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En el bulevar de Narváez de Matanzas nada es como se proyectó en los papeles

Cuba

En 2016, un ambicioso plan aspiraba a darle vida a la calle, que ha terminado por ser un proyecto estancado

Hubo un tiempo en que caminar de noche por Narváez era sumergirse en un bullicio constante. / 14ymedio
Julio César Contreras

01 de agosto 2025 - 16:16

Matanzas/A orillas del río San Juan, en Matanzas, un ambicioso proyecto auspiciado por la Oficina del Conservador de la Ciudad prometía devolverle la vitalidad a la calle Narváez. El plan contemplaba un bulevar que se extendería varias cuadras. En sus márgenes se instalarían establecimientos comerciales y gastronómicos, gestionados tanto por el sector estatal como por el privado, que ofrecerían opciones culturales y recreativas para diversos públicos. Con el atractivo añadido de un malecón y esculturas integradas al entorno, el espacio parecía destinado a convertirse en un punto de encuentro para matanceros y visitantes.

A partir de 2016 comenzaron a abrirse cafeterías y bares en la primera cuadra, con la idea de ir extendiéndolos paulatinamente. Pero el impulso inicial pronto se frenó. "Mi sobrino hizo la solicitud para arrendar un local y convertirlo en un restaurante, pero desde el principio esas locaciones estaban destinadas a personas con influencias dentro del gobierno. Él tuvo que desistir de su idea y, al final, se marchó al extranjero", cuenta Gerardo, quien asegura que en los últimos cinco años "no se ha avanzado prácticamente nada respecto al propósito original".

Los signos de retroceso son visibles. "La sala 3D está fuera de servicio y en la cafetería con wifi la conexión es pésima. Esos dos locales son estatales, pero la decadencia también se nota en la escuela de música y el taller de artesanos", señala Gerardo. Lo que iba a ser una gran intervención cultural y social "se ha quedado en una promesa incumplida". En lugar de nuevas aperturas, algunos espacios cerraron o fueron demolidos, como el restaurante con forma de barco construido sobre el río, que quebró por falta de recursos.

A partir de 2016 comenzaron a abrirse cafeterías y bares en la primera cuadra, con la idea de ir extendiéndolos paulatinamente. / 14ymedio

Hubo un tiempo en que caminar de noche por Narváez era sumergirse en un bullicio constante. "Esto aquí se llenaba de gente, sobre todo los fines de semana", recuerda Mabel, antigua dependienta de la cafetería Por Amor al Arte. "Era la época en que un café expreso costaba 25 pesos y una cerveza, 50". Pero con el encarecimiento de los precios, la afluencia cayó en picada. Hoy, con un café a 200 pesos, una malteada a 500 y pizzas que rondan los 900, los clientes escasean. "Una comida criolla completa no baja de 1.500 o 2.000 pesos", añade Mabel, quien terminó buscando otro empleo tras la reducción de sus ingresos.

"No es culpa de los dueños de los bares", defiende. "Ellos tienen que pagar la renta del local, los impuestos de la Onat, los salarios de sus trabajadores y comprar la mercancía casi siempre en el mercado negro, donde todo está por las nubes. No se puede juzgar a la ligera".

Fuera de los bares, en la acera, han proliferado puntos de venta móviles con precios algo más bajos, aunque todavía inaccesibles para la mayoría. "La diferencia no es mucha", señala Damián, un joven que pasa las tardes con sus amigos bajo el puente de la Calzada de Tirry. "Dentro tienes música alta y aire acondicionado; aquí afuera tenemos la brisa de los árboles y el malecón, que todavía es gratis".

Fuera de los bares, en la acera, han proliferado puntos de venta móviles con precios algo más bajos / 14ymedio

Damián asegura que en la calle coexisten "dos Narváez". En una están los bares y cafeterías "para los que tienen dinero", casi siempre vacíos, con porteros aburridos que ni miran a los transeúntes. "Yo vengo al otro Narváez, donde la gente no tiene 1.800 pesos para una botella de ron. Aquí veo padres sacando lo último de la cartera para comprarle un chupachupa de 50 pesos a sus hijos, y jóvenes como yo que pintan grafitis en los muros mientras sueñan con irse de Cuba".

Lo que prometía ser un motor cultural y social para la llamada "ciudad de los puentes" hoy, en 2025, luce como un proyecto estancado. En Narváez es habitual ver personas de distintas edades pidiendo limosna o hurgando en los cestos de basura. "Este es nuestro Varadero", dice Damián. "Sin turistas ni dólares, pero con música desde el celular y el deseo de pasar un buen rato entre amigos. Vuelvo aquí cada tarde buscando lo que dijeron que iba a ser y no ha sido… y sabiendo que probablemente nunca lo será".

"Dentro tienes música alta y aire acondicionado; aquí afuera tenemos la brisa de los árboles y el malecón, que todavía es gratis". / 14ymedio
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