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Ansias por comida, electricidad y emigrar, tras el paso del huracán Ian por Cuba

En Pinar del Río, la zona más afectada por el ciclón, las comunicaciones siguen cortadas

Decenas de árboles de gran tamaño, arrancados de raíz por la fuerza del huracán Ian, quedaron sobre las calles de La Habana este miércoles. (14ymedio)
Juan Diego Rodríguez

28 de septiembre 2022 - 23:39

La Habana/En La Coloma (Pinar del Río), donde este martes el huracán Ian alcanzó la máxima fortaleza en su paso por la Isla, solo hay ganas de irse. "Si mi familia sale de esta, no le queda ni seis meses en Cuba", lamenta una cubana residente en Miami que tiene a sus padres y su hermano en el municipio pinareño.

La mujer perdió comunicación con ellos ayer, pero en la última llamada le dijeron que había volado el techo de la vivienda y que el agua les estaba llegando por la rodilla. La familia tiene animales y cultivos. "Llevo años insistiéndoles para que se vayan, pero mi padre me decía que no quería dejar la finquita, pero ahora todo eso está destruido y me va a salir más barato pagarles la salida por Nicaragua que reconstruirles la vida en La Coloma".

Todos temen que el verdadero día después del ciclón, con más escasez, está por llegar y, con ello, un aumento del éxodo, que ya suma cifras inéditas para Cuba.

La Habana es este miércoles una ciudad a media máquina. La mayoría de los barrios de la capital amanecieron sin electricidad, el suministro de agua se ha agravado con la falta de energía y los vientos de Ian parecen haber dado alas a la inflación y a la subida de los precios de los alimentos.

Todos temen que el verdadero día después del ciclón, con más escasez, está por llegar y, con ello, un aumento del éxodo, que ya suma cifras inéditas para Cuba

"La bolsa de seis panecitos llegó ayer en la tarde a 250 pesos, y por la noche estaba a 300 pesos", refiere una vecina de Los Sitios, que cuenta que hoy "los vendedores no han pasado y en el barrio se especula que cuando regresen, costará todavía más".

En un recorrido por Centro Habana, La Habana Vieja y Nuevo Vedado, este diario atestiguó decenas de gigantescos árboles arrancados de raíz por la fuerza de los vientos y tumbados en mitad de la calle. "Y eso que el ciclón no pasó por aquí", comentaba una anciana en el Parque Central.

En ese lugar, además, eran varias las farolas caídas.

El ansia por buscar los alimentos perdidos incluso antes del huracán volvió a ser la tónica en las calles de la capital, donde podían observarse numerosos negocios tratando de vender en la puerta lo que les quedaba, antes de que se les eche a perder por la falta de corriente eléctrica tras el colapso del Sistema Nacional (SEN).

Carretilleros aquí y allá eran una de las pocas opciones para comprar comida.

Los cristales de la Plaza de Carlos III se encontraban todos tapiados, y no precisamente por el paso del huracán. Este lunes, en vísperas de Ian, estaban descubiertos, pero este miércoles se encontraban protegidos, con toda probabilidad para evitar robos y destrozos en mitad del apagón generalizado.

En la esquina de Campanario y Condesa, en Centro Habana, un auto había quedado destrozado por los restos del viejo edificio que un día estuvo en el lugar, hoy un enorme parqueo. "Por suerte no le cayó en la cabeza a nadie", decía con resignación el dueño del vehículo.

"Los grandes árboles siguen ahí tirados, porque necesitan maquinaria y todavía no hemos visto aparecer al Estado por ningún lado"

En Nuevo Vedado, los vecinos de algunos edificios se ocuparon durante todo el día de despejar sus alrededores de ramas y arbustos caídos, pero, como lamentaba uno de ellos, "los grandes árboles siguen ahí tirados, porque necesitan maquinaria y todavía no hemos visto aparecer al Estado por ningún lado".

Una de las principales urgencias fue conseguir conexión para los teléfonos, la herramienta fundamental de comunicación no solo con familiares y amigos, sino con el mundo. Así, eran llamativas las multitudes conectando sus móviles en los pasillos de los hospitales, como el Calixto García o el Hermanos Ameijeiras, así como a las puertas de los hoteles.

Otra de las preocupaciones de los habaneros era hoy el agua. Algunos edificios constan de bomba, pero esta dejó de funcionar cuando el SEN se cayó, en horas de la tarde. Aunque en muchos apartamentos la gente tiene depósitos de agua, a medida en que pasan las horas, estos se van consumiendo.

Para los pisos más altos es una locura intentar acarrear el agua desde abajo por las escaleras, que, además, están mojadas y sucias de residuos, algunas por la falta de ventanas, desde hace años.

Para los pisos más altos es una locura intentar acarrear el agua desde abajo por las escaleras, que, además, están mojadas y sucias de residuos, algunas por la falta de ventanas

Mientras tanto, en ese mismo barrio, la planta eléctrica del Ministerio de la Agricultura lleva más de 24 horas encendida y su zumbido llena todo el lugar. "Por lo menos cuando dejemos de oírlo sabremos que ha llegado la luz", ironizaba un vecino.

Este 28 de septiembre, la jornada que el oficialismo tiene tradicionalmente destinada a festejar el aniversario de fundados los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), no ha quedado espacio para el jolgorio ni las consignas de triunfo.

En Nuevo Vedado, una entusiasta cederista gritó por largos minutos a los vecinos de un edificio de 12 plantas para que colaboraran con la caldosa tradicional.

"¡Vamos, a dar una malanga, una yuca, un boniato para la caldosa! ¡O algo de dinero para ir a comprar al agro!", gritó durante un buen rato una mujer a la que se le sumó un hombre de voz potente: "¡Vamos, para la caldosa de los CDR!". La falta de entusiasmo y la molestia por la falta de electricidad lastraron las colaboraciones y finalmente los entusiastas organizadores cancelaron la iniciativa.

La noche del martes, luego de que los vientos de Ian mermaron, en La Habana solo brillaban encendidos algunos pocos puntos. Para ironía de los residentes en la mayor ciudad cubana, una de esas zonas luminosas era la central eléctrica flotante de Turquía anclada en el puerto, una planta generadora repleta de luces en una urbe en penumbras

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