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La crisis en el gabinete de Bachelet evidencia visiones distintas de entender el desarrollo

"No concibo desarrollo a espaldas de las personas, donde sólo importen los números y no cómo lo están pasando las familias", afirmó Bachelet apostando por una de las visiones. (Prensa Presidencia)
Manuel Fuentes

04 de septiembre 2017 - 10:41

Santiago de Chile/(EFE).- La crisis desatada esta semana en el Gobierno de Michelle Bachelet con la inesperada renuncia de todo su equipo económico ha puesto de manifiesto la existencia dentro del gabinete de dos maneras diferentes de entender el desarrollo de Chile.

El pasado jueves, la jefa de Estado anunciaba la salida del gabinete de los ministros de Hacienda, Rodrigo Valdés, y de Economía, Fomento y Turismo, Luis Felipe Céspedes, renuncias a las que ese mismo día se unió la del subsecretario de Hacienda, Sergio Micco.

Se consumaba así el noveno ajuste ministerial del segundo Gobierno de Bachelet, una crisis que había comenzado a gestarse diez días antes cuando por motivos medioambientales un comité de ministros rechazó el proyecto Dominga, que preveía la construcción de dos minas y un puerto junto a una reserva marina.

En clara señal de disgusto por la decisión, el responsable de Economía se retiró de la reunión antes de que concluyera. El titular de Hacienda apoyó la decisión del ministro Céspedes.

Hay dos planteamientos: quienes pensaban que la reactivación económica debe ser la prioridad y quienes consideraban que la mejora de las cifras no justifica dejar de lado el bienestar de los ciudadanos

"Hay algunos que no tienen el crecimiento como prioridad", se lamentó Valdés, quien durante su gestión ha tratado de dinamizar la actividad económica chilena, ralentizada desde hace tres años.

El incidente evidenció que en el seno del Gobierno había dos planteamientos: quienes pensaban que la reactivación económica debe ser la prioridad, sacrificando algunas metas medioambientales, y quienes consideraban que la mejora de las cifras macroeconómicas no justifica dejar de lado el bienestar de los ciudadanos.

La polémica fue escalando peldaños hasta el extremo de que la propia presidenta se vio obligada a intervenir.

En un acto público junto al ministro de Medio Ambiente, Marcelo Mena, Bachelet recalcó que "Chile necesita que su crecimiento vaya de la mano del cuidado del medio ambiente", alineándose así con quienes rechazaron el proyecto.

La decisión de la jefa de Estado dejaba malparado al ministro de Hacienda, una de las dos piezas claves del gabinete, junto con el responsable de Interior.

La molestia de Valdés se haría presente días después cuando en un hecho inédito en la política chilena anunció públicamente su renuncia antes de que lo hiciera la presidenta de la República.

La situación contrastaba con lo sucedido en el primer mandato de Bachelet (2006-2010), cuando de forma inequívoca respaldó la política económica "haciéndose cargo de la realidad" de su entonces ministro de Hacienda, Andrés Velasco, ante las críticas de sindicatos y organizaciones sociales que demandaban menos austeridad en el gasto público.

Desde el restablecimiento de la democracia, en 1990, los ministros chilenos de Hacienda han permanecido en su puesto a lo largo de todo el mandato presidencial, como una señal de estabilidad y de conducción responsable en la gestión de la economía. Sin embargo, esta regla no escrita se ha roto en dos ocasiones en los últimos tres años y medio.

El ministro Alberto Arenas, artífice de la reforma tributaria que entró en vigor en 2014, fue cesado en mayo de 2015 en medio de fuertes críticas a su gestión.

Su sucesor, Rodrigo Valdés, tuvo que hacerse cargo de una simplificación de la reforma para modificar el sistema de Impuesto a la Renta, el IVA y el Código Tributario.

Para encontrar salida a la crisis, la presidenta ha apostado por Nicolás Eyzaguirre como ministro de Hacienda y Jorge Rodríguez Grossi al frente de Economía, las mismas carteras que ya ocuparon durante el Gobierno de Ricardo Lagos

Además de mostrar una división entre los equipos técnico y político, la crisis desatada esta semana en el Ejecutivo chileno se ha producido en un momento decisivo para la política y las finanzas del país.

A tres meses de las elecciones presidenciales y legislativas, el nuevo equipo económico deberá presentar antes de que acabe septiembre el proyecto de ley del Presupuesto para 2018 y el reajuste del sector público, en un escenario macroeconómico adverso, con un rápido crecimiento de la deuda pública, que subió del 3,9% del PIB en 2007 al 21,5% en el primer trimestre de 2017.

Al deterioro de las finanzas públicas se suma el bajo crecimiento sostenido y la caída de la productividad, lo que provocó que las agencias calificadoras de riesgo Standard & Poor's y Fitch rebajaran recientemente la nota crediticia, en tanto que Moody's ajustó de estable a negativa la perspectiva para la economía chilena.

Para sortear la desaceleración de la economía e impulsar el crecimiento en el medio año que le queda a su Gobierno, la presidenta Bachelet ha apostado por dos figuras conocidas, Nicolás Eyzaguirre como ministro de Hacienda y Jorge Rodríguez Grossi al frente de Economía, las mismas carteras que ya ocuparon durante el Gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006).

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