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El invierno poblacional y el futuro de la humanidad

Columna

"En China y Japón, el mercado de pañales para ancianos ya es más grande que el de los bebés”

Ancianos en un asilo en la ciudad de Cienfuegos. (EFE)
Federico Hernández Aguilar

10 de septiembre 2025 - 04:24

San Salvador/Los expertos ya no tienen dudas sobre cuál es la verdadera bomba de tiempo que amenaza a la especie humana: el sostenido declive demográfico. Después de aquel falso dilema setentero que vaticinaba el fin irremediable de los recursos del planeta debido al crecimiento poblacional, la realidad actual está demostrando que tales augurios eran, por lo menos, científicamente débiles.

En noviembre del año pasado, un informe de la Escuela Kennedy de Harvard afirmó que la población se desploma en más de 60 países, y en algunos casos de forma tan drástica, que la capacidad de reemplazo generacional se ha perdido o está a punto de perderse. “Las familias con uno o ningún hijo son cada vez más comunes”, dice el documento. “La proporción de personas adultas mayores está aumentando, mientras que la de la gente en edad laboral se reduce. En China y Japón, el mercado de pañales para ancianos ya es más grande que el de los bebés”.

Ciertamente, la cifra mundial de habitantes se ha duplicado en los últimos 50 años hasta alcanzar los 8.200 millones actuales. Pero todos los promedios manejados por las agencias internacionales vaticinan que la tendencia al alza llegará a estabilizarse, para 2080, en 10.300 millones de personas. Mientras tanto, la caída de las tasas de natalidad sumada al envejecimiento poblacional constituye el desafío de largo plazo que mayor atención demanda.

Los surcoreanos disminuirán de 50 a 27 millones para fines de este siglo; ya en 2036, tendrán el doble de personas mayores de 65 años que menores de 18

Si hablamos de regiones enteras, el oriente asiático presenta los índices más desastrosos. Japón ha sido el primer ejemplo de envejecimiento poblacional acelerado, al punto que sus actuales 123 millones de habitantes disminuirán a solo 70 en los próximos 75 años. En este momento, sin embargo, el peor escenario lo enfrenta Corea del Sur, cuya tasa de natalidad —0,7 bebés por mujer— es la más baja del mundo. Los surcoreanos disminuirán de 50 a 27 millones para fines de este siglo; ya en 2036, tendrán el doble de personas mayores de 65 años que menores de 18.

China impuso una horrible política leninista de “hijo único” por varias décadas y ahora enfrenta las consecuencias. Pese a los esfuerzos del Partido Comunista por obligar a sus miembros a tener bebés, las proyecciones indican que los actuales 1.400 millones de habitantes apenas rozarán los 800 millones en 75 años. Los chinos tienen hoy menos hijos que durante la peor época del “hijo único”.

En cuanto a Europa, como se sabe, lleva medio siglo convirtiéndose, ahora sí biológicamente, en el “viejo” continente. Según las previsiones, la población europea caerá de 740 millones a 590 para finales de siglo, representando apenas el 6% de la población planetaria. Las estadísticas de Eurostat son contrastantes: 4.680.000 bebés nacieron en 2008 versus los 3.880.000 de 2022. Y el número se ha estancado. Rusia tuvo, en 2023, un índice de natalidad de 1,5 hijos por mujer, su peor marca desde los años 90. ¿Y Estados Unidos, el otrora país de la fertilidad? Nada mejor: el año pasado tuvo una reducción de 76.000 niños comparado a 2023, convirtiéndolo en su dato más bajo desde 1979.

África es el único continente que exhibe cifras positivas. Aunque las tasas de natalidad también allí han decrecido, sus proyecciones indican que, para los próximos 75 años, habría 2.500 millones más de personas que hoy. En el año 2100, los africanos serían la gran excepción en un mundo cada vez menos habitado.

El demógrafo británico Paul Morland, una autoridad en esta materia, ha calificado el colapso poblacional como un “Armagedón” y ha declarado recientemente, a la revista italiana Tempi, que el desarrollo material alcanzado por la civilización humana, sin precedentes en la historia, es el que estaría empujando al rechazo de la reproducción, entre otras cosas por los niveles de sacrificio que comporta en sociedades cada vez más habituadas al confort y al egoísmo.

Morland afirma que las políticas de inmigración, los incentivos fiscales y las reformas a los sistemas de pensión, aunque útiles, no revertirán los efectos de la catástrofe

Morland afirma que las políticas de inmigración, los incentivos fiscales y las reformas a los sistemas de pensión, aunque útiles, no revertirán los efectos de la catástrofe. En su último libro No queda nadie. Por qué el mundo necesita más niños, sostiene que es necesario “comprender las causas materiales e ideológicas del problema y determinar qué podemos hacer si queremos que la humanidad prospere, o incluso que siga existiendo”.

“Se necesita”, dice, “una verdadera revolución cultural”, pero una en la que gobiernos, sociedades, economías y estructuras religiosas puedan ahondar en los valores que hacen que la vida humana sea digna de ser vivida: “La mayoría de las personas quiere tener hijos y la mayoría de las personas puede hacerlo. Pero además de cambiar los sistemas fiscales y de prestaciones, o el mercado inmobiliario, debemos sobre todo intervenir en la cultura predominante, para que formar una familia y dar a luz a la próxima generación se convierta en lo más emocionante y urgente que los jóvenes quieran hacer”.

Lo que no puede esperar más es un debate abierto, franco y multidisciplinario sobre las duras implicancias del declive demográfico que estamos protagonizando y qué vamos a hacer para tratar de revertirlo. De lo contrario, como afirma Paul Morland, “cualquier etnia o nación que evite la búsqueda de recursos morales y culturales —incluso religiosos— para ir en la dirección opuesta, desaparecerá”.

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