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La Habana/Han pasado solo seis años pero parece un siglo. Desde entonces hasta ahora el discurso oficial se ha dado la vuelta, dicho y desdicho, confirmado y negado infinidad de veces. En 2016, una iracunda declaración de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (Anap) daba el portazo a la propuesta de Washington de comprar directamente a los cafetaleros cubanos. Este diciembre, sin embargo, un funcionario casi ha suplicado por el apoyo de EE UU al sector privado de la Isla aunque con ello se intente "socavar a la Revolución".
En el tiempo que media entre aquel rechazo y este ruego, nuestro país se hundió en una de las más profundas crisis económicas de su historia. Las arcas nacionales se vaciaron, el interés de la prensa internacional y de las grandes compañías giró hacia otro lado mientras cientos de miles de cubanos hicieron sus maletas para escapar de este sistema fallido. A ese desastre podría deberse el cambio de rumbo en la oratoria oficialista. Quizás morder el polvo de las protestas populares del año pasado y no poder sostener los gastos de su policía política o de su extensa propaganda interna le hayan bajado también los humos al régimen.
Les ha sobrado tiempo para barrer a los que no quisieron plegarse, empujar al exilio o hacer quebrar a los empresarios locales que no acataron sus imposiciones
Sin embargo, el anuncio de que las autoridades cubanas podrían aceptar acuerdos y fondos destinados a los emprendedores de la Isla –aunque estos no beneficien a la achacosa empresa estatal socialista ni a las instituciones oficiales– apunta a algo más que al mal estado actual de la economía. En seis años, que parecen poco pero que un sistema autoritario y que controla cada resquicio de nuestras vidas puede aprovechar muy bien, se han erigido negocios de escasa transparencia y oscuros propietarios que apuntan a las familias en el poder o a sus "bendecidos" testaferros.
¿Cuántos de esos emprendimientos que hoy señorean en el cautivo mercado cubano no tienen un vínculo sanguíneo o de obediencia con el pequeño grupo de nonagenarios que controla esta Isla? Les ha sobrado tiempo para barrer a los que no quisieron plegarse, empujar al exilio o hacer quebrar a los empresarios locales que no acataron sus imposiciones y crear una clase emprendedora de laboratorio: lista para recibir a manos llenas los recursos que lleguen desde el extranjero y pagar su coima de sobrevivencia. Un soborno que ingresan con dinero y silencio.
Ahora, creado el parque temático de mipymes favorables o vinculadas a los jerarcas verde olivo, sienten que es el momento de levantar el banderín a los apoyos estadounidenses. A los pobres cafetaleros de la zona oriental de Cuba, empobrecidos y con la producción de grano por el suelo, este momento les ha llegado tarde. Pero a los bares con whisky importado que manejan "los hijos de papá" y a las fincas de atrezo que gestionan los delatores de los pueblos y a las que llevan a los visitantes extranjeros, este anuncio es música para sus oídos.
Siempre habrá algún funcionario que explique el cambio, eche mano de algún argumento y trate de distraer las miradas. Como una vez se apropió de los conceptos de derechos humanos, democracia o libertad, la oratoria oficialista acaba de concretar el secuestro del término "sector privado".
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