "Yo creo que tú te vas hoy". No le hice caso, creí que era parte del juego para debilitarme psicológicamente. Mientras hablaba con la madre de mi hija, durante el turno que me tocaba para llamar por teléfono, llegó un oficial de cárceles con la noticia de mi excarcelación. Dijo: "Felicidades, te vas". Me dio a firmar los papeles de mi libertad condicional.

Cuando llegué a la calle, me di cuenta de que no tenía ni dinero para pagar el transporte, pero era tanta la emoción que tenía deseos hasta de correr, y seguí caminando.

P. ¿Cómo fueron esos primeros minutos después de la liberación?

R. Me sentía como un fantasma, sentía que quería verlo todo y nadie me veía. Pensaba: con qué facilidad te pueden privar de libertad y con qué facilidad te pueden soltar. Terminé caminando un kilómetro y medio, hasta la casa de Antonio Rodiles.

P. ¿Cuál es su actual condición legal?

"Después de la liberación, me sentía como un fantasma, sentía que quería verlo todo y nadie me veía"

R. Salí bajo libertad condicional, condicionada a que cumpla lo que ellos establezcan. Una forma de chantaje. El martes anterior a mi excarcelación, la Seguridad del Estado me llevó a Villa Marista, la undécima vez en este último año. Allí me enseñaron unos papeles que, sorprendentemente, contenían la revocación de la libertad condicional que aún no me habían otorgado. Una amenaza de lo que ocurriría si, por ejemplo, yo acudía a la marcha dominical de las Damas de Blanco. Les respondí que si querían, podía firmarla ahí mismo.

P. Como escritor, ¿cómo influyó en usted la experiencia del presidio?

R. Hemingway decía que la cárcel acelera la maduración del artista. Creo que le hace encontrar una mirada, un pie forzado. ¿Cómo transformar toda esa miseria en literatura? Tenía la experiencia de Dichosos los que lloran, de cuando estuve preso la primera vez, tenía 17 años y no era un escritor. Ahora fue diferente. Entraba a la prisión ya con esa mirada artística y con cierto oficio. Sin embargo, aprendí que en esas circunstancias no se mira con la mirada del arte, sino con la mirada humana.

P. ¿Algún nuevo proyecto literario?

R. He salido aturdido. Estoy adaptándome a ser distinto, a llevar una vida diferente a la que llevaba. Alguien me pidió un artículo y le dije que en este momento no estaba en capacidad para redactar una oración. Tengo una revolución de sensaciones ante mí y tengo que esperar que eso repose.

Hay libros que lo persiguen a uno, ideas que están ahí levantando el brazo, como diciendo: "Me toca a mí ahora". Pero las miro y les digo: no todavía. Aunque escribí en la prisión una novela con tema carcelario titulada Dios no juega a los dados, que tiene mi representante literario y amigo, el escritor y editor cubano Amir Valle.

P. ¿Es cierto que está trabajando en un guión de cine?

"En Cuba sí me voy a quedar. Nunca he tenido un sueño que esté fuera de Cuba"

R. Esa es la almohada del alivio. Tengo el guión bastante adelantado, lo escribí a mano y se lo mandaba a mi familia, que lo transcribía e imprimía. En esencia, está inspirado en Sur, latitud 13, aunque el lenguaje cinematográfico le aporta mucho más de lo que estaba en el libro. Lilo Vilaplana, radicado en Miami, está entusiasmado con rodar la película.

P. ¿Y el futuro?

R. He evitado pensar en eso porque me asusta. No es que quiera ser pesimista, es que me estoy obligando a ser consciente. Vengo de dos años y medio en prisión, donde me obligué a no soñar, porque la esperanza de cierta forma puede hacer daño. Ahora tengo un pie aquí y otro en la cárcel. Hay un gran porcentaje de posibilidades de volver a prisión, sobre todo por estar vinculado a la disidencia.

P. ¿Se queda en Cuba?

R. Sí. En Cuba sí me voy a quedar. Nunca he tenido un sueño que esté fuera de Cuba.

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